Para una persona tan poco madrugadora como yo, levantarse a las ocho de la mañana para ir a la playa es un acto de valentía sólo comparable con salir disparado de la cama, a esa misma hora, para ir a correr o a pasear; ya sé que muchos de vosotros pensaréis que está muy bien, que es muy saludable y que hay poca gente en la calle (por algo será …) Pero hay momentos inolvidables de nuestra vida que suceden cuando menos te lo esperas, incluso a las ocho de la mañana y en un chiringuito playero. La última canción de Laacantha es «Forever Loving Jah», de Bob Marley; en cuanto leáis el relato comprenderéis por qué este tipo de música, y no otro, es el que protagoniza la entrada de hoy. Desde luego, no me imagino la escena que nos cuenta nuestra invitada al ritmo de María Ostiz o José Luis Perales. Así que, despedimos a esta rusa tan simpática a ritmo de reggae y con mucho cachondeo en el cuerpo. Nos seguimos leyendo, Laacanta, espero que te hayas sentido arropada y querida durante esta semana, y que la experiencia haya sido de tu agrado. Muchas gracias por querer compartir con todos los amigos de este blog tus canciones y tus vivencias. Un abrazo muy fuerte.
Os recuerdo que esta sección está abierta a todos los amigos/as que deseéis participar en ella; si queréis enviar vuestras cinco canciones, con sus recuerdos respectivos, lo podéis hacer mandando un correo a la siguiente dirección: raulrn@wanadoo.es o contactar a través de twitter (@guitarmuses).
«Era verano, un caluroso verano de 2016. La inmensa playa de arena blanca y el mar como un plato azul totalmente inmóvil. Eran las ocho de la mañana; en aquel desierto playero sólo estábamos el camarero semidormido, que sacaba las mesas a la terraza del chiringuito, y yo.
– ¿Se puede pedir un café? –
– Sí, mujer, un carajillo nos vendría bien a los dos … ¿qué te parece? Al primer cliente le invita la casa -, añadió sonriendo.
Me pareció genial. Ya era de edad el camarero, llevaba una coleta canosa y un pañuelo rojo con calaveras. Trajo dos cafés bien cargados de «Veterano».
– ¿Fumas? -…, me preguntó mientras preparaba un porro.
– No, nunca he fumado -.
– ¡Hostia! ¿Nunca? Pues toma, pruébalo ahora – …, dándome el cigarrillo.
Nos partimos de risa, ni siquiera conseguí dar una calada.
– ¿Pongo música? –
– ¡Claro que sí! –
Sonó Bob Marley. El ritmo de reggae, aquella voz terriblemente sensual, el mar, la playa desierta, el olor de marihuana y una buena dosis de «Veterano» crearon un raro momento de plena armonía, casi irreal. El viejo camarero, bien colocado, y yo, mirando al mar, totalmente hechizada, con Bob Marley cantando «Forever Loving Jah» … De ahí surgió mi admiración incondicional por este artista».