Alameda. “Amanecer en el puerto”

Alameda es uno de los más importantes grupos españoles surgidos del movimiento conocido como rock andaluz, al que pertenecieron algunas bandas que ya han tenido cabida en este blog, como Guadalquivir, Imán Califato Independiente, Medina Azahara, Cai o Triana, tal vez la más importante de todas debido a la destacada obra grabada que dejaron y, también, por su influencia en otros grupos, sin ir más lejos el que hoy protagoniza esta entrada. Alameda se creó en 1977, tras coincidir cuatro de sus componentes en el Conservatorio Superior de Música de Sevilla; Pepe Roca (guitarra, cantante) y Manolo Marinelli (teclados) habían formado parte del grupo Tartesos, Luis Moreno Salguero (batería, percusiones) fue uno de los integrantes de Los Payos y Manolo Rosa (bajo) del grupo Flamenco; a ellos acabaría uniéndose Rafael Marinelli (teclados), hermano de Manuel. Con músicos de tal calidad no es raro que llamaran la atención de Gonzalo García Pelayo, el productor por excelencia del rock andaluz. A principios de 1979 comenzaron a grabar su primer álbum con el sello Epic-CBS, en el que incluyeron las canciones que habitualmente tocaban en directo; el disco se tituló “Alameda”, fue presentado en el Teatro Alfil de Madrid y cosechó un gran éxito de público y crítica, aunque los más exigentes siempre pensaron que su estilo se parecía demasiado al de Triana.

En mi opinión no es así; en Triana, la componente psicodélico-progresiva está mucho más marcada que en Alameda, banda en la que predominan los sonidos procedentes de la copla y el flamenco filtrados por el pop, con unos arreglos excelentes, en los que el bajo y los teclados son protagonistas, a menudo más próximos al jazz que al rock progresivo, aunque haya temas -como el que hoy recomendamos- claramente incluibles en la categoría rock sinfónico. Aquí os dejo un enlace para que podáis escuchar este excelente primer álbum de Alameda, en el que destacan temas como “Aires de la alameda”, “La pila del patio” (con Enrique Melchor a la guitarra), “A la vera del ‘Jueves’” (con Luis Cobo “Manglis” a la guitarra) y, por supuesto, “Amanecer en el puerto”, mi preferido de esta banda por ese efecto evocador que consiguen utilizando los característicos recursos estilísticos de esta banda, junto a un cierto tono experimental, especialmente manifiesto al principio, con esos efectos de sonidos de mar y sirenas de barco, que anteceden a esa gran intro de teclados; todo ello antes de que Pepe Roca -autor de la canción- se arranque con ese verso tan recordado, con el que se inicia la parte cantada: “Asómate a tu ventana, que amanece un nuevo día. Y las que fueron mis penas son causa de tu alegría”. Medina Azahara realizó una versión de “Amanecer en el puerto”, recogida en el álbum titulado “Se abre la puerta” (2007), una especie de disco homenaje al rock andaluz, en el que se recogieron siete canciones de Triana, tres de los propios Medina Azahara y la ya mencionada de Alameda.

Ese mismo año de 1979, los miembros de Alameda colaboraron en un disco rompedor, que revolucionó el flamenco: “La Leyenda del Tiempo”, de Camarón (aquí hablamos de ello). Sin embargo, sus álbumes siguientes (“Misterioso manantial”, 1980; “Al aire cálido de abril”, 1981; y “Noche andaluza”, 1983) ya no tuvieron aquel embrujo que acompañó a su primer Lp, por no hablar de que, a comienzos de los ochenta, España ya no estaba para sonidos como el del rock andaluz. Aunque se disolvieron en 1983, nueve años después se volverían a unir para dar un importante recital con motivo de la Expo92; después publicaron tres discos de estudio más: “Dunas” (1994), “Ilusiones” (1995) y “Calle arriba” (2008).

Las Cinco Canciones de Nostromo (IV): “Sr. Troncoso» (Triana)

A lo mejor lo he contado alguna vez, la primera cinta que me compré en mi vida fue «El Patio» de Triana. Calculo que tendría en torno a catorce años. Acostumbrado a mis grabaciones de la radio en cintas Belair y KDK (no confundir con TDK, que eran las buenas, tal y como nos contó Nostromo el martes), una cinta comprada era para mí como un tesoro. Me acuerdo perfectamente dónde la compré, en un lugar y en unas circunstancias bien singulares. Fue en el mercado de mi barrio, en una tienda pequeña que vendía bombillas y enchufes; en el mostrador tenían un cacharro de esos que giran, como los que había hasta hace poco en las gasolineras (bueno, me imagino que aún quedará alguno con «cedés»). Tuvo que ser en verano o en navidades porque trabaja allí mi hermana, que aprovechaba las vacaciones para ganar un dinerillo y, de paso, charlar y hacer relaciones públicas con todo el mercado; si yo tenía catorce años, ella debería tener doce … No sé cuándo, pero no mucho tiempo después me hice con el segundo trabajo de Triana, también en casete; de él nos habla Nostromo, en concreto del tema «Sr. Troncoso».

