Las Cinco Canciones de Pedro (IV): «Hotel California» (Eagles)

La de veces que le habré escuchado decir a Pedro: «ese disco lo teníamos en la residencia», y yo pensaba: «menuda discoteca la de estos vascos», porque todos los títulos eran a cual mejor, de esos que los buenos aficionados al rock consideramos como de tenencia y escucha obligada. Hoy nos habla de su época en la Residencia de Estudiantes de Ingeniería de Bilbao, de su «Sala de Música» y de su amigo Eduardo, un gran tipo al que conocí hace ya muchos años y al que no veo desde hace mucho tiempo. Por cierto, que aquí hay una anécdota muy buena, parecida a una que narró hace poco el amigo Salva en su blog, pero con bolsas de basura, que prefiero no contar por prudencia y, en todo caso, que sea el propio Pedro el que lo relate si le apetece. «Hotel California» fue la primera canción que elegí para iniciar esta sección de las Cinco Canciones, no lo dudé como tampoco lo ha hecho Pedro cuando ha querido acordarse de esta inolvidable etapa de su vida. Recordemos que «Hotel California» formó parte del quinto álbum de la banda estadounidense Eagles, titulado igual que la canción y publicado en 1976.

«Estaba yo por aquel entonces, a mis 17, tan despistado como lo está mi hijo Pablo hoy, a sus 17, pero tenía que tomar una decisión trascendental para mi vida: a qué me dedicaría profesionalmente. Tenía que elegir “carrera”. Era buen estudiante, no un lumbreras, pero trabajador, y quizás porque mi padre trabajaba en una fábrica de la que me hablaba con pasión, elegí Ingeniería Industrial, aunque no estaba muy convencido.

Esta elección conllevaba una condición, que yo en aquel momento veía como negativa, pero que, a la postre, fue estupenda. Había que ir a Bilbao, tenía que salir de casa. A pesar de que Bilbao está a escasos 70 kilómetros de Vitoria, lo escarpado del terreno, y el puerto de Barazar, hacía que el viaje durase demasiado, por lo que la opción elegida por todos era que me quedase a vivir en Bilbao.

Así fue como acabé mi primer año de universitario, en “La REI” (Residencia de Estudiantes de Ingeniería). Era un edificio independiente, alto, situado en las laderas del “Bocho”. Desde las ventanas de sus habitaciones individuales, con baño pero sin lujos, se veía al fondo la ría adornada por grúas, barcos y fábricas, y más cerca, justo debajo, una ciudad de color gris metálico. Todo ello muy acorde con la carrera que había elegido.

En aquel entonces la Escuela de Ingenieros de Bilbao estaba dominada por el OPUS, no era de su propiedad, pero había muchos profesores de La Obra, y la Residencia, que dependía de la facultad, estaba dirigida por un opusino muy elegante. A pesar de ello, la fauna de estudiantes que allí nos juntamos era muy variopinta, en cuanto a su procedencia, aspecto e ideario político.

Una de las zona comunes de la Residencia era “La Sala de Música”. La sala era más bien pequeña, con un “tocata” de una calidad aceptable, y unos estantes repletos de discos que, poco a poco, se habían ido comprando gracias a la única decisión democrática que se tomaba allí. Todos los meses se colocaba en el tablón de la sala una lista, donde cada uno podía proponer los discos, LPs claro está, y que después eran votados por los estudiantes, y la REI compraba los cuatro títulos ganadores.

En esa sala pasé muchas horas de aquel primer año de universidad, a dónde bajábamos con los apuntes, y decíamos que íbamos a estudiar. Y ahora, de vez en cuando, me sorprendo diciendo a mi hijo que “cómo puede estudiar con la música puesta”.

Allí, gracias a aquellos estudiantes veteranos que años atrás habían votado por aquellos discos tan maravillosos, pude descubrir muchos grupos y discos, que hasta el momento eran desconocidos para mí.

Entre ellos, Eagles, y su «Hotel California», que los estudiantes del 76 votaron para que, yo en el 77, descubriera y amara para el resto de mi vida.

Así que, esta canción me recuerda a aquel año en el que desperté a tantas cosas importantes, y a mi Hermano Eduardo, al que conocí aquel maravilloso 1977″.

