Concierto de Ole Swing (con Eva Durán). Teatro Fernán Gómez (Centro Cultural de La Villa). Madrid, 14/11/2021

Todos los géneros musicales tienen sus seguidores y sus detractores. Yo diría que, en la mayoría de las ocasiones, abundan más los primeros que los segundos, excepto en el caso de la copla, sobre todo si nos situamos fuera de Andalucía y de algunos territorios castellanos. Sin embargo, no sucede lo mismo con dos géneros próximos, el flamenco y la rumba, bien arraigados en nuestro país, incluso entre la población más joven. Géneros como el rap, el rock, el pop, la canción melódica, el bolero y, por supuesto, el jazz, a menudo toman prestados sonidos procedentes de estos estilos, de manera análoga a como se hace en otras latitudes con músicas populares y tradicionales como el country, el góspel, la canción italiana, el cancionero americano o la samba brasileña, a menudo fusionados con géneros como el blues, el rock o el jazz, éste último siempre muy presente en todos estos movimientos de mestizaje musical.

En España, nuestros artistas no tienen reparos para incorporarse a la sempiterna moda de “lo flamenco” y el “flamenquito” (término que siempre me ha parecido horroroso), a veces por voluntad propia, otras a petición de las productoras y, las más de las veces, obligados por el tirón que tienen estos sucedáneos del flamenco (género grande donde los haya) entre el gran público. Sin embargo, nadie quiere saber nada de la copla; para ser más preciso, por supuesto que tiene sus seguidores, pero la copla que se suele hacer es la ortodoxa, en líneas generales la misma que se hacía durante la primera mitad del siglo XX, cuando este género fue protagonista. Un ejemplo de lo que acabo de comentar lo tenemos en el concurso de televisión “Se Llama Copla”, que se emitió durante nueve temporadas (2007-2016) en Canal Sur, la televisión pública andaluza; todo un homenaje al género: espectaculares y coloridos trajes con bata de cola, grandes orquestas, las coplas de siempre -cantadas una y otra vez, año tras año, con la duración reglamentaria y sin mutilar-, las características interpretaciones de los cantantes -las más de las veces, mujeres al borde de la sobreactuación- y un reconocimiento explícito de los principales autores de este género, algo que se agradece y de lo que, habitualmente, se olvidan en otros programas musicales de la televisión. Todo hecho con mucho respeto a la copla tradicional, medido con escuadra y cartabón, sin concesiones estilísticas que pudieran perturbar la ortodoxia del género.

El jazz es un estilo perfecto para desapolillar sonidos almacenados en viejos armarios, para revitalizar propuestas musicales muy deudoras de su tiempo, como el cancionero americano, el bolero, la samba o el flamenco. Por ello, no es de extrañar que, nuestros protagonistas de hoy, lo hayan elegido para poner en valor un género como la copla, cargado de excelentes melodías y bellas letras, escritas por poetas como Salvador Valverde, Juan Antonio Ochaíta, Xandoro Valeiro, Ramón Perelló o Rafael de León, uno de los integrantes de la literaria «Generación del 27”. Por supuesto, las historias que se cuentan en la canción española son hijas de su tiempo, algunas de ellas claramente anacrónicas; sin embargo, como en cualquier obra poética que se precie, lo más importante no es lo que se dice en ellas, sino cómo se dice.

La propuesta que nos ofrece Ole Swing es interesantísima y, por supuesto, apasionante; de un lado el “jazz manouche” o “gypsy jazz” francés del guitarrista Django Reinhardt y el violinista Stéphane Grappelli; y, de otro, la tradición musical española, sobre todo la copla, pero también el pasodoble, el bolero y la música clásica de autores como Falla, Albéniz o Tárrega. Tienen publicados dos discos: “Swing ibérico” (2012) y “Sueño gitano” (2015), con temas esencialmente instrumentales, aunque también incorporan algunas melodías cantadas por intérpretes como Zenet, Antonio Carmona o la cantaora flamenca Eva Durán, experimentada en colaboraciones con músicos de jazz como Chano Domínguez, Carles Benavent o Jorge Pardo. Eva acompañó a Ole Swing en el concierto que éstos últimos ofrecieron, el pasado domingo, en el Festival de Jazz de Madrid (JazzMadrid21).