«No soy muy de flamenco o por lo menos eso es lo que pienso, aunque haciendo una ligera reflexión, me doy cuenta de que mis flirteos con él han sido más numerosos de los que en un principio creía, eso sí, siempre aderezado con rock o blues: Triana, Lole y Manuel, El último de la Fila, Medina Azahara, Veneno, Paco de Lucia, Alameda…

Para mí Triana es especial, si algún día tuviese que votar por la mejor banda española de todos los tiempos, seguro que estarían en mi hipotético pódium, lo que ya no sé es en qué altura. No solo por sus maravillosos tres primeros discos, ni por su rock «flamencoprogre», ni por su creatividad, ni por su fusión de estilos a la postre embrión del rock andaluz -con permiso de Smash-, a parte de todo eso por lo de siempre, por los recuerdos.

Nunca olvidaré los sonidos de El patio en la mañana de una lejana primavera, en aquella casa de estudiantes (eso ponía en mi DNI) de Los Carriles, recostado en el poyete de la escalera del ídem (patio), admirando un bucólico prado verde y sonando Todo es de color de Manuel Molina. Antes ya había hecho palmas sordas con Abre la puerta, disfrutado de la psicodelia de Sé de un lugar o tarareado la lisérgica En el lago.

Hijos Del Agobio (1977) es un álbum más denso y complicado, las cosas empezaban a irles bien, su primer disco rulaba sin apenas promoción, la agenda se iba apretando de conciertos y aprovechaban cualquier hueco para grabar. Un trabajo más progresivo, donde también se meten en política con gritos de libertad en una España que quería desperezarse. La que da nombre al Lp es quizás la más conocida, pero a mí la que más me emocionaba era Sr Troncoso.

Sr. Troncoso suena sencilla y agradable, inconfundible la voz de Jesús de la Rosa con sus guitarras acústicas y percusiones, más el añadido de una palmeada guitarra eléctrica de Antonio García de Diego tocando a lo Zeppelin. Es un canto a la esperanza para los malos momentos, un soplo de aire fresco cuando todo huele a podrido, una invitación a ver el interior de algo que no nos llama la atención, una canción triste, ¡sí!, sobre Leopoldo ‘el legía’, un hombre que a los palos de la vida les devolvía una sonrisa. Simple y llanamente entrañable.

P.D.- Ya estaba casi terminada esta publicación, cuando el amigo Raúl ha hecho lo propio sobre el Sr. Troncoso, casualidades de la blogosfera. Un post es como un hijo que debe de nacer, el del autor de esta impecable bitácora siempre será el primogénito 😉»

Triana. «Sr. Troncoso»

Ya lo he comentado en otras ocasiones, Triana es, en mi opinión, el mejor grupo de rock sinfónico que ha tenido España. En la entrada que dediqué a “Luminosa Mañana”, os hablaba de su primer y excepcional álbum, “El Patio” (1975), en el que las metáforas, las paranoias psicodélicas y la reivindicación poética de la libertad acompañaban a un rock progresivo de gran calidad, impregnado de fragancias andaluzas. Su segundo trabajo de estudio, “Hijos del Agobio” (1977), estuvo a la altura del primero, tanto en la parte musical como en las letras, en esta ocasión más explícitas, más combativas, llenas de fuerza, indignación y tormento; así nos lo ha explicado recientemente Eduardo Rodríguez Rodway, la guitarra española de Triana, uno de los tres miembros de esta legendaria banda:

“El título del disco, Hijos del agobio, es lo que éramos nosotros, hijos del dolor, la generación de la posguerra. Crecimos sin podernos ni mover. Yo iba con mi novia por Sevilla, le daba un beso y venían los municipales gritando y querían llevarme a comisaría. Esto no lo habéis vivido. Esto hay que explicarlo, la gente tiene que saber lo que se ha sufrido en este país. España nunca ha estado mejor que ahora, a pesar de que estén dando la lata el Rajoy, el otro, Maroto y el de la moto”.

