Glenn Miller / The Manthattan Transfer / Cluster Sisters. “Tuxedo Junction”

En España llamamos “esmoquin” al traje de noche masculino, concebido como conjunto de etiqueta semiformal, utilizado para lucir en fiestas nocturnas como cócteles, entregas de premios y otros actos sociales de cierta relevancia; para actos más formales, como bodas, recepciones oficiales o cenas de gala, están reservadas otras prendas, como el chaqué (ceremonias diurnas), el frac (ceremonias nocturnas) o el traje típico de una determinada región, cultura o nación. Sin embargo, la denominación española es errónea porque el nombre proviene de otra prenda diferente, el smoking jacket, que los británicos solían poner encima del traje, a modo de bata, para evitar que el humo del tabaco se impregnara en la vestimenta. El esmoquin es una prenda de origen angloestadounidense, conocida en Reino Unido como black tie o dinner jacket, y en Estados Unidos como “tuxedo”. Parece que el primero en utilizar una prenda de este tipo fue Eduardo VII de Inglaterra, cuando aún era Príncipe de Gales, pero quienes la popularizaron fueron los norteamericanos, ellos fueron quienes decidieron diseñar una prenda, parecida a la que lucía el Príncipe de Gales en actos privados, para las cenas del “Tuxedo Club”, un lujoso club social situado a las afueras de Tuxedo (Estado de Nueva York); fue durante el primer baile de otoño, en octubre de 1886, el día en el que se decidió por primera vez que todos los hombres deberían ir ataviados con esta singular prenda; a partir de aquella fecha, el “tuxedo” comenzó a hacerse popular, y habitual, en todo el mundo.

En Birmingham (Alabama -EE.UU.-) hay actualmente un edificio que, en principio, no llama la atención, pero es historia del jazz. En la intersección entre Ensley Avenue y la 20th Street se encuentra ubicado el Nixon Building, un edificio donde hubo un local, conocido como “Junction”, en el que la comunidad negra comía y bailaba en su elegante salón; aquello ocurrió entre mediados de la década de 1920 y mediados de los cincuenta. Al restaurante se podía ir con la ropa de trabajo, pero no al salón de baile, donde se exigía ir correctamente vestido; “sabedor el dueño del ‘Junction’ de los problemas económicos de su público”, tal y como nos cuentan en la web Megahone, “abrió una tienda de alquiler de ropa junto al local. Allí se podían alquilar por horas, elegantes vestidos de noche arropados por blancos collares de perlas para las señoras, seductores vestidos largos llenos de lentejuelas que brillaban bajo los focos de la pista de baile para las más atrevidas y elegantes ‘tuxedos’ para los caballeros. Por más de treinta años el ‘Junction’ se convirtió en la meca para sus parroquianos tanto desde un punto social como de entretenimiento”.

En 1939, los músicos Erskine Hawkins, Bill Johnson y Julian Dash, junto con el letrista Buddy Feyne, escribieron una canción en homenaje al “Junctión”, que titularon “Tuxedo Junction”. Inicialmente instrumental, el tema fue grabado por primera vez por Erskine Hawkins & His Orchestra (1939), aunque quien lo hizo famoso fue Glenn Miller, apenas unos meses después; llegó a vender 115.000 copias en la primera semana y la melodía animó a los soldados americanos que combatían en la II Guerra Mundial. Ni que decir tiene que es un tema con muchas interpretaciones (no todas en el ámbito del jazz); véanse, por ejemplo, las de The Andrews Sisters, Gene Krupa, Stan Kenton, Tito Puente, Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Frankie Avalon, Duane Eddy, Quincy Jones, Joe Jackson o The BBC Big Band Orchestra. Para acompañar a Glenn Miller, os propongo dos versiones cantadas, la clásica de Manhattan Transfer (a quienes ya hemos tenido en una entrada anterior), incluida en su excelente segundo álbum, el titulado “The Manhattan Transfer” (1975); y la del grupo brasileño Cluster Sisters, de quienes sólo conozco un bonito álbum (“Cluster Sisters”, 2015), con un sonido que homenajea a las míticas Andrews Sisters.