Autor: Raúl

Me llamo Raúl Rodríguez, me dedico a la docencia universitaria y a la investigación en el ámbito de la Historia de la Ciencia, actividades que forman parte de mi vida desde que acabé la carrera, allá por 1986. Sin embargo, la música está conmigo desde mucho antes, desde mi infancia y primera adolescencia, y ha sido siempre una leal compañera. Decidí abrir un blog de canciones con el propósito de encauzar mis inquietudes musicales a través de un canal que pudiera ser sintonizado por otras personas con intereses similares y que, además, sirviera como foro de opinión para todos aquellos que quisieran compartir su pasión por la música. Decidí llamar a este espacio "La Guitarra de las Musas", en honor de las diosas griegas de las Ciencias y las Artes, especialmente de la Poesía y la Música. Quiero pensar que si hubieran tenido guitarras –y baterías, bajos, teclados y demás instrumentos de nuestro tiempo- hubieran sonado como la música propuesta en este blog. En este espacio, el rock en casi todas sus vertientes será el protagonista pero, también, otros estilos como el blues, el jazz, el pop, el soul y las melodías más pegadas a nuestra cultura: cantautores, canción melódica, boleros, corridos mexicanos, tangos, rumbas e, incluso, copla. Por favor, que nadie se enfade conmigo si no encuentra aquí la música que le gusta; la selección de los temas y los comentarios realizados responden, únicamente, a mis intereses particulares que, como bien puede verse, están un poco anticuados. Todos aquellos que busquen música actual no la encontrarán en este sitio.

26 opiniones en “Las Cinco Canciones de Pedro (IV): «Hotel California» (Eagles)”

  1. Ayer el último hoy el primero.
    Curiosa manera de comprar discos. Al acabar el curso tendrían cada año unos cuantos discos de actualidad.
    Ya me imagino a alguien haciendo campaña por su disco propuesto.
    De hotel California ya está casi todo dicho. Una gran canción.
    Tan solo recordar que en 1985 estuve en Ketama, y ahí había un HOTEL CALIFORNIA. No se me ocurrió ver si tenían espejos en el techo y si había champagne.

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    1. Ya sabes, «los últimos serán los primeros», cita bíblica que, además, viene muy bien para compensar la historia de satanismo y sacrificios rituales que rodea a este tema … Gran idea, desde luego, la de la compra de discos colectivos. Saludos

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  2. Qué iniciativa más buena y si, como dices, la procedencia de los estudiantes era variopinta, seguro que musicalmente también se notaba y os fuisteis de allí con, al menos, un buen bagaje musical y algún que otro buen recuerdo de la época. Yo no puedo decir cómo llegué a conocer esta maravilla de disco, no sé como llegó a casa en formato cinta, pero sí que mi canción favorita, sorprendentemente, era el New Kid in Town.
    Un saludo!!

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    1. Sólo el hecho de que existiera una «Sala de Música» ya es algo positivo, y demuestra un gran respeto por este arte. A mí siempre me daba mucha envidia cuando me lo contaba. «New Kid in Town» es una de mis canciones preferidas de Eagles, de hecho algún día saldrá en este blog, y también me trae muy buenos recuerdos, de cuando la elegía en aquellas viejas jukebox en las que podías poner dos canciones por cinco pesetas. Saludos, Julia.

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  3. ¡¡Que bueno eso de comprar discos en comandita jejjeje!! Algo parecido hacíamos mis amigos y yo en los 80: cada uno se compraba un disco (en Discoplay normalmente) cuando podía, pero que nos gustara a la mayoría, y luego se iban intercambiando unos con otros, de manera que cada uno se quedaba en propiedad con los que más le gustaban… Ni que decir tiene que había cambios, recambios y requetecambios, de manera que yo ya no me acuerdo de qué vinilos de los que conservo los compré yo o llegaron hasta mi producto del cambio; aunque si recuerdo, por ejemplo, que en su momento cambié el doble en directo de Ñu ‘No hay ningún loco’ por el ‘Black Rose’ de Thin Lizzy: gané un discazo de Thin LIzzy y amor eterno por ellos, pero perdí un incunable que ni en CD original se consigue hoy… En fin, unas por otras…
    El Hotel California, pues eso, ¿qué más añadir? Y en cuanto al Opus, buffff, como me ponga a rajar no paro jajjaja
    Saludos!!!

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    1. Yo no tenía tocadiscos, así que parasitaba a todos los que tenían vinilos y los perseguía hasta que me los dejaban para grabarlos. Pues es cierto, me ha picado la curiosidad y he mirado (es verdad que sólo por encima) si se vende de segunda mano el disco de Ñu y, al menos a simple vista, no está en ningún sitio … Saludos

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  4. Tremendísima canción y gracias una vez más por tus relatos y por lo magníficamente bien que nos explicas tus vivencias. Casi no pretendía comentar, pero también me ha llamado muchísimo la atención el tema de esa votación democrática y el comprar los 4 discos más votados por parte del Opus. El Opus, qué miedo y qué mal rollo me entra solo de pensar. Claro, mi reflexión y pregunta es si esos discos más votados tendrían que pasar su filtro y su censura. ¿Comprarían y compraban discos quizá un poco subversivos o más atrevidos? Me cuesta imaginar a los del Opus autorizando compras de los Stones o los Sex Pistols, jajaja, pero puedo equivocarme. Saludos.

