The Jam. “Town Called Malice”

The Jam fue una de las bandas británicas más importantes a finales de los setenta y comienzos de los ochenta. Se formó en 1972, bajo el liderazgo de Paul Weller. Al principio hacían versiones de temas clásicos de R&R, trataron de revivir el movimiento mod y, al menos inicialmente, se encuadraron dentro de la corriente punk, aunque con el paso de los años se fueron alejando de ella; incluso tuvieron algunos enfrentamientos con los líderes de las formaciones que abanderaban este movimiento, como los Sex Pistols o The Clash, hasta el punto de que se les suele considerar como la oveja negra del punk; vestían con indumentaria mod, Weller solía criticar la hipocresía y el dogmatismo de ciertos sectores punk y, para colmo, según se iban haciendo famosos fueron incorporando a su sonido elementos nuevaoleros e influencias procedentes del funk, el soul y el universo Motown. Comenzaron a publicar discos en 1977; su primer Lp fue “In the City” (1977), aunque se suele decir de The Jam que fue un grupo de singles, ya que tuvieron mucho éxito con este formato y algunas de las canciones de estos discos, sobre todos las caras B, no fueron incluidas en los álbumes correspondientes. Su sexto y último álbum se tituló “The Gift” (1982); en él incluyeron once temas compuestos por Paul Weller (guitarra voz), que estuvo acompañado por los otros dos miembros habituales de esta banda: Bruce Foxton (bajo y coros) y Rick Buckler (batería). El tema más conocido de este álbum es “Town Called Malice” (¿Os acordáis de la película “Billy Elliot”?), un título en recuerdo de la novela de Nevil Shute A Town Like Alice (1950). La letra fue escrita por Weller a partir de recuerdos de adolescencia en su localidad natal, Woking, una ciudad –como otras muchas del Reino Unido- que acusó el azote de las políticas conservadoras del gobierno de Margaret Thatcher, sobre todo entre los trabajadores y los más desfavorecidos; así lo expresó el propio Weller en alguna entrevista:

“Town Called Malice [pretendía] capturar un sentimiento de ira que sentía, que mucha gente sentía, por el thatcherismo y la forma en que ella y el partido conservador estaban tratando de desmantelar las comunidades de las clases trabajadoras (…) Los ataques contra los sindicatos, las pequeñas empresas que desaparecían y otros tantos aspectos de la vida inglesa que se estaban clausurando… Y yo estaba tratando de reflejar la frustración y la desesperación que surgió de todo eso (…) Había una falsa pretensión de que de repente pudiéramos ser de clase media porque se nos permitía comprar nuestras propias casas, obtener una hipoteca y estar en deuda por el resto de nuestras vidas. Me gustan las imágenes suburbanas en ‘Town Called Malice’ como las filas y filas de furgonetas de reparto de leche en desuso de la cooperativa lechera“.

En cuanto a la música, así es como lo veía Weller:

“Había oído mucho de Motown y Stax cuando era un niño. En las giras de The Jam tuvimos un DJ llamado Ady Croasdell, que dirigía un club de música de los años 60. Me enseñó canciones menos conocidas y lo que la gente llama northern soul. Simplemente sopló mi mente. Ya habíamos pasado del punk muy rápido y ya en nuestro quinto disco, Sound Affects, había un montón de influencias dispares. Habíamos sido un grupo de tres instrumentos durante años, pero empezamos a introducir las secciones de viento, voces femeninas y teclados, tratando de expandir nuestro sonido“.

La influencia de la Motown es bien evidente en el tema que hoy nos ocupa; escuchad la canción de las Supremes “You Can’t Hurry Love”, ya veréis como el ritmo y la característica línea de bajo de “Town Called Malice” se parecen mucho a este clásico del pop-soul. Y ya que estamos con parecidos, os aconsejo que escuchéis una de las canciones más conocidas de Gabinete Caligari, “Tócala Uli” ¿Qué opináis?