Nixon Building (Alabama -EE.UU.-), lugar donde estuvo ubicado el restaurante, local y tienda de alquiler de ropa ‘Junction’

Benny Goodman / Glenn Miller / Duke Ellington. “Bugle Call Rag”

Bugle Call Rag” es uno de los clásicos del jazz más entusiastas, rápidos y bailables que existen. Fue compuesto por Jack Pettis, Billy Meyers y Elme Schoebel, inicialmente con el título de “Bugle Call Blues”. La primera grabación, en un disco de 78 r.p.m., data de 1922, a cargo de la Friar’s Society Orchestra, una formación que, según indican en la web Me encanta el swing, cambió su nombre por el de New Orleans Rhythm Kings. De los años veinte y treinta son, entre otras, las grabaciones de Frank Westphal, Ted Lewis, Eddie Lang, Cab Calloway, Coleman Hawkins & The Chocolate Dandies, Henry “Red” Allen, Django Reinhardt o Nat King Cole; aunque las más conocidas de esta época son las de Benny Goodman, Glenn Miller y Duke Ellington, precisamente las tres que hoy destacamos. Ésta última, a su vez, acabó inspirando el tema “The Sergeant Was Shy”. Aunque las décadas de 1920, 1930 y 1940 fueron las más importantes para esta melodía, se ha seguido interpretando; véanse, sin ir más lejos, las versiones de Peanuts Hucko, Sy Lawrence, Gene Krupa o The Mill Brothers, y también ha sido abordada desde estilos como el country (Merle Travis, Bill Monroe, etc.) “Bugle Call Rag” ha aparecido en películas como “Viudas del jazz” (1942) -donde se puede ver la versión de Glenn Miller-, “Tres días de amor y fe” (1943), “La historia de Benny Goodman” (1956), “Rebeldes del swing” (1993) o “El Aviador” (2004), éstas últimas con la versión de Benny Goodman. En el sitio EstiloSwing señalan que “Bugle Call Rag” inspiró una parte del baile coreográfico de swing conocido como Shim Sham. Os dejo con estas tres espléndidas versiones, a ver cuál os gusta más; antes de decidiros por alguna, os recomiendo que también veáis los tres vídeos, que me parecen sensacionales.

Bonet de San Pedro / O Sister! / Twanguero (con Ara Malikian). “Rascayú”

Cada vez que leo cualquier texto sobre la censura que hubo en España durante el franquismo me imagino una serie de televisión como la de Paco León, “Arde Madrid”, una producción alocada, llena de personajes ignorantes, susceptibles y, sobre todo, muy cristianos, muy patriotas y muy decentes. Esa hipotética serie sobre la censura bien podría empezar con un señor con sotana, serio y con cara de pocos amigos, que un día como otro cualquiera de 1943 escucha por la radio una canción de Bonet de San Pedro -un mallorquín en principio inofensivo, más bien algo cursi y meloso-, con los siguientes versos:

“Rascayú, cuando mueras ¿qué harás tú? / Rascayú, cuando mueras ¿qué harás tú? / Tú serás un cadáver nada más. Rascayú, cuando mueras ¿qué harás tú”.

Nuestro protagonista lo tiene muy claro: están hablando de Franco y, además, la melodía no puede ser de peor gusto: necrofilia, enterradores, muertos escapados de la fosa, esqueletos que bailaban sardanas, muertos revolucionados y demasiado humor negro para una España sin sentido del humor. Imagino que una mente tan aguda como la de nuestro censor pensó en un posible complot para acabar con la vida del Caudillo. Por supuesto, en la España real la canción fue censurada, aunque consiguieron el efecto contrario porque “Rascayú” fue una de las melodías más populares durante el franquismo, todo el mundo la conocía y todo el mundo la cantaba.

