Es difícil precisar cuando nos convertimos en adultos y, lo que es más importante, qué acontecimientos y comportamientos definen este estadio. Seguro que se han escrito toneladas de literatura sobre el asunto, haciendo hincapié en el control emocional, la integración familiar y social, la percepción objetiva de la realidad o la responsabilidad. Existe un parámetro que nos ayuda a saber cuánta juventud hemos perdido: la empatía, el recordar y comprender el comportamiento de los jóvenes como algo que también formó parte de nuestras vidas. Pensar que nuestra infancia y juventud fue mejor que la de ellos, incluso hacérselo saber con tono autosuficiente o recriminatorio, suele ser síntoma de mala memoria y de ruptura con lo que un día fuimos. Por ejemplo, los de mi generación tendemos a criminalizar el botellón sin haber estado en ninguno, probablemente porque, en el fondo, sabemos que nosotros hacíamos algo parecido cuando teníamos su edad. Tal vez no ensuciábamos tanto, aunque tampoco estoy muy seguro que recogiéramos las litronas vacías de los parques y de otros lugares donde nos reuníamos. Para los amnésicos, recuerdo que a finales de los setenta, con quince o dieciséis años, teníamos todo un abanico de posibilidades; además de los parques (en mi caso también la Casa de Campo, muy cercana a mi instituto), hacíamos fiestas en locales vacíos que nos dejaban, en la calle, en la playa e, incluso, en las aulas cuando estaban vacías y sabíamos que contábamos con la complicidad de ciertos profesores.
Algunas personas de mi edad dicen que ahora se bebe más; es probable que sea así, aunque realmente no lo sé y, sinceramente, me imagino que todo dependerá del grupo de amigos y de la actitud individual de cada chaval. Tampoco sé, y es algo que me gustaría saber, qué papel desempeña la música en los botellones. En nuestras fiestas era fundamental; la escuchábamos, hablábamos de ella, bailábamos y era la aliada perfecta para poder acercarse a las chicas. En 1978 había un película de moda entre la juventud, «Grease»; su banda sonora era una de las imprescindibles en nuestras reuniones; tenía canciones alegres y con cierto aire rocanrolero, como «Summer Nights«, «You’re the one that I Want«, «Greased Lightnin«, «Hound Dog» o «We Go Together«; y, por supuesto, otras más íntimas, como «Blue Moon«, «Hopelessly Devoted to You«, «Sandy«, «It’s Raining on Prom Night» o «Those Magic Changes», la canción destacada de hoy (aquí podéis ver la secuencia de la película en la que aparece esta melodía). Está interpretada, como muchos de los temas de «Grease», por Sha-Na-Na, un grupo norteamericano de doo-wop creado a finales de los años sesenta, que llegó a participar en el Festival de Woodstock -creo que actuaron delante de Jimi Hendrix-. Tal vez a alguno de vosotros «Those Magic Changes» os parezca una horterada cursi. Yo tengo mucho cariño a esta canción; forma parte del cordón umbilical de mis recuerdos, me sigue sirviendo como referencia para no perder la perspectiva, mantener alguna opción de juventud y mitigar cualquier arrebato de intransigencia generacional.
Me alegro de que los Sha na na fueran los de Grease, cosa que no sabía, pues les tengo mucho cariño por el «to the hop» del festival de Woodstock. Siempre nos sorprendía mucho este grupo que rozaba la pachanga.
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Es un grupo muy divertido, tal vez minusvalorado precisamente por eso, pero llegó a estar en Woodstock, algo de lo que no pueden presumir muchos. Saludos.
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Desde luego en nuestros ‘botellones’ (a los que nosotros llamábamos ‘ir a matar águilas’ porque las litras eran de esa marca de cerveza) sí que jugaba un papel fundamental la música, incluso muchos de ellos los pensábamos para un disco o grupo determinado; por ejemplo, cuando se preveía una noche de luna especialmente bonita, nos íbamos al castillo de mi pueblo a escuchar el Dark Side of the Moon, o hacíamos un monotématico de Queen para desgañitarnos cantando en algún cortijo…
Ahora, el que se lleva la palma de todos nuestros botellones fue uno que hicimos en Rumanía, a las puertas del castillo de Bran en plena Transylvania, invocando a Vlad Tepes, cuando este país era aún un destino turístico por descubrir hace ya como 15 años. Varios amigos allí solos, en los bosques circundantes del castillo, con unas Ursus y disfrutando de un entorno auténticamente mágico. Fue increíble. Por respeto y por disfrutar de los sonidos que nos envolvían, no pusimos música, pero yo no hubiera dicho que no a un poquito de Cradle of Filth jejjeje. Eso sí, por supuesto, lo dejamos todo limpio y nos llevamos todo lo que utilizamos.
En cuanto a la banda sonora de Graese a mi me gusta, es un poco como Rocky Sharpe, música para divertirse y alegre, muy apropiada para bailar en discotecas (aunque ya no existan o sean sólo de música electrónica). A mi es una peli y una BSO que me gusta revisar de vez en cuando.
Saludos Raúl
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Es difícil ser objetivos con la música cuando en ella van mezclados los recuerdos, de hecho escribiendo esta entrada, y recordando de nuevo las canciones de Grease, he disfrutado muchísimo y me ha dado un ataque de nostalgia de los grandes. Además, durante estos días, ha dado la casualidad de que ha salido el tema de los conflictos generacionales en un par de conversaciones con amigos, precisamente cuando ya tenía escrito este texto. Me acuerdo que, en los setenta, siempre distinguíamos la música para bailar y divertirse (como la de Grease) y la que denominábamos como “música para escuchar”; y, efectivamente, cada una tenía su momento. Lo de Rumanía tuvo que ser la leche, ¿no os llevaríais algún mordisquito vampírico de recuerdo? Saludos Alex.
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Genial yo mis mejores botellones fueron en mi pueblo con las litronas de mahou que nos afanabamos en devolver pq nos devolvían el dinero, para luego comprar otras, después con mi viejo sanyo nos poníamos a bailar el acachu camón de player….por cierto leí ayer que el lunes a parte de ser blue había muerto el líder de las águilas…..esperó tomarme unas cuantas a vuestra salud recordando a tanto genio,va porti Alex también y ese modo de romper los botijos…ja,ja saludos
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Yo también tuve un sanyo mono, de esos pequeños que no tenían radio, no veas el tute que le di. Muy bueno de lo del «acachu camón de player», jajaja. Es verdad, ¡vaya racha de muertes que llevamos!: Lemmy, Bowie y ahora Glenn Frey, todos ellos fallecidos con setenta años o menos, a ver si se frena un poco la racha. Saludos, Vidal (creo que eres tú, ¿no?)
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Cierto cuando escribo desde el móvil, este me hace pequeñas jugarretas como la de jugar a quien es quien
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Vi la película, me trae muchos recuerdos de mi juventud, y no recordaba esta canción, la escuchare, tomando en consideración tu comentario final… Gracias
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¡Bienvenido a La Guitarra de las Musas, Rubén! Y gracias a ti por participar. Saludos.
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