En septiembre de 1987 me tocó «cumplir con la Patria»; me fui al Servicio Militar con veinticuatro años después de acabar la carrera, y a Melilla, uno de esos destinos que nadie quería. Algo raro debió de suceder en el sorteo porque aquel año la ciudad norteafricana se llenó de universitarios madrileños, tal vez como venganza del sistema castrense por nuestro empeño en querer retrasar lo inevitable. Sin embargo, la diosa de la compensación quiso que el mes de agosto fuera inolvidable. Las perspectivas iniciales no eran muy halagüeñas; me tocaba trabajar en la obra que íbamos a iniciar en la pequeña casa familiar que tenemos, desde hace ya muchos años, en Almendral de la Cañada, un pueblecito del Valle del Tiétar del que ya os he hablado en otras ocasiones. La reforma la iba a realizar un albañil amigo de la familia, su hijo Mariano y un colega del primero. Mis hermanos/as y yo éramos, como se dice coloquialmente, los «machacas» o los «traidores» («tráeme esto, tráeme lo otro»). A pesar del duro trabajo, el ambiente fue genial y los jóvenes incluso habíamos conseguido parar la obra a una hora concreta para desayunar, justo cuando emitían la novela «Los ricos también lloran» que veíamos todos, «bocata» en mano, ignorando la calidad de aquel bodrio y comentando con pasión lo que veíamos en pantalla. Todo muy surrealista. Con veinticuatro años el cansancio no existe así que, al acabar el tajo, nos duchábamos, cenábamos, nos arreglábamos y nos íbamos a recorrer la noche; mi compañero era Mariano aunque pronto nos acompañaron un par de amigas que pasaban unos días de veraneo en el pueblo. Casi todos los días íbamos en busca de fiestas en otras localidades o de sitios donde pasar aquellas noches de agosto que, a menudo, se alargaban hasta bien tarde, por lo que apenas dormíamos; hoy día pienso en ello y aún no puedo explicarme cómo soportábamos aquel ritmo: trabajo en la obra / «Los ricos también lloran» / noche toledana. A las chicas les gustaba una canción francesa que se escuchaba mucho aquel verano y, como podéis imaginar, no paraba de sonar en el coche: «Voyage, Voyage», de la cantante Desireless a quien tal vez recordéis por su pelo de punta y su aspecto andrógino. Cada vez que la escucho me acuerdo de aquellos días y, sobre todo, de Mariano, a quien un cruel accidente, un golpe de mala suerte, se lo llevó de este mundo cuando realizaba su trabajo. Esta canción va por ti, amigo; espero que, estés donde estés, como dice la letra de este tema, sigas volando, viajando por territorios exóticos y recreándote con la inmensidad del océano.
Este blog y yo nos tomamos un descanso veraniego, volveremos en septiembre ¡Qué paséis un buen mes de agosto!
Buen viaje,la próxima semana estaré en navaluenga, una de las playas de Madrid si estas cerca nos tomamos una mahou y recordamos esos increíbles veranos llenos de cristal…..Carlos Alfredo mismo,por dios….
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hubiese sido un buen plan la semana pasada, estuve precisamente en Almendral de la Cañada, y Navaluenga no está excesivamente lejos, seguro que tendremos otra ocasión. Los culebrones fueron un éxito en aquella época, también me acuerdo de esa que comentas, «Cristal». En «Los Ricos también lloran» decían aquello de «platicar en la recámara», que nos encantaba. Yo creo que que esa manera de hablar era una de las cosas que más nos llamaban la atención de aquellos culebrones. Qué tengas un buen mes de agosto, Vidal.
Me gustaMe gusta
Triste final el de tu historia !! Por otro lado me encanta esta cancion y la he bailado tropecientas veces… Felices Vacaciones
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues sí, hace ya bastantes años de aquello, pero a mí, y a mi familia, no se nos olvidará nunca. Es la típica canción de pop ochentero aunque cantada en francés, una rareza para aquella época ¡Qué pases un buen mes de agosto, Guecica!
Me gustaMe gusta
Esta canción que has elegido es la personificación del verano. Que tengas unas buenas vacaciones. Nos leemos en septiembre, Raúl.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Eso he intentado Eduardo, que recordara la verano de mucha gente, al mío en particular y que sirviera para recordar a Mariano ¡Qué pases un buen mes de agosto!
Me gustaMe gusta
Que recuerdos los de aquel verano, trabajamos duro, pero mereció la pena, fue un gran verano y en buena compañía, pero después de oír tus palabras, es inevitable que vengan a mi cabeza recuerdos de esta gran persona que la desgracia hizo desaparecer de nuestras vidas, pero que indudablemente permanecerá para siempre en nuestra memoria.Te recordamos Mariano, donde sea que este.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Toda la familia nos acordamos de él y de aquel verano, Mariano era el jefe de la tropa y la verdad es que tuvo mucha paciencia con nosotros; acuérdate, por ejemplo, de cómo tiraba ladrillos y cómo nos enseñó a recogerlos. Gracias por comentar, Carlos. Besos.
Me gustaMe gusta
Hay varias cosas en tu pequeño relato que me han emocionado porque me han traído recuerdos de veranos parecidos, que yo pasaba aquí en mi pueblo extremeño también (primera coincidencia). Y luego las noches de julio y agosto, con el pueblo lleno a rebosar de inmigrantes en vacaciones retornados de Madrid o Barcelona o Bilbao, una animación impresionante y gente nueva e interesante allá donde miraras… Yendo de feria de pueblo en feria de pueblo… ‘Cristal’ en la tele y toda la familia enganchada a los devaneos de aquella rubia que hablaba tan curioso… Las noches en las discotecas de verano, después de días de trabajo, piscina y estudio, todo cabía en 24 horas… Los ligues con las ‘chicas nuevas’ que venían de fuera y que bailaban temas como el Voyage Voyage o la Dolce Vita… Que recuerdos… Lástima que tu historia tenga un final triste, yo también echo de menos a algún amigo, hasta en ese punto desgraciado se parecen las historias.
En fin amigo, que pases unas muy felices vacaciones, y nos leemos en septiembre!!!
Hasta pronto
Me gustaLe gusta a 1 persona
Almendral de la Cañada está relativamente cerca de Extremadura, a unos 30 kilómetros de Talavera de la Reina. En aquellos veranos las 24 horas daban mucho juego, además de todas las actividades que comentas también había que intentar echarse un poco la siesta, jugar al mus, dar paseos en motocicleta (en aquella época yo tenía un vespino), ir a por higos, y, por supuesto, socializar con todo el mundo. En los años ochenta yo también recuerdo al pueblo lleno de gente en verano, ahora no tanto, al menos a mí me da esa sensación. Las pérdidas siempre quedan marcadas en nuestro recuerdo, debe ser ley de vida… Si sigues publicando trataré de leerte. Gracias por tu fidelidad con este blog, un abrazo.
Me gustaMe gusta
Tengo una facilidad terrible y para nada buscada de meter el dedo en la llaga. En cada publicación le toco la fibra sensible a alguien, y ahora parece que también lo hago aunque sea la publicación de otro 😦
Es muy difícil (o imposible) que la pérdida de alguien querido no duela, pero espero que esos días de verano, trabajo y hormonas revueltas tengan mucho peso en tus recuerdos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
No te creas Luna, en realidad te agradezco que la hayas elegido como una de las cinco canciones de tu vida, esta canción me trae más recuerdos buenos que malos, y siempre es una buena manera de recordar a un amigo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bueno, eso me alivia…
Me gustaLe gusta a 1 persona