David Bizarro, en su artículo “La negra historia de ‘Raska-yú’, una canción de difuntos”, publicada en El País Tentaciones, nos cuenta el origen de esta canción; como tantas otras, con una autoría muy discutible y un origen que se remonta a finales del siglo XIX. Aunque el autor legal de “Rascayú” es Bonet de San Pedro, ni la melodía ni la letra son del todo originales. La música puede que tenga su origen en el cortometraje animado de Betty Boop “I’ll be Glad When you’re Dead, Rascal You” (Dave Fleischer, 1932), en el que Louis Armstrong interpreta el tema que allí se escucha. Lo de la letra es aún más evidente; parece que Bonet de San Pedro debió de conocer el tema “La Boda Negra”, que el autor cubano Alberto Villalón tal vez escribió a partir de un poema homónimo del colombiano Julio Flórez o, incluso, del sacerdote venezolano Carlos Borges. “La Boda Negra” narra la historia del poeta en ciernes Francisco Caamaño de Cárdenas, que pierde a su prometida (Irene Gay) debido a la tuberculosis cuando ésta tenía diecinueve años; Francisco enterró a Irene con traje de novia y, cuando sus restos fueron exhumados tres años después, como habitualmente se hacía con las familias humildes para trasladar los restos a un osario común del cementerio, consiguió (quizás mediante sobornos) el esqueleto de su amada, que vistió y conservó con devoción y respeto, aunque finalmente tuviera que abandonar la población ante el miedo a las represalias por un posible brote tuberculoso originado por el cadáver.

Me imagino que el tono humorístico de la canción ha propiciado la existencia de versiones procedentes de diferentes géneros: Rudy Ventura, Los Gatos Negros, La Orquesta Mondragón y Bonet de San Pedro, Peret, Papawa, El Frenillo de Gaughin, Ben Trempats, etc.; algunas de ellas relativamente recientes -esa es otra de las cosas que llama la atención con esta canción-, por ejemplo, las dos versiones que hoy acompañan a la de Bonet de San Pedro: la de O Sister!, a quienes hace poco vi en directo, es de 2014, y la de Twanguero (con Ara Malikian al violín) es del año pasado (os aconsejo que no os la perdáis); por cierto, en otra ocasión os hablaré de este peculiar guitarrista que, a mi entender, merece la pena.

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Concierto de O Sister! Fernán Gómez Centro Cultural de La Villa. Madrid, 16-XI-2017

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Éste es el tercer año que acudo al Festival de Jazz de Madrid, un evento que parece consolidarse en la capital durante el mes de noviembre, para alegría de quienes amamos la música. En la edición anterior estuve en los conciertos de la Vargas Blues Band y del trío Benavent-Di Geraldo-Pardo y, en 2016, puede ver, después de mucho tiempo esperando, a Madeleine Peyroux; en aquella edición también estuvieron los sevillanos O Sister!, que han repetido este año para disfrute de todos los que estuvimos el viernes pasado en la Sala Guirau del Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa (Madrid).

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O Sister! no son precisamente unos recién llegados al mundo de la música, este año celebran su décimo aniversario con la gira “10 Crazy Years”, que espero sea todo un éxito y consolide a este grupo como referencia del jazz vocal, estilo Nueva Orleans, en Europa. Durante la actuación confesaron su deuda con The Boswell Sisters, un trío de armonía vocal estadounidense de la década de 1930 (así sonaban), incluso comentaron que O Sister! comenzó como un homenaje a las hermanas Boswell; en Mondo Sonoro señalan que llegaron a participar en un homenaje a las Boswell Sisters que se celebró en Nueva Orleans, en el año 2014 (aquí los podemos ver, en un documental muy interesante).