Ha sido mi primer concierto con mascarilla y precauciones anti-COVID, aunque esto último siempre se lleva mejor en locales como la Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez (Centro Cultural de la Villa -Madrid-), con esas comodísimas y espaciadas butacas, que parecen pensadas para tiempos de pandemia. El repertorio de Ole Swing no puede ser más conocido; pudimos disfrutar de coplas y pasodobles como “El Emigrante”, “Ay pena penita pena”, “La bien pagá”, “Ojos verdes”, “El Gallito”, “Soy minero”, “Mi jaca” o “María de la O” (tal vez se me olvide alguna canción), unas veces ejecutadas sólo de manera instrumental y otras con la magnífica voz flamenca de Eva Durán, perfectamente acoplada con sus compañeros en ritmo y compás, algo no muy fácil de conseguir si tenemos en cuenta que el “jazz manouche” suele transitar más rápido que la copla tradicional. Eva también interpretó, por supuesto junto a Ole Swing, el bolero “Dos gardenias”, con giros y detalles diferentes a la propuesta de Diego “El Cigala”, que ya tuvimos la ocasión de escuchar en una entrada anterior. Finalizaron con una especie de popurrí de Manuel de Falla, en el que incluyeron la conocida pieza “Danza ritual del fuego”.

El Teatro Fernán Gómez tiene prohibidas las fotos y las grabaciones durante el concierto; por ello, sólo os puedo mostrar mi entrada, una imagen del escenario antes de iniciarse el concierto y el primer vídeo que he compartido, en el que interpretan «El Emigrante» (no es mío, aunque sí de aquella noche); el resto de fotos y vídeos no corresponden con este evento, pero estoy seguro que os ayudarán a haceros una idea de la excelente propuesta musical que nos ofrece Ole Swing, grupo formado por Paco Rivas, Fernando Bellver (guitarra), Roberto Jabonero (violín), Josemi Garzón (contrabajo) y Eva Durán (cante).

Paco Rivas, Roberto Jabonero, Josemi Garzón y Fernando Bellver
Eva Durán

Concierto de Carlos Núñez & The Chieftains. Noches del Botánico. Madrid, 25-VI-2019

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Hace algunos meses, en los comentarios de la entrada dedicada a la canción “Tango to Evora”, el compañero lrotula me preguntaba si iría al concierto de Loreena McKennitt que había programado en el festival “Noches del Botánico”, un evento que no me pierdo desde que se implantó con éxito en las calurosas noches del verano madrileño. Le contesté que trataría de ir, pero que antes tenía que ver el programa completo para decidir. Desde el principio tuve claro que no me podía perder el concierto de O Sister! y Pink Martini (con Storm Large como cantante principal), aunque creo que no me dará tiempo a hablaros de él por impedimento vacacional. Lo de Loreena fue un éxito desde el mismo momento en que se pusieron a la venta las entradas; se agotaron inmediatamente y tuvieron que programar otro día más de actuación. Por otro lado, me llamaba más la atención otro concierto de este mismo ámbito folk celta, el de Carlos Núñez & The Chieftains.

65300545_10156370692173807_4121304176036675584_oCarlos Núñez y Paddy Moloney. Página de facebook de Carlos Núñez

Al primero le había visto hace año y medio en el Teatro Circo Price de Madrid, aquello fue un espectáculo increíble, aunque entonces no pude escribir nada sobre este evento. El concierto de enero del Price se ha convertido ya en algo habitual en su agenda, el que vi era el que cerraba ese año la gira del gaitero y flautista gallego. Si tenéis oportunidad, no os perdáis este espectáculo, es mucho más que un concierto: grupos de gaiteros de todo el mundo desfilando por el escenario (y fuera de él), tocando a la vez, hermanados en la misma tradición; instrumentos celtas casi olvidados, presentados por los artesanos que los han recuperado, en un ejercicio de Antropología cultural que nunca he visto en un concierto; invitados y más invitados de procedencia diversa, actuando con Carlos Núñez me imagino que de manera desinteresada; y éste haciendo de maestro de ceremonias de un espectáculo en el que el público vibra y hasta sube al escenario al finalizar (sinceramente, no sé de qué material estará hecho el escenario del Price para aguantar a tanta gente).

