
Todos los géneros musicales tienen sus seguidores y sus detractores. Yo diría que, en la mayoría de las ocasiones, abundan más los primeros que los segundos, excepto en el caso de la copla, sobre todo si nos situamos fuera de Andalucía y de algunos territorios castellanos. Sin embargo, no sucede lo mismo con dos géneros próximos, el flamenco y la rumba, bien arraigados en nuestro país, incluso entre la población más joven. Géneros como el rap, el rock, el pop, la canción melódica, el bolero y, por supuesto, el jazz, a menudo toman prestados sonidos procedentes de estos estilos, de manera análoga a como se hace en otras latitudes con músicas populares y tradicionales como el country, el góspel, la canción italiana, el cancionero americano o la samba brasileña, a menudo fusionados con géneros como el blues, el rock o el jazz, éste último siempre muy presente en todos estos movimientos de mestizaje musical.

En España, nuestros artistas no tienen reparos para incorporarse a la sempiterna moda de “lo flamenco” y el “flamenquito” (término que siempre me ha parecido horroroso), a veces por voluntad propia, otras a petición de las productoras y, las más de las veces, obligados por el tirón que tienen estos sucedáneos del flamenco (género grande donde los haya) entre el gran público. Sin embargo, nadie quiere saber nada de la copla; para ser más preciso, por supuesto que tiene sus seguidores, pero la copla que se suele hacer es la ortodoxa, en líneas generales la misma que se hacía durante la primera mitad del siglo XX, cuando este género fue protagonista. Un ejemplo de lo que acabo de comentar lo tenemos en el concurso de televisión “Se Llama Copla”, que se emitió durante nueve temporadas (2007-2016) en Canal Sur, la televisión pública andaluza; todo un homenaje al género: espectaculares y coloridos trajes con bata de cola, grandes orquestas, las coplas de siempre -cantadas una y otra vez, año tras año, con la duración reglamentaria y sin mutilar-, las características interpretaciones de los cantantes -las más de las veces, mujeres al borde de la sobreactuación- y un reconocimiento explícito de los principales autores de este género, algo que se agradece y de lo que, habitualmente, se olvidan en otros programas musicales de la televisión. Todo hecho con mucho respeto a la copla tradicional, medido con escuadra y cartabón, sin concesiones estilísticas que pudieran perturbar la ortodoxia del género.

El jazz es un estilo perfecto para desapolillar sonidos almacenados en viejos armarios, para revitalizar propuestas musicales muy deudoras de su tiempo, como el cancionero americano, el bolero, la samba o el flamenco. Por ello, no es de extrañar que, nuestros protagonistas de hoy, lo hayan elegido para poner en valor un género como la copla, cargado de excelentes melodías y bellas letras, escritas por poetas como Salvador Valverde, Juan Antonio Ochaíta, Xandoro Valeiro, Ramón Perelló o Rafael de León, uno de los integrantes de la literaria «Generación del 27”. Por supuesto, las historias que se cuentan en la canción española son hijas de su tiempo, algunas de ellas claramente anacrónicas; sin embargo, como en cualquier obra poética que se precie, lo más importante no es lo que se dice en ellas, sino cómo se dice.