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Todo comenzó para nuestros protagonistas de hoy en 2008, cuando Paula Padilla decidió crear un proyecto, junto con su amiga Helena, para rescatar el viejo swing del primer tercio del siglo XX; tal y como la propia Paula ha comentado, “se lo propuse a mi amiga Elena, con la que llevaba años cantando en corales, y completamos el trío con mi hermano Marcos, que venía de una formación clásica y tenía voz de tenor. Ninguno había hecho este estilo antes aunque yo sí había escuchado mucho jazz a través de mi padre (…) Más tarde, se unió Matías, que era mi profesor de guitarra” (consultado en Tribus Ocultas). Ofrecieron su primer concierto en Sevilla, el 28 de junio de 2008, después incorporaron a Camilo Bossa (contrabajo) y Pablo Cabra (batería, percusiones); con esta formación siguieron actuando como un grupo de versiones y grabando álbumes como “Crazy People” (2009), “Shout Sister!” (2012) y el EP “Spooky Sessions” (2014); su último álbum se tituló “Stompin’ in Joy (2016), un trabajo donde la mayoría de las canciones ya están compuestas por ellos.

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O Sister! estuvieron en escena durante aproximadamente dos horas que, os puedo asegurar, se hicieron cortas. Desde luego, sabía que iba a presenciar un concierto de swing, dixieland y jazz vocal años veinte-treinta, lo que no me imaginaba es la calidad que atesora esta formación. Pronto me di cuenta, en cuanto vi su exquisita puesta en escena y tras escuchar los primeros acordes de “Begin the Beguine”, tema de Cole Porter que fue grabado por otro trío vocal (las Andrew Sisters), también de los años treinta. Las canciones fueron sucediéndose, al igual que los bailes y las performances con las que este grupo adorna su música; a mí me conquistaron desde el minuto uno y, según puede comprobar, también a todo el auditorio, rendido ante la manera de interpretar, la simpatía, el arte y la entrega de estos sevillanos poseídos por el swing.

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Cualquiera que vea en directo a O Sister! se percatará de lo bien que han recreado la época a la que homenajean; los bailes, la escenificación de las canciones, hasta el sonido se parece al de las viejas grabaciones en discos de pizarra. Por supuesto, todo eso no es casual, detrás hay muchísimo trabajo y, a mi entender, una planificación milimétrica de la interpretación vocal e instrumental que exhiben en cada canción. O Sister! es un proyecto que emociona y sabe llegar al público, algo que consiguen a base de calidad y trabajo; sólo hay que escuchar las tres voces para percatarse de ello, perfectamente empastadas, sincronizadas a la perfección, sin desafinar ni una nota en toda la noche, incluso capaces de emular instrumentos como la trompeta. Hasta el pequeño descanso que se tomaron está perfectamente estudiado; lo hicieron después de interpretar “Rasca-Yú”, el clásico de Bonet de San Pedro, creo que el único tema cantado en castellano; inmediatamente después nos quedamos en compañía del violinista Raúl Márquez, uno de los tres invitados de la noche –junto con Ángel Andrés Muñoz (piano) y David Pérez (trompeta)-, quien interpretó el tema central de “Casablanca”, “As Time Goes By«, improvisándolo con la complicidad del público.

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El concierto acabó y aún nos tenían reservada una sorpresa; a la salida de la Sala Guirau, en el hall, habían puesto una pequeña mesa para vender sus discos; en ese momento aparecieron los músicos y se pusieron a tocar allí, entremezclados con la gente, mientras los tres cantantes firmaban discos y charlaban, con simpatía y cercanía, con quienes se acercaban a ellos.

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Durante el concierto la organización prohibió cualquier tipo de grabación; por lo tanto, algunas de las fotos que aparecen a lo largo de esta entrada las he tomado de la página oficial de Facebook de O Sister! y de internet, el resto son mías, del momento que os acabo de comentar, tras la finalización del concierto. Por supuesto, compré sus discos y me acerqué a que me los firmaran, uno Helena y el otro Paula, como bien podéis ver en las siguientes imágenes ¡Muchas gracias chicas!