Pensé que el concierto de “Las Noches del Botánico” probablemente sería menos cultural y formativo pero, conociendo a Carlos Núñez, estaba seguro que algo grande ocurriría ese día, y más aun teniendo en cuenta que compartía escenario con sus mentores, The Chieftains, más que una banda una leyenda de la música tradicional irlandesa. Con ellos comenzó su carrera musical, con ellos acabó de formarse como músico y, aunque desde hace muchos años desarrolla su propia carrera en solitario, bien podría decirse que, al menos de corazón, aún se sigue considerando uno de los Chieftains; de hecho, él mismo llegó a comentar que entre ambas bandas suele haber un trasvase amistoso de músicos. Era bonito y emocionante ver el comportamiento del anfitrión de la noche con sus maestros, el respeto y el cariño que les demostraba minuto a minuto sobre el escenario; y no me estoy refiriendo sólo a las cosas que decía de ellos, más bien a esos pequeños gestos de amor filial con los que agasajó durante toda la noche a sus padrinos. A veces daba la sensación de que se empequeñecía, como si fuera un niño, ante Paddy Moloney y compañía, hasta que cogía la gaita o la flauta y se ponía a tocar; entonces podías comprobar que estabas escuchando a un músico excepcional. No me cansaré de decirlo, en mi opinión, después de Paco de Lucía, es el talento más grande que ha dado la música popular española. Mi hermano llegó a decirme que incluso luce la misma melena calva que el difunto Paco de Lucía.

Imágenes del concierto. Página de facebook de Carlos Núñez

Los músicos salieron al escenario con cuarenta y cinco minutos de retraso, no sé si porque se estaban relajados contándose sus cosas, porque tuvieron que esperar a la embajadora de Irlanda en España, que estuvo presente en el evento, o porque se negaban a comenzar siendo aún de día. Sea como fuere, comenzamos a las 21:30, con la mitad de la grada al sol y la otra mitad a la sombra, como en los toros, y con mucho calor. Nosotros nos situamos en pista, bastante cerca del escenario, tal vez algo ladeados.

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Los primeros en salir fueron Carlos Núñez y su banda, compuesta por los siguientes músicos: Itsaso Elizagoyen (acordeón), Jon Pilatzke (violín), Pancho Álvarez (guitarras) y Xurxo Núñez, el hermano de Carlos, a las percusiones. Tocaron tres o cuatro temas y, después, se unieron a ellos los integrantes de los Chieftains, que celebraban su 57 Aniversario en los escenarios, casi nada; con Paddy Moloney (flautas, gaita) a la cabeza, también se incorporaron Kevin Conneff (percusiones), Matt Molloy (flautas), Triona Marshall (arpa), Amy Eckersley (violín) y un guitarrista que no hemos logrado averiguar quién es. Así, todos juntos, tocaron hasta que hicieron un descanso de media hora, a mitad de la actuación, momento que aprovechamos para situarnos mejor, podría decirse que en segunda fila.

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En esta foto, tomada de la página de facebook de Carlos Nuñez, se nos puede ver. Justo detrás del chico alto de blanco, ahí está Begoña y detras Carlos y yo

Tras el corte salieron los Chieftains, tocaron algún tema ellos solos y después se sumaron Carlos Núñez y los suyos. Sin contar el tiempo de descanso, tuvimos dos horas y media de uno de los mejores conciertos que he visto en mi vida. Los músicos, cada uno por separado, no podían ser mejores, y juntos nos ofrecieron una noche vibrante y llena de emociones, con un Carlos Núñez exultante y muy comunicativo, como es habitual en él. Pero no fue el único, el octogenario Paddy Moloney parecía un chaval: se reía, hablaba con unos y con otros, con el público, disfrutaba de la noche y nos ofreció momentos mágicos, como cuando interpretó el tema tradicional irlandés “Words”, aquel que popularizaran The Christians.