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Las Cinco Canciones de Nostromo (V): “Teddy Picker» (Arctic Monkeys)

La entrada de hoy, la última de las cinco que ha elegido Nostromo, es «Teddy Picker», de la banda británica Arctic Monkeys, creada en el año 2002 y aún en activo. Esta vez, Nostromo reflexiona sobre lo difícil que es incorporarse a los gustos musicales de una generación que no es la tuya hasta que alguien te descubre a los Arctic Monkeys. He de deciros que es una sensación maravillosa, yo la tengo a menudo, cuando los amigos blogueros me presentáis artistas y grupos actuales que, a lo mejor, en otras circunstancias, jamás hubiera conocido. Por eso, quiero aprovechar para dar las gracias a todos los blogs que seleccionan lo mejor de la música actual, rescatando la excelencia del pozo de la mediocridad

¡Qué gran semana, Nostromo! Muchísimas gracias por todo lo que nos has dado, por querer compartir con nosotros tus vivencias y tu sabiduría, y por reivindicar la música como herramienta de comunicación. Nos seguimos leyendo. Al resto, os recuerdo que el blog de Nostromo es Musicae Memorandum; y que, si os animáis a enviar vuestras canciones, lo podéis hacer por correo electrónico (raulrn@wanadoo.es) o por twitter (@guitarmuses).

«Último desafío, si me he puesto pesao perdonadme, la culpa siempre de Raúl, yo solo puedo agradecer de nuevo, a él y al respetable, la oportunidad de poder disfrutar de este viaje de cinco etapas por estos lares.

Llegado a este punto, me doy cuenta de que he pasado por encima de un montón de canciones de mi vida; evoco a aquel Ted Nugent de la casa del «poblao», recuerdo a mis Leño por la nacional de Andalucía camino de Tenerife, añoro al Hilario Camacho de mi época de estudiante, sonrío cuando escucho Shout de aquellas noches de verano, bailo con B’52 como si estuviera en el Tene, canturreo Fiesta pagana como de ídem con mis Honderos,… son muchas las que me llenan de orgullo y satisfacción como diría aquel, buenas o malas eso lo de menos.

En los inicios del siglo XXI, el que suscribe estaba bastante desconectado de la música por poderosas razones, andaba perdido en el panorama musical al 95% 😉, siempre escuchaba lo mismo. Intentaba volver a enchufarme pero no me enganchaba con nada, me faltaba esa adaptación necesaria para oír las nuevas tendencias, para comprender a aquel Indie, me irritaban los triunfitos y la invasión de la «música feliz» con sus ritmos comerciales y bailongos.

Hasta que un día entablé una interesada conversación con un compañero de trabajo, un chaval de nuevo ingreso de los que presumen de modernos, una víctima propiciatoria además de buena gente. Me aconsejó varios grupos, creo recordar a los Black Keys y a los Strokes entre ellos, pero los que verdaderamente me impresionaron fueron estos Arctic Monkeys, me aferré a ellos como un náufrago a un salvavidas en altamar. Descubrir música volvía a tener sentido, fue la puerta entreabierta por la que me asomé a un flamante y desconocido horizonte sonoro.

El sonido sencillo y fresco de aquellos críos imberbes me gustó desde el primer momento, un grupo a la vieja usanza: guitarra, bajo y batería, sin florituras, repitiéndose el número mágico; cuatro, aunque esta vez venían de Sheffield. I Bet You Look Good on the Dancefloor y When the Sun Goes Down estaban recién salidas del horno, los rasgueos sucios a golpe de codo sonaban endemoniadamente bien ¿o era fruto de mi imaginación y de mi necesidad? Les seguí la pista, Alex Turner cada vez cantaba mejor a la par que el grupo iba evolucionando y madurando, llegaron: Fluorescent Adolescent (2007), Do I Wanna Know? y R U Mine? (2013). Este pasado abril publicaron Tranquility Base Hotel & Casino, al que he escuchado de pasada por las ondas prometiéndome hacerle más caso.