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También os dejo un par de vídeos, tomados de otras actuaciones en directo de este grupo para que os hagáis a la idea de su estilo, el enlace a sus canales de Youtube y Spotify, a su página web y, al final del todo, el único vídeo que hice el viernes, precisamente al finalizar la actuación, en el hall.

Si tenéis oportunidad y os gusta el swing, no os perdáis a O Sister! Espero que tengan mucha suerte y triunfen como se merecen, creo que hay público para ello; cuando los veía pensaba en la Orquesta Pink Martini, diferente en su concepto musical pero también muy apegados a lo “vintage” ¡Qué arte hay en Sevilla y qué veinte euros más bien pagados!

 

Renato Carosone / Quadro Nuevo / The Puppini Sisters. «Tu vuò fà l’americano»

Italia fue uno de los países que más se beneficiaron del Plan Marshall, una iniciativa estadounidense que, durante los años 1948-1951, repartió unos trece mil millones de dólares entre los países europeos devastados por la II Guerra Mundial; el país transalpino recibió unos mil doscientos millones de dólares, una cifra muy elevada que, sin duda, resultó fundamental en el proceso conocido como “El Milagro Económico Italiano”, nombre que recibió el período de crecimiento económico sostenido que experimentó Italia desde que finalizara la II Guerra Mundial hasta finales de los años sesenta. En las zonas del sur es donde más de evidenciaron los contrastes; la esencia agrícola y rural de estos territorios chocó con el progreso industrial y con las nuevas manifestaciones culturales y artísticas procedentes de los Estados Unidos. En este contexto es en el que se compuso, en 1956, la canción “Tu vuò fa l’americano”, obra del letrista Nicola Salerno (“Nisa”) y del cantante y compositor Renato Carosone, un napolitano que aprendió a tocar el piano en el Conservatorio de San Pietro a Maiella (Nápoles) y que, tras su paso como músico por las colonias italianas en África, inició su carrera en Italia; en 1960, en pleno éxito, abandonó la música para dedicarse a otros menesteres. El tema que nos ocupa, originariamente grabado en idioma napolitano, es uno de los más famosos de la dupla Carosone/Nisa, una canción concebida a modo de crítica divertida dirigida a esos napolitanos que siempre han vivido en el campo, muy apegados a las costumbres de su tierra que, como por arte de magia, en aquellos años de la posguerra intentaban imitar el estilo de vida americano: pantalones vaqueros, gorras, whisky con soda, béisbol, cigarrillos Camel y R&R, por supuesto, todo ello pagado por “la borsetta di mammà”.

La versión original de Renato Carosone apareció en la película “Totò, Peppino e le fanatiche” (1958), interpretada por él mismo junto a su banda de jazz, es el primer vídeo destacado de esta entrada. Es bastante conocida la interpretación que hizo Sophia Loren para la película “Capri” (1960) y, también, la de Jude Law, Rosario Fiorello y Matt Damon, que formó parte de “El Talento de Mr. Ripley” (1999). Entre las muchas versiones que hay de esta melodía, podemos mencionar las de The Ray Gelato Giants, Petinellis, Lou Bega, Tonino Carosone, Dany Brillant, The Brian Setzer Orchestra, Rita Pavone, Orquesta Platería o Vendetta, con letra en español, a ritmo de ska y en tono satírico; y hay otra muy conocida, la de los australianos Yolanda Be Cool, bajo el título “We no speak americano”. Además de todas estas interpretaciones os propongo otras dos muy singulares, precisamente las que hoy acompañan a Renato Carosone como vídeos destacados; la primera a cargo del cuarteto de jazz alemán Quadro Nuevo, con más de quince discos en su haber, muchos premios y aún en activo; la segunda, a un ritmo frenético, nos la ofrece el trío de swing vintage The Puppini Sisters, también en activo.

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