65532926_10156370691523807_5665185936439246848_oCarlos Núñez y Paddy Moloney. Página de facebook de Carlos Núñez

La noche estuvo plagada de momentos especiales. Carlos Núñez parecía un prestidigitador que no paraba de sacar conejos de su chistera: bailarinas country ataviadas con los colores de Irlanda; grupos de gaiteros que por momentos llenaron el escenario; dos hermanos bailarines de tap (claqué) que enamoraron a la concurrencia, sobre todo el violinista Jon Pilatzke que, a sus virtudes como músico y bailarín, unía un sex appeal que, os puedo asegurar, causó furor entre el público femenino; una cantante escocesa con una voz prodigiosa que nos dejó conmovidos, no estamos seguros pero pensamos que podría ser Alyth McCormac; una arriesgada versión del “Baba O’Riley” de los Who que nos enamoró; y, para encandilar, aún más al público, a Carlos Núñez no se le ocurrió otra cosa que invitar a los artistas (una cantante valenciana y su guitarrista) que amenizaban la espera con sus canciones en uno de los bares del recinto, fue uno de los momentos álgidos de la noche, con el clásico “A Rianxeira” cantando por todo el público. Todo acabó como en el Price, con la gente subiéndose al escenario y bailando mientras los músicos seguían tocando.

No quiero terminar sin dar las gracias a Carlos Núñez, a los Chiftains y a todos los músicos y artistas por hacernos partícipes de esta gran fiesta. También quiero agradecer a Begoña y a mi hermano Carlos, con quienes compartí la noche, por su apoyo documental para la redacción de esta entrada y por facilitarme buena parte de las fotografías y vídeos que ilustran esta crónica.

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Concierto de O Sister! Fernán Gómez Centro Cultural de La Villa. Madrid, 16-XI-2017

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Éste es el tercer año que acudo al Festival de Jazz de Madrid, un evento que parece consolidarse en la capital durante el mes de noviembre, para alegría de quienes amamos la música. En la edición anterior estuve en los conciertos de la Vargas Blues Band y del trío Benavent-Di Geraldo-Pardo y, en 2016, puede ver, después de mucho tiempo esperando, a Madeleine Peyroux; en aquella edición también estuvieron los sevillanos O Sister!, que han repetido este año para disfrute de todos los que estuvimos el viernes pasado en la Sala Guirau del Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa (Madrid).

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O Sister! no son precisamente unos recién llegados al mundo de la música, este año celebran su décimo aniversario con la gira “10 Crazy Years”, que espero sea todo un éxito y consolide a este grupo como referencia del jazz vocal, estilo Nueva Orleans, en Europa. Durante la actuación confesaron su deuda con The Boswell Sisters, un trío de armonía vocal estadounidense de la década de 1930 (así sonaban), incluso comentaron que O Sister! comenzó como un homenaje a las hermanas Boswell; en Mondo Sonoro señalan que llegaron a participar en un homenaje a las Boswell Sisters que se celebró en Nueva Orleans, en el año 2014 (aquí los podemos ver, en un documental muy interesante).

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Todo comenzó para nuestros protagonistas de hoy en 2008, cuando Paula Padilla decidió crear un proyecto, junto con su amiga Helena, para rescatar el viejo swing del primer tercio del siglo XX; tal y como la propia Paula ha comentado, “se lo propuse a mi amiga Elena, con la que llevaba años cantando en corales, y completamos el trío con mi hermano Marcos, que venía de una formación clásica y tenía voz de tenor. Ninguno había hecho este estilo antes aunque yo sí había escuchado mucho jazz a través de mi padre (…) Más tarde, se unió Matías, que era mi profesor de guitarra” (consultado en Tribus Ocultas). Ofrecieron su primer concierto en Sevilla, el 28 de junio de 2008, después incorporaron a Camilo Bossa (contrabajo) y Pablo Cabra (batería, percusiones); con esta formación siguieron actuando como un grupo de versiones y grabando álbumes como “Crazy People” (2009), “Shout Sister!” (2012) y el EP “Spooky Sessions” (2014); su último álbum se tituló “Stompin’ in Joy (2016), un trabajo donde la mayoría de las canciones ya están compuestas por ellos.