La propuesta que nos ofrece Ole Swing es interesantísima y, por supuesto, apasionante; de un lado el “jazz manouche” o “gypsy jazz” francés del guitarrista Django Reinhardt y el violinista Stéphane Grappelli; y, de otro, la tradición musical española, sobre todo la copla, pero también el pasodoble, el bolero y la música clásica de autores como Falla, Albéniz o Tárrega. Tienen publicados dos discos: “Swing ibérico” (2012) y “Sueño gitano” (2015), con temas esencialmente instrumentales, aunque también incorporan algunas melodías cantadas por intérpretes como Zenet, Antonio Carmona o la cantaora flamenca Eva Durán, experimentada en colaboraciones con músicos de jazz como Chano Domínguez, Carles Benavent o Jorge Pardo. Eva acompañó a Ole Swing en el concierto que éstos últimos ofrecieron, el pasado domingo, en el Festival de Jazz de Madrid (JazzMadrid21).
Ha sido mi primer concierto con mascarilla y precauciones anti-COVID, aunque esto último siempre se lleva mejor en locales como la Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez (Centro Cultural de la Villa -Madrid-), con esas comodísimas y espaciadas butacas, que parecen pensadas para tiempos de pandemia. El repertorio de Ole Swing no puede ser más conocido; pudimos disfrutar de coplas y pasodobles como “El Emigrante”, “Ay pena penita pena”, “La bien pagá”, “Ojos verdes”, “El Gallito”, “Soy minero”, “Mi jaca” o “María de la O” (tal vez se me olvide alguna canción), unas veces ejecutadas sólo de manera instrumental y otras con la magnífica voz flamenca de Eva Durán, perfectamente acoplada con sus compañeros en ritmo y compás, algo no muy fácil de conseguir si tenemos en cuenta que el “jazz manouche” suele transitar más rápido que la copla tradicional. Eva también interpretó, por supuesto junto a Ole Swing, el bolero “Dos gardenias”, con giros y detalles diferentes a la propuesta de Diego “El Cigala”, que ya tuvimos la ocasión de escuchar en una entrada anterior. Finalizaron con una especie de popurrí de Manuel de Falla, en el que incluyeron la conocida pieza “Danza ritual del fuego”.
El Teatro Fernán Gómez tiene prohibidas las fotos y las grabaciones durante el concierto; por ello, sólo os puedo mostrar mi entrada, una imagen del escenario antes de iniciarse el concierto y el primer vídeo que he compartido, en el que interpretan «El Emigrante» (no es mío, aunque sí de aquella noche); el resto de fotos y vídeos no corresponden con este evento, pero estoy seguro que os ayudarán a haceros una idea de la excelente propuesta musical que nos ofrece Ole Swing, grupo formado por Paco Rivas, Fernando Bellver (guitarra), Roberto Jabonero (violín), Josemi Garzón (contrabajo) y Eva Durán (cante).


Yo creo que suena muy bien. No sabía lo que comentas de la copla, de todos modos, diría que, guste más o menos, no se puede negar que las coplas son temperamentales. Por lo menos las que yo conozco que son las más típicas. Por eso también no me extraña que en ese programa se llegara a la sobreactuación, aunque eso supongo que haría que las actuaciones parecieran más «copias».
Qué bien que hayas podido ir a un concierto después de tanto tiempo, seguro que lo echabas de menos.
Un abrazo
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La copla suele ser un género en el que la interpretación es casi tan importante como el cante, de ahí que haya copleras, como Marifé de Triana, que representan ese límite del que hablaba en la entrada. Pues sí, ya tenía ganas, a ver si podemos seguir con esta dinámica o nos tenemos que encerrar de nuevo… Un abrazo.
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Me ha gustado bastante esta manera de acercarse a la copla, original y más moderna. A mí me gusta en pequeñas dosis, digamos que una o dos canciones, más me satura porque es muy intensa.
La que para mi gusto ha cantado muy bien coplas es Martirio, con humor y gracia.
El término «flamenquito» es horroroso, estoy de acuerdo.
Besos
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Es verdad, Martirio ha sido de las pocas artistas que se atrevió a desmitificar la copla. Pero no hay muchas iniciativas de este tipo, o yo al menos no las conozco; ahora mismo me estoy acordando de Concha Buika, de La Shica (me acuerdo que hace tiempo dediqué una entrada a «Limosna de Amores»), de Juanjo Memphis y su disco «Acoplados» (copla y rock) y de Las Migas (que también tuvimos con el tema «María la Portuguesa». No sigo mucho a Rosalía, pero creo que ella prefiere las rumbas, aunque a lo mejor también tiene alguna copla. Besos.
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Este «emigrante» con este regusto parisino a Jazz Manouche es un gran tema con el que retirarme a dormir. Hasta otra y felicidades por la entrada.
Vaya lujo de conciertos habéis tenido en Madrid.
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Muchas gracias, lrotula. Sonó muy bien en directo, con esa canción comenzó la actuación. El festival de jazz de Madrid cada año nos sorprende más. Saludos.
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