Teddy Picker es el tercer sencillo de su segundo álbum Favourite Worst Nightmare (2007), toda una gozada para animar el día. Una teddy picker es una maquinita de esas en las que con una pinza intentamos agarrar un juguete o un regalo de un caótico expositor previo pago de la moneda de rigor. La canción es una sátira hacia los métodos arbitrarios para crear famosos sin ninguna clase de criterio ni calidad, como la plaga de reality shows de Tv donde, casi siempre, todo es tan superficial, frívolo y elemental, atentando contra toda cultura y buen gusto. En mí el efecto fue el contrario, los Monos árticos me sacaron de la apatía musical, despertaron de nuevo en mí la inquietud de pensar que siempre hay cosas nuevas que merecen la pena casi tanto como las de toda la vida, dejémoslo así.

Besos y abrazos. El placer ha sido mío».

The Smiths. «This Charming Man»

Hace algunas semanas, dentro de la sección «Las Cinco Canciones de tu Vida», Antonio (Diccineario) quiso acabar su espléndida participación con un tema de los Smiths, en concreto «There is a light that never goes out«. Recuerdo aquella entrada como una de las más animadas y participativas que hemos tenido en este blog; cuarenta y seis comentarios en los que todos nosotros mostramos nuestra predilección por esta banda, además señalasteis aquellas canciones que más os gustaban. Julia Fern llegó a decir: «¡¡Bueno!! ¡Menudo especial The Smiths que habéis preparado en un momento, una selección de lo mejorcito!» Ésta es la selección que se hizo aquel día, contando con la canción propuesta por Julia y la protagonista de esta entrada: «The boy with the thorn in his side«, «Everyday is like sunday» (ésta de Morrissey), «Bigmouth strikes again«, «First of the gang of die» (también de Morrissey), «You have killed me live in jools Holland» (Morrissey), «The Headmaster ritual«, «Last night I dreamt that somebody loved me«, «There is a light that never goes out» y la que obtuvo más votos de todos vosotros, «This Charming Man»; entonces me comprometí a dedicar una entrada a este tema, y lo prometido es deuda.

Esta canción es una de las más reconocidas de los británicos; fue su segundo single, publicado en octubre de 1983 por el sello independiente Rough Trade Record, posteriormente incluido en el primer álbum de esta banda («The Smiths«, 1984), una formación creada en 1982, en la ciudad de Manchester, en torno al vocalista Morrisey y el guitarrista Johnny Marr -precisamente los autores del tema que hoy nos ocupa-, a los que se unieron Andy Rourke (bajo) y Mike Joyce (batería). No estamos hablando de un grupo más de los muchos que hubo en los años ochenta; consiguieron un sonido propio, inconfundible, entre el post-punk, el rock alternativo y el jangle pop, sustentado en la guitarra de Marr, la peculiar y carismática voz de Morrissey y unas letras inteligentes, sugerentes, provocadoras y muy atrevidas para aquella Inglaterra conservadora de Margaret Thatcher. Precisamente este primer álbum se vio envuelto en varias controversias y escándalos, al acusarles de promover la pedofilia, incluso la tortura y el asesinato de niños, algo que siempre negaron con vehemencia; en concreto, estuvieron dentro de la polémica las canciones «Suffer little children«, «The hand that rocks the cradle» y «Reel around the fountain«. Precisamente este último tema tenía que haber sido el segundo single del grupo pero, tras las acusaciones de promover la pedofilia realizadas por algunos medios, decidieron sustituirle por «This Charming Man», una canción que nos habla de un chico guapo al que se le pincha una rueda de su bicicleta, un hombre encantador en un coche, el asiento del pasajero y lo lamentable que es querer ir de fiesta y no tener nada que ponerse ¿Una canción de temática gay? ¿La crónica de alguien que acaba de «salir del armario»? ¿Una reflexión sobre la importancia de ir bien vestido a las fiestas o, tal vez, un aviso dirigido a ciclistas solitarios? Quiero agradecer a todos los amigos que participasteis en aquella tertulia que dio origen a esta entrada: Alex, Antonio, Vidal, Salva, Eduardo, lrotula, Julia y Whatgoesaround, que nos mostró su canción preferida («Girlfriend in a Coma«) en un post que publicó unos días después de este bonito debate.