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O Sister! estuvieron en escena durante aproximadamente dos horas que, os puedo asegurar, se hicieron cortas. Desde luego, sabía que iba a presenciar un concierto de swing, dixieland y jazz vocal años veinte-treinta, lo que no me imaginaba es la calidad que atesora esta formación. Pronto me di cuenta, en cuanto vi su exquisita puesta en escena y tras escuchar los primeros acordes de “Begin the Beguine”, tema de Cole Porter que fue grabado por otro trío vocal (las Andrew Sisters), también de los años treinta. Las canciones fueron sucediéndose, al igual que los bailes y las performances con las que este grupo adorna su música; a mí me conquistaron desde el minuto uno y, según puede comprobar, también a todo el auditorio, rendido ante la manera de interpretar, la simpatía, el arte y la entrega de estos sevillanos poseídos por el swing.

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Cualquiera que vea en directo a O Sister! se percatará de lo bien que han recreado la época a la que homenajean; los bailes, la escenificación de las canciones, hasta el sonido se parece al de las viejas grabaciones en discos de pizarra. Por supuesto, todo eso no es casual, detrás hay muchísimo trabajo y, a mi entender, una planificación milimétrica de la interpretación vocal e instrumental que exhiben en cada canción. O Sister! es un proyecto que emociona y sabe llegar al público, algo que consiguen a base de calidad y trabajo; sólo hay que escuchar las tres voces para percatarse de ello, perfectamente empastadas, sincronizadas a la perfección, sin desafinar ni una nota en toda la noche, incluso capaces de emular instrumentos como la trompeta. Hasta el pequeño descanso que se tomaron está perfectamente estudiado; lo hicieron después de interpretar “Rasca-Yú”, el clásico de Bonet de San Pedro, creo que el único tema cantado en castellano; inmediatamente después nos quedamos en compañía del violinista Raúl Márquez, uno de los tres invitados de la noche –junto con Ángel Andrés Muñoz (piano) y David Pérez (trompeta)-, quien interpretó el tema central de “Casablanca”, “As Time Goes By«, improvisándolo con la complicidad del público.

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El concierto acabó y aún nos tenían reservada una sorpresa; a la salida de la Sala Guirau, en el hall, habían puesto una pequeña mesa para vender sus discos; en ese momento aparecieron los músicos y se pusieron a tocar allí, entremezclados con la gente, mientras los tres cantantes firmaban discos y charlaban, con simpatía y cercanía, con quienes se acercaban a ellos.

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Durante el concierto la organización prohibió cualquier tipo de grabación; por lo tanto, algunas de las fotos que aparecen a lo largo de esta entrada las he tomado de la página oficial de Facebook de O Sister! y de internet, el resto son mías, del momento que os acabo de comentar, tras la finalización del concierto. Por supuesto, compré sus discos y me acerqué a que me los firmaran, uno Helena y el otro Paula, como bien podéis ver en las siguientes imágenes ¡Muchas gracias chicas!

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También os dejo un par de vídeos, tomados de otras actuaciones en directo de este grupo para que os hagáis a la idea de su estilo, el enlace a sus canales de Youtube y Spotify, a su página web y, al final del todo, el único vídeo que hice el viernes, precisamente al finalizar la actuación, en el hall.

Si tenéis oportunidad y os gusta el swing, no os perdáis a O Sister! Espero que tengan mucha suerte y triunfen como se merecen, creo que hay público para ello; cuando los veía pensaba en la Orquesta Pink Martini, diferente en su concepto musical pero también muy apegados a lo “vintage” ¡Qué arte hay en Sevilla y qué veinte euros más bien pagados!

 

Concierto de Los Coronas. Teatro Barceló. Madrid, 20-IV-2018

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Para un blog como éste, en el que las versiones ocupan un lugar destacado, Los Coronas –banda de rock instrumental creada en el madrileño barrio de Malasaña- son un verdadero chollo. Ya han aparecido por aquí cuando hablábamos de temas como “La cárcel de Sing Sing”, “Day Tripper”, “Flamenco” o “Wish You Were Here”; aún no se han estrenado con un tema propio, pero todo se andará porque tienen muchos y muy buenos. Según podemos leer en su página web:

“Su nombre está tomado de Corona, localidad californiana donde Fender ubicó su fábrica de producción de guitarras hasta el 1991, año en el que la trasladó a Arizona. Y este dato es suficientemente explícito para darnos cuenta de lo que hablamos, rock and roll primitivo, surf music instrumental de alta calidad. Aunque se trate de una escena que muchas veces pasa desapercibida, incluso por los propios medios independientes (…) Los orígenes del grupo se remontan a 1989, cuando Fernando Pardo -Sex Museum- intenta poner en marcha un proyecto rock’n’roll “con mucho reverb y el puro ritmo surfero de Dick Dale“. Y esta es la principal influencia de la banda, grupos como el citado Dick Dale, The Ventures, Link Wray o Jerry Cole. En 1991 la formación se consolida, cuando Fernando Pardo se une a David Krahe, miembro de No Wonder, y este dúo, que aún se mantiene en la actualidad, será el alma del grupo”.

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Si en estudio suenan bien, en directo son irresistibles; su rocanrol es de gran calidad, optimista, generoso, sincero y original por lo heterodoxo de su planteamiento, como si hubieran mezclado en una coctelera a Dick Dale, The Ventures, Los Rodríguez, Tarantino, Ennio Morricone, Peret, los trompetistas mariachis y la pachanga sesentera. Y a pesar de lo que podríais pensar ante semejante mezcolanza, el resultado es sorprendente, divertido y estimulante.

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Los conocí gracias a un disco en directo titulado “Dos bandas y un destino” (2010), grabado conjuntamente con el grupo Arizona Baby, con quienes han seguido trabajando bajo el nombre unificado de Corizonas. Desde entonces, he querido verlos en directo y, por una razón o por otra, nunca había tenido la oportunidad. Este vez me enteré de que actuaban en Madrid gracias a una promoción del “Día del Padre”, por la que podías conseguir entradas para este espectáculo a precio reducido si comprabas ese día; convencí a mi hermano y sacamos nuestras entradas al módico precio de 12 euros (13,20 euros con gastos incluidos).

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La actuación estaba programada para el Festimad, inicialmente en la Sala Joy Eslava, aunque al final se celebró en el Teatro Barceló (la antigua discoteca Pachá). Comenzamos hacia las nueve, con Los Coronas de rojo y su habitual sombrero vaquero. Los temas, casi siempre con una duración inferior a tres minutos, fueron sucediéndose uno detrás de otro a un ritmo vertiginoso, sólo pausado por la simpatía y el verbo fácil del guitarrista Fernando Pardo, el maestro de ceremonias de la noche. A Fernando le acompañaron David Krahe (guitarra solista), Roberto Lozano “Loza” (batería), Javi Vacas (bajo) y el ruso Yevhen Riechkalov (trompeta).

Tan pronto tocaban temas propios de su último álbum (“Señales de Humo”, 2017) o de trabajos anteriores como versiones a cual más divertida y acertada. Presenciamos el concierto en un lugar privilegiado, como puede comprobarse en la foto que he dejado al final de este párrafo; se nos puede ver apoyados en la barandilla que hay a la izquierda, Carlos va de rojo y yo de gris).

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Esta imagen la he obtenido del Facebook oficial de Los Coronas, aunque el resto de las que aparecen en esta reseña son nuestras (aquí tenéis más fotos; por cierto, excelentes). Como también lo son los vídeos que os dejo a continuación; lamentablemente, se escuchan de pena, y no porque el sonido fuera malo, tal vez porque estábamos muy cerca de uno de los altavoces. Al pie de cada uno de ellos he dejado los títulos de las canciones, con sus respectivos enlaces a vídeos más presentables (algunos tomados de este mismo concierto por asistentes más mañosos que yo para estos menesteres). Sólo os digo una cosa más, me lo pasé tan bien que espero repetir pronto.

«Cleopatra Stomp«

«A tope de amor y lujo«

«Bésame mucho»

«Corazón contento«

«Wipe Out«

«Day Tripper«

Concierto de Vargas Blues Band. Fernán Gómez Centro Cultural de La Villa. Madrid, 21-XI-2017

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A Javier Vargas lo llevo escuchando desde que publicó sus primeros discos: “All Around Blues” (1991) y “Madrid-Memphis” (1992), álbum éste último del cual ya hemos hablado a propósito del tema titulado “Del Sur”; sin embargo, por unas razones o por otras, nunca lo había visto en directo hasta el pasado martes, con motivo del Festival Internacional de Jazz de Madrid (JazzMadrid), un evento al que ya acudí el año pasado, concretamente al concierto de Madeleine Peyroux, y que, año a año, va adquiriendo consistencia y calidad, como puede comprobarse en el listado de actividades y en el programa impreso, que cada vez es más voluminoso y detallado.