Una de las señas de identidad de este Lp es su portada, obra del artista Máximo Moreno quien, según sus propias palabras, quiso representar al “Ángel caído, dueño y señor de los infiernos que lanza un grito de queja (Quejío) porque está hasta los cojones de la cantidad de mierda que le mandan, incluida la polución que les acompaña”. Luis Clemente, en su libro Triana: la historia (Sevilla: 27PAC / Madrid: SGAE, 1997), recoge una explicación del autor del dibujo algo más explícita:

“El dibujo está dividido en dos partes: portada con una escalera central por la que descienden estos personajes, mitad humanos, mitad monstruos, que al ir descendiendo los peldaños van sufriendo una transformación degradante, que dejan de ser humanos para llegar a ser monstruos. Comienza con la muerte, porque es como un infierno. Hay garras de ave, bandera americana, claro, esto era la época del fascismo, el que está masturbándose con toda la cabeza llena de poyas y los labios pintados, el que nada más que piensa todo el día en lo mismo; después está la madre patria, con su bastón y su peineta; la mujer cuerpo, que está todo el día en el gimnasio poniéndose cachas y al final acaba ahogándose ella misma; éste es el oscuro, que te da cuando menos te lo esperas; aquí está el militarista con manos de serpiente, y hay un par de guardianes; la folclórica con la estola y las tijeras para ir cortando banditas, el señorito andaluz con la estampa de la virgen en el sombrero y también va de garras; y debajo hay de todo, desde la rey hasta el sheriff pasando por el lord… este es Valera, que me vendió un jamón podrido y lo metí aquí” (consultado en el blog Triana: Discografía).

Elegir una sola canción de este excelente álbum es como pedir a un padre o una madre que señale a su hijo favorito; son ocho temas, imprescindibles en la historia de este grupo: “Hijos del Agobio”, “Rumor”, “Sentimiento de amor”, “Recuerdos de Triana”, “¡Ya está bien!”, “Necesito”, “Del Crepúsculo lento nacerá el rocío” y, por supuesto, “Sr. Troncoso”, una canción que, tal y como indica Eduardo Rodríguez Rodway, nos habla de “un aparcacoches alcohólico del Pozo Santo en Sevilla, que había sido legionario. Era un hombre muy singular, perdido, no encontraba su norte y había que ayudarlo. La canción la compuso Jesús de la Rosa y es una maravilla”. En cuanto a la parte musical, os recomiendo que, si nunca habéis escuchado “Sr. Troncoso”, os dejéis seducir por su ritmo folk, por las voces de Jesús y Eduardo, y por ese crescendo construido a base de guitarras y palmas. Aquí tenéis un interesante vídeo en el que les podéis ver ejecutando este tema en directo y, al final, Jesús de la Rosa cuenta la historia del Sr. Troncoso; en este otro les tenemos en el programa de televisión “Aplauso”; y, para finalizar, os dejo esta versión a cargo de Javier Ruibal.

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Guadalquivir. “Baila Gitana”

Andrés Olaegui y Luis Cobo “Manglis” (también conocido como “El Mangarra”) son dos guitarristas sevillanos creadores de la banda Guadalquivir, una de las formaciones de mayor calidad de cuantas compusieron el entramado conocido como rock andaluz. Ambos músicos hicieron el servicio militar juntos, en 1972, allí empezaron a hablar de la música que les gustaba (Miles Davis, Herbie Hancock, Return to Forever, Weather Report, etc.), a componer y a tocar; Andrés Olaegui ha reconocido en una entrevista que intentaban hacer la música de sus bandas de referencia con sus propias guitarras y que algunos de los temas de Guadalquivir, grabados seis años después, se gestaron durante la mili. Tras licenciarse marcharon a Madrid y crearon Manantial, junto a otros músicos; comenzaron a tocar en locales de jazz (Balboa Jazz, Whisky Jimm, Raíces, etc.), donde se codearon con la vanguardia del jazz-rock madrileño: Jorge Pardo, Pedro Ruy Blas, Luis Fornés, Rubem Dantas, etc. Olaegui y “Manglis”, junto con Jaime Casado (bajo), Pedro Ontiveros (saxo, flauta) y Larry Martín (batería), crearon Guadalquivir en 1978, después de grabar el disco de Miguel Ríos “Al Andalus” (1977), en el que intervinieron como músicos de sesión. Fue entonces cuando el mánager de Triana les sugirió que crearan una banda que hiciera de teloneros de sus representados; debutaron en marzo de 1978, en el Polideportivo de Móstoles. Tras una gira muy exitosa por todo el país, grabaron su primer álbum (“Guadalquivir”, 1978) en los estudios EMI de Barcelona y Kirios de Madrid, y dos años después el segundo (“Camino del Concierto”); se disolvieron en 1983, tras publicar su último Lp (“Después del silencio”), en palabras del batería Larry Martín: en aquella época “ya no llenaban las plazas de toros Weather Report, Chick Corea, Triana o Iceberg, sino gente muy joven haciendo pop y punk, en general muy malo musicalmente, con dos acordes y una caja de ritmo; eso nos empezó a descorazonar”. El disco que más me gusta es el primero, en el que también intervinieron en su grabación músicos como Manolo Marinelli (Alameda) a los teclados, Rubem Dantas a la percusión o el guitarrista flamenco Diego Carrasco; en este trabajo se puede apreciar bien el sonido característico de Guadalquivir, más cercano al jazz-rock que al rock progresivo. Es un trabajo francamente bueno, cálido y sensible, os aconsejo que lo escuchéis entero cuando podáis (aquí lo podéis hacer); para tratar de convenceros os dejo una de mis piezas preferidas, “Baila Gitana”, espero que os guste.

