Es difícil hablar de los orígenes del rock sinfónico sin tener en cuenta a dos bandas inglesas que, paradójicamente, son más conocidas -al menos para el gran público- por sus baladas para bailar “agarrao” que por su condición de pioneros del género progresivo. Me refiero a The Moody Blues -para muchos el grupo de “Nights in White Satin”- y a Procol Harum, los de la romántica “A Whiter Shade of Pale”. A éstos últimos les hemos dedicado ya un par de entradas, una en torno a su gran éxito y otra centrada en su primer álbum; entonces, recordábamos los orígenes de la banda y sus principales señas de identidad: un rock psicodélico-sinfónico en el que también están presentes elementos de otros géneros, como el soul, el pop beat o el R&B, todo ello envuelto en el característico sonido del órgano Hammond.
Tras su primer álbum de estudio (“Procol Harum”, 1967), publicaron el titulado “Shine on Brigthly” (1968) y, al año siguiente, “A Salty Dog” (1969), un álbum que fue muy radiado en los Estados Unidos, y de los más queridos por los seguidores de este grupo. Inspirado en lo náutico, tiene una portada que recuerda a la del paquete de cigarrillos “Player’s Navy Cut”, marca británica introducida en 1883. Su tema más conocido, uno de los imprescindibles en los conciertos de Procol Harum, es el titulado igual que el disco, una bellísima y emocionante pieza de rock sinfónico melódico, en la que destacan tanto la letra (escrita por Keith Reid), como la música, obra del pianista y cantante del grupo Gary Brooker. Esta historia de marineros y capitanes intrépidos que atraviesan mares y territorios inexplorados, de emoción, muerte y satisfacción, no puede estar mejor arropada en lo que respecta a lo musical; a partir del órgano de Matthew Fisher y del piano de Gary Brooker -el riff del comienzo parece que está inspirado en el silbido de un tren que escucho Brooker en Suiza- se construye una fantástica pieza musical, con arreglos orquestales que quizás recuerdan a los de Chopin, un trabajo de batería realmente excepcional a cargo de Barrie James Wilson y, por supuesto, la voz de Gary Brooker, que encaja como anillo al dedo en esta épica y melancólica historia de presagios y naufragios.
En este directo de 1971 se les puede ver sin el apoyo orquestal, os recomiendo que no perdáis cómo se desempeña el batería; aquí tenéis otro directo, de 1972, con la intervención de la Edmonton Symphony Orchestra; y aquí otro del año 2006, con orquesta y coro. Entre las versiones que se han hecho de este tema, voy a mencionar dos: la interpretada por el cantante y compositor Marc Almond, del dúo de tecnopop Softcell, y la ejecutada por el supergrupo de rock progresivo Transatlantic, del que han formado parte Neal Morse (Spocks Beard), Mike Pornoy (Dream Theather), Roine Stolt (The Flower Kings) y Pete Trewavas (Marillion).

Un tema muy bonito y sugerente. Es verdad, es una banda no demasiado conocida por esa faceta psicodélico-sinfónica… al menos para mí. Escucharles me trae reminiscencias de otras bandas en una onda parecida: King Crimson, Genesis…
Namaste.
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No es de los grupos más conocidos del rock sinfónico/progresivo, salvo por su tema archiconocido, «A Whiter Shade of Pale»; de hecho, mucha gente piensa que son más cercanos al pop o a las baladas que al progresivo. Pero la realidad es que fueron pioneros de este género, anteriores incluso a las bandas que comentas. Es verdad que hay temas de King Crimson, como «Epitaph», que están muy en la onda de «A Salty Dog» y, por supuesto, varios de Genesis, por ejemplo «Firth of Fifth». Saludos, What.
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Qué preciosidad de tema, realmente te lleva a otro lugar, es muy poético, y a mí también me recuerda a King Crimson, aunque de rock progresivo o sinfónico he oído lo básico, y gracias a ti un poquito más. Buenísimas las interpretaciones en vivo, la primera, con ese trabajo de la batería que destacas y no es para menos, es la que más me ha gustado, pero hay que reconocer que los arreglos y el acompañamiento orquestal o coral, como en la última ya a lo grande, le va fenomenal, es que están rozando ese terreno sin mucho esfuerzo. En cuanto a las versiones, me quedo con la de Trasatlantic, pero se echa de menos la voz de Gary Brooker, que le da un lirismo muy especial a la composición. Me ha gustado mucho y también ir un poco más allá de ese único tema que la mayoría conocemos de Procol Harum.
Un abrazo Raúl y buena semana.
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No me extraña que sea uno de los temas que siempre han demandado más sus seguidores en los conciertos, es una maravilla. Le comentaba a What que, efectivamente, hay temas de King Crimson (los menos crispados), como «Epitaph», que recuerdan un poco a «A Salty Dog». El rock progresivo ha sido tradicionalmente más de músicos que de cantantes, pero hay algunos, como Greg Lake, Jon Anderson, Annie Haslam o Gary Brooker que ayudaron mucho a difundir la idea de que los vocalistas también eran algo importante dentro de este estilo. No es fácil hacer versiones de los grandes del rock progresivo, hay que conocer muy bien su obra y, sobre todo, ser muy buenos como instrumentistas, en eso los miembros de Transatlantic van sobrados. Un abrazo, Eva. Qué pases una buena semana.
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Por supuesto, yo solo conocía esas baladas (que me encantan), pero me ha gustado mucho esta otra faceta. 🙂 El batería… es el que más lo vive, sin duda, je, je. ¡También me ha ganado la puesta en escena!
Un abrazo
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Cada vez sabes más de rock progresivo, jejeje, le vas cogiendo más el gusto. Abrazos.
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Je, je, gracias a ti 🙂
¡Un abrazo!
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