Cuando me enteré de la sala en la que tocaría la Vargas Blues Band me quedé un poco extrañado: la Sala Guirau del Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, un teatro con los asientos probablemente más cómodos y lujosos de todo Madrid; inmediatamente pensé que era un lugar ideal para el jazz, la música clásica o la canción melódica pero tenía mis dudas al respecto de que fuera adecuado para una banda de blues-rock latino. En cualquier caso, allí estábamos, embutidos en aquellos super-butacones, los habituales en estos saraos: Marta, Begoña, mi hermano Carlos y yo mismo, rodeados de un público que parecía querer mimetizarse con esta exquisita y placentera sala, como si fueran a juego con los carísimos sillones, en los que más de uno ya se estaba empezando a quedar dormido antes de empezar el concierto. Por un momento pensé que muchos se habían equivocado de sala y que iba a ocurrir una catástrofe cuando los decibelios de la Vargas Blues Band hicieran acto de presencia. Por supuesto, en este tipo de conciertos no hay cerveza ni bocadillos; se empieza puntual y se acaba a la hora prefijada; no se permiten fotos ni vídeos; se aplaude, pero no se suele gritar ni silbar; y te acompañan a tu asiento, como en la Ópera o como se hacía antiguamente en los cines de estreno.

Cuando empezaron a tocar me quedé más tranquilo; comenzaron de manera muy suave, como queriéndose, también ellos, adaptar al local y al público, con temas de corte latino (algunos de su último álbum, “Cambalache & Bronca”) y varias baladas de guitarra. Y tampoco sonaban a gran volumen (es evidente que esto lo habían pactado con la organización, algo que me confirmaron luego) por miedo a que la acústica de la sala se volviera contra ellos; sin embargo, la solución hizo que las guitarras sonaran con algunos ruidos de fondo cuando el volumen era bajo y los tonos graves. De hecho, al menos desde mi punto de vista, y aunque resulte paradójico, sonaron mejor los temas potentes y cañeros -como las versiones que hicieron de “Sunshine of Your Love” o de “Chill Out (Sácalo)”- que los más tranquilitos. Aunque en el programa del Festival figuraban cuatro músicos, lo cierto es que el teclista Giovanni Romano no estuvo en el concierto; a Javier Vargas, a la guitarra, le acompañaron Peter Kunst (batería, voz) y Luis Mayol (bajo, guitarra y voz). Luis Mayol, con un timbre que en algunos momentos nos recordaba al de Santiago Auserón (Radio Futura), llevó el peso vocal en la mayoría de las canciones; comenzó un tanto impreciso pero fue de menos a más, como si el concierto se le hubiera quedado corto; Peter Kunst, en cambio, estuvo más regular, aunque su participación como cantante se limitó a los temas más rockeros. Lógicamente, Javier Vargas fue el que llevó el protagonismo con su guitarra, deleitándonos con su técnica, sus recursos, su sentimiento y su pasión por el blues, el rock y los ritmos latinos; mientras lo escuchaba pensaba en Santana, en cual podría haber sido la evolución del mexicano si en lugar de arregostarse al éxito fácil hubiera continuado haciendo discos como los que publicó en los años sesenta y setenta.

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Como comentaba antes, no pudimos hacer fotos ni vídeos durante el concierto, sin embargo en esta entrada hay varias fotos (las podéis ver un poco más arriba, en forma de mosaico) y un vídeo tomados desde el backstage, y varias sorpresas más de esas que no olvidamos los aficionados a la música. Como podéis comprobar, Marta y yo tuvimos el privilegio de hacernos una foto con Javier Vargas quien, además, nos regaló una púa y un autógrafo firmado en el letrero de su camerino. Obviamente, nada de esto hubiera sido posible sin la intermediación de los organizadores de este Festival; muchísimas gracias, Sheila, por esos obsequios que alimentan y estimulan nuestra pasión por la música.

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