La cita, y gran parte de los datos que aparecen en esta entrada, ha sido tomados del texto de Salvador Domínguez. Los Hijos del Rock. Los Grupos Hispanos 1975-1989. Madrid: SGAE, 2004.

Smash. «El Garrotín»

“En 1967 yo recorría los clubes sevillanos con mi guitarra. No tenía ni un duro, así que tocaba un poco y me invitaban a una copa. Todo el mundo de Sevilla me conocía de verme así. Un día, justo cuando Gong se iban a disolver, pasé por el club Don Gonzalo, y su dueño, Gonzalo García Pelayo, me preguntó si quería tocar unas canciones. Allí estaba el equipo de Gong, que por lo visto yo podía usar. Entonces formé Smash pensando en Julio Matito y en Antoñito, a los que ya había visto en el club Yeyé, que estaba en la calle Alfonso XII” (Gualberto García, líder de Smash. Consultado en: Domínguez, Salvador. Bienvenido Mr. Rock … Los primeros grupos hispanos 1957-1975. Madrid: SGAE, 2002; pág. 566).

Gualberto García (guitarras, sitar, clavicordio), Julio Matito (bajo, voz) y Antonio Rodríguez (batería) fueron los creadores y el núcleo duro de Smash, banda sevillana creada a finales de los sesenta, a la que se suele considerar como pionera del rock andaluz; de hecho, grupos como Triana, Alameda, Guadalquivir, Cai, Mezquita o Goma, por mencionar sólo algunos, son hijos del sonido Smash, una manera de entender el hipismo, el underground y los movimientos musicales de aquella época (blues-rock, psicodelia, jazz-rock, rock progresivo, etc.) en clave andaluza, con el flamenco como protagonista. Así se expresaba, sobre este particular, Gonzalo García Pelayo, mánager de esta formación: “Smash es el primer grupo en darse cuenta que hacer lo de Frank Zappa y Jimi Hendrix no tiene mucho sentido siendo sevillanos. Por qué no mezclar todo eso un poco con el flamenco y los gitanos” (Domínguez, Salvador. Op. cit., pág. 568). Existe un documento, titulado “Manifiesto de lo borde”, atribuido a Smash (algunos dicen que escrito por Julio Matito, otros por Gonzalo García Pelayo), que es toda una declaración de intenciones de lo que pretendía este grupo, caracterizado por una ansia voraz de libertad creativa y una visión de la vida alejada de tópicos y convencionalismos:

“I. No se trata de hacer ‘flamenco-pop’ ni ‘blues aflamencado’, sino de corromperse por derecho. II. Sólo puede uno corromperse por el palo de la belleza. III. Imáginate a Bob Dylan en un cuarto, con una botella de Tío Pepe, Diego el del Gastor, a la guitarra, y la Fernanda y la Bernarda de Utrera haciendo el compás, y dile: canta ahora tus canciones. ¿Qué le entraría a Dylan por ese cuerpecito? Pues lo mismo que a Manuel [Manuel Molina, miembro de Smash] cuando empieza a cantar por bulerías con sonido eléctrico”.

Grabaron varios singles y dos discos de estudio (“Glorieta de los lotos”, 1970; y “We come to smash this time”, 1971); cuando preparaban su siguiente trabajo, tras publicar su exitoso single “El Garrotín / Tangos de Ketama” (1971), Gualberto abandonó la formación para iniciar su carrera en solitario, y el resto decidieron dar por finalizada esta aventura. Unos años después intentaron retomar el grupo con nuevos temas, incluso actuaron en el programa de televisión “Musical Express”; lamentablemente, al día siguiente de la grabación, Julio Matito fallecía en un accidente de coche (aquí podéis ver esta última actuación de Smash). “El Garrotín” fue el éxito más importante de los sevillanos, un tema aparentemente pachanguero pero con más enjundia musical de lo que parece, en el que se puede apreciar ese mestizaje característico de Smash: rock mezclado con flamenco, en este caso los acordes fundamentales del palo conocido como “Garrotín”, una variante del tango flamenco, de origen incierto (cuadrillas gitanas de zambras del Sacromonte, gitanos de Lérida y Tarragona, incluso hay quien lo emparenta con las “garrotiadas” asturianas), claramente identificable por su estribillo: “Al garrotín, al garrotán, a la vera, vera, vera de San Juan”.

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