Las Cinco Canciones de Antonio (V): «There is a light that never goes out» (The Smiths)

Antonio se despide hoy de todos nosotros con «There is a light that never goes out», uno de los mejores temas de los británicos The Smiths, banda que aún no había aparecido en La Guitarra de las Musas, pese a que siempre me gustó bastante, sobre todo sus discos «Meat is Murder» y «The Queen is Dead». Mi intención es que vuelvan a ser protagonistas otro día, con otra canción; ¿cuál elegiríais vosotros?, me comprometo a acatar vuestra decisión, aquella con más votos será la escogida; sólo en caso de empate, haré valer mi preferencia. Antonio, ha sido todo un lujo contar contigo, espero que algún día pongamos en marcha aquella iniciativa de la que hablamos. Un abrazo muy fuerte. Y al resto os recuerdo que os paséis por Diccineario, un blog excepcional, imprescindible para todos los seguidores del cine y de la palabra.

Os recuerdo que esta sección está abierta a todos los amigos/as que deseéis participar en ella; si queréis enviar vuestras cinco canciones, con sus recuerdos respectivos, lo podéis hacer mandando un correo a la siguiente dirección: raulrn@wanadoo.es o contactar a través de twitter (@guitarmuses).

«Aunque siga molestándome que mucha gente solo la conozca por la versión de Mikel Erentxun, incluso algunos creen que es original suya, esta barbaridad de canción sigue emocionándome como el primer día que la escuché por el profundo instinto poético con el que trata una fatalista historia de amor no correspondido, impregnada de rebeldía, deseo y pesadumbre existencial. Un tema que representa mi actual pasión por el rock alternativo de raigambre inglesa, ejemplarizada en grupos como U2, The Cure, Oasis, Pulp, Radiohead…»

Blondie. «Dreaming»

Hay nombres de grupos musicales un tanto alambicados, en cambio otros son sencillos; los hay más largos y más cortos; en homenaje a alguien o algo; algunos son el resultado de casualidades o de hechos fortuitos; y también están los que siguen una determinada estrategia comercial o promocional. El grupo de hoy, Blondie, toma su nombre de un hecho casual que, además, trató de ser utilizado con fines estratégicos; se le ocurrió a Deborah Ann Harry, la cantante y líder de esta banda neoyorkina establecida en 1974, cuando un camionero la increpó con un “¡Hey, rubita!”, probablemente acompañado de una proposición sexual; pensaron que Blondie podría ser un buen nombre, además de idóneo para las tiendas de música, ya que sus discos estarían así cerca de los de The Beatles, una de las zonas más visitadas en estos establecimientos musicales. La banda inicial estaba formada por Jimmy Drestri (teclados), Gry Valentine (bajo), Clem Burke (batería), Chris Stein (guitarrista) y Debbie Harry (voz). Su primer álbum aparece en 1976 (“Blondie”) y el segundo un año después (“Plastic letters”); el tercero fue uno de sus mejores trabajos (“Parallel Lines”, 1978) y el siguiente, el que nos ocupa (“Eat to Beat”), fue uno de los más exitosos y, también, el que marcó el punto de inflexión de este grupo, disuelto en 1982 tras la grabación de otros dos discos más (“Autoamerican” y “The Hunter”). A finales de los noventa volvieron a reunirse y, como tantas otras bandas, han publicado algún trabajo de manera esporádica y aún deben continuar en activo. Volviendo a “Eat to Beat” (1979), me parece un disco interesante de new wave, en el que destacan temas como el popero “Union City Blue”, el desgarrado y punk “Victor”, la balada “Shayla”, incluso hay una nana: “Sound-A-Sleep”; el álbum comenzaba con “Dreaming”, compuesta por Debbie Harry y Chris Stein, una canción pop con cierta reminiscencia sesentera y un poderoso ritmo, en el que la batería tiene un protagonismo inusual. Sin embargo, no estamos ante un tema del todo original; el propio Chris Stein, co-autor de la pieza, ha reconocido que es muy similar a “Dancing Queen”, el famoso tema de Abba (aquí lo podéis comprobar). Existen varias versiones de “Dreaming”, bastantes debidas a grupos indie o de rock alternativo; yo os voy a dejar con la de Imelda May, a quien tuve el privilegio de ver este verano en el Madgarden Festival de Madrid.

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