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  5. Habría que proponer estos espacios o discotecas sonoras donde los chavales compartiesen sus discos y hablasen de ello, para formar nuevos apasionados de la música…..En mi caso en el instituto nos cedían la sala de proyecciones para poder hacer audiciones y fue una manera muy buena de fomentar esa pasión, si ya hubiésemos tenido esa biblioteca sonora, hubiese sido la ho…. Vamos que el hotel California lo hubiésemos destrozado de tanto escucharlo….saludos

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    1. Mientras se siga viendo a la educación y a la cultura como gastos, la cosa no tiene solución. Formar a alguien no es sólo impartir conocimientos, tiene que crecer como persona; claro, eso no genera rendimientos a corto plazo pero, a la larga, un país de incultos es un país de tercera división. Saludos, Vidal.

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    2. ¿Y tú no recuerdas Vidal que en los maristas pusieron unos equipos de música en cada clase y nos dejaban llevar discos? Recuerdo que fue en 8º de EGB mi tutor era el pollo.
      Hay una anecdota al respecto que creo que comenté alguna vez a modo de comentario. La recuperaré en una entrada.

      Un saludo

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  6. Yo creo que la historia de las basuras que comenta Raúl, ya se puede contar, porque el delito ha prescrito.
    Fue el curso siguiente al de la RESI. Alquilamos un piso Eduardo, otros dos compañeros de la RESI y yo, en una de las torres aledañas a La Casilla, que es un polideportivo en el centro de Bilbao, donde por cierto, asistí a uno de esos conciertos de Ramoncín, «El Rey del Pollo Frito», que duraban media canción, hasta que una lluvia de huevos lanzada por los asistentes, inundaba el escenario de tortilla poco hecha.
    Nuestra casa estaba en el piso 18 de uno de los 20 que tenía la torre, y cada día era un dilema tener que bajar la basura, los turnos no funcionaban, había que buscar otro sistema.
    En el salón, teníamos una terracita, en la que cabían, no menos de 20 bolsas de basura, comprobado.
    El nuevo sistema consistía en acumular unas cuántas bolsas, hasta que empezaba a oler la putrefacción que allí se generaba. La máxima capacidad la comprobamos a mitad del invierno, cuando las bajas temperaturas hacían que los desperdicios se conservaran intactos durante muchos días.
    Pero un día se nos ocurrió hacer un experimento científico, de pura física, como buenos estudiantes de ingeniería que éramos, para intentar encontrar un sistema más rápido y cómodo de deshacernos de la basura.
    Desde la terraza, 18 pisos más abajo, se divisaba la rampa de entrada a los garajes, y al lado, un descomunal montón de bolsas de basura (20 pisos, por cuatro puertas, por 3 torres,…, descomunal).
    Según lo planeado, uno de nosotros, que no diré por discreción quién, dejó caer la bolsa del día, intentando acertar sobre el montón, pero, quizás por efecto de la fuerza de «colioris», la bolsa cayó en medio de la rampa.
    No lo volvimos a intentar, pero comprobamos que a una altura de 18 pisos, la basura se desintegra, y si no fuese porque queda el rastro delator de la bolsa de plástico vacía, hubiese podido ser un sistema perfecto, además muy ecológico, porque la energía utilizada, la gravedad, es completamente renovable.
    Si queréis, podemos poner banda sonora a esta película, y podría ser cualquier canción de Supertramp, que me recuerda a mi amigo Jesús, uno de los integrantes de aquel piso de estudiantes, y me trae su imagen oronda y bonachona, cantando en falsete, intentando imitar la característica voz aguda de Roger Hodgson, y tocando la batería sobre su mesa de estudio, con dos bolígrafos por baquetas.

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    1. Me parto cada vez que escucho esta historia, y creo que esta vez has metido detalles que no habías contado antes o que, al menos, no me acordaba de ellos. En fin, todo sea por la Ciencia, jajaja.

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    2. Lo primero, un aplauso por la frase «inundaba el escenario de tortilla poco hecha», es genial. Bueno, fue un arriesgado ejercicio de ciencia/baloncesto, estuvo bien intentarlo. En cuanto al olor, el tema basura será semejante al de los cadáveres. Como fanático de Supertramp que soy, no puedes hacerme esto: Dime de qué canción en concreto se trataba.

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  7. Lo ismo que con Sultans of Swing nada que añadir a este tema. Entrañable la historia de Pedro y que da buena cuenta del significado que tenía la música en aquellos años.
    Lastima que mañana se despida, esta siendo una semana muy entretenida.

    Un abrazo

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      1. Ansioso estoy. Espero que la idealizada imagen que tengo de ti de persona serena, seria y estable no se vea sacudida por los efectos de, por lo que he leído en algún comentario, la ingesta excesiva de la fermentación de lúpulo y cebada.
        Se me caería un mito jajajaja

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