La fusión de estilos musicales está de moda desde hace ya bastantes años. He de decir que soy un firme partidario de ella, entre otras cosas porque estoy convencido de que, tarde o temprano, nos proporcionará un nuevo paradigma musical que renueve la vieja carga genética que ya evidencian algunas de las corrientes musicales más importantes, por el ejemplo el Rock. Precisamente de la mezcla y mutación de estilos nació el Rock & Roll, una propuesta mestiza, un ejemplo palmario de fusión cultural y musical procedente de comunidades a menudo antagónicas. Los estilos puros pueden llegar a ser como las razas puras: engreídos, insolentes y narcisistas y, en mi opinión, corren el riesgo de estancarse por su natural tendencia a la endogamia. También es verdad que no debería valer todo bajo el reclamo o el pretexto de la fusión musical; estamos acostumbrados a que, a menudo, nos quieran intoxicar con extraños mejunjes comerciales vendidos bajo la etiqueta del mestizaje. No es éste el caso de la versión que hoy nos ocupa: “Lágrimas negras” (Miguel Matamoros, 1929), incluida en el disco homónimo publicado en el año 2003. El flamenco y el jazz han compartido espacio con relativa frecuencia; sin ir más lejos, nuestro genial Paco de Lucía, junto a algunos de los mejores guitarristas que ha dado el jazz actual (Larry Coryell, Al Di Meola o John McLaughlin), nos ha regalado discos de una calidad sublime. “Lágrimas negras”, un proyecto producido y mimado por el cineasta Fernando Trueba, es un álbum único, donde la fusión de estilos como el jazz, el flamenco, el bolero e, incluso, los ritmos brasileños es ejemplar; cualquier canción de este disco es elegante, delicada y con nervio a la vez. Finalmente me he inclinado por el tema que da título a todo el trabajo, tal vez por la mágica compenetración que se paladea entre Bebo Valdés y Diego «el Cigala» y, también, por el invitado de excepción: el saxofonista Paquito de Rivera. Inicialmente pensé en este tema para un miércoles, cuando suelo hablar de versiones, pero habiéndolas muy buenas no he encontrado ninguna tan redonda como ésta (tal vez no esté muy de acuerdo el compañero del blog “Después de la Media Rueda”, espero que nos regale alguna de sus fantásticas versiones cubanas). No obstante, para aquellos interesados, dejo aquí un enlace a la original del Trío Matamoros.
Categoría: Bolero-Corrido-Tango-Flamenco-Copla
Lila Downs. «La cumbia del mole» / «La cucaracha» / «Dignificada»
Hoy hacemos una excepción en este blog, cuya protagonista habitual es la canción, para dar paso a una gran artista, una de las mejores de la música latina actual, digna sucesora de Chavela Vargas: Lila Downs, hija de la cantante indígena mixteca Anita Sánchez y del profesor de cinematografía estadounidense Allen Downs. Su música es como una ensalada llena de ingredientes tradicionales y de otros más propios de la Nouvelle Cuisine, exóticos y atrevidos, todo a la vez, de un sabor intenso y multicultural: corrido mexicano, cumbia, bolero, folk, rock, jazz, rap, hip-hop, etc. Canta en inglés, castellano e incluso en lenguas nativas mexicanas de Oaxaca; sus canciones casi nunca son aburridas, en un mismo tema te encuentras con giros y ritmos completamente diferentes (tan pronto la canción es un corrido, como se transforma en un rap o aparece un riff de guitarra) y con una propuesta vocal muy sugerente, en la que Lila Downs es capaz de ejecutar 3 ó 4 voces diferentes (lógicamente, alguna de ellas impostadas o forzadas). La primera canción que os propongo es “La cumbia del mole”, una receta que espero os levante el ánimo para este inicio de semana. Las otras dos nos acercan a una de las facetas más interesantes de esta gran mujer: su compromiso social; una versión de la canción tradicional “La cucaracha” (os recomiendo que no os perdáis la letra) y “Dignificada”, un homenaje a las mujeres luchadoras en un ambiente tan hostil como el latinoamericano.
Bunbury. «Aunque no sea conmigo»
El bolero es uno de los estilos más difíciles de cantar; en principio está al alcance de cualquiera pero, en la práctica, sólo unos pocos tienen la sensibilidad, la capacidad de comunicación y, como se diría en el jazz, el swing preciso para armonizar la melodía con la historia que se cuenta, en la mayoría de las ocasiones culebrones de intensidad notable. Enrique Bunbury no es un bolerista, sin embargo es poseedor de todas esas cualidades; os animo (a los más rockeros también) a que lo comprobéis con esta interpretación de «Aunque no sea conmigo», un tema compuesto por el mexicano Santiago «Chago» Díaz. No perdáis de vista la letra, intensa y melodramática, como se espera de un bolero: «Pero si ahora tienes tan sólo la mitad del gran amor que aún te tengo, puedes jurar que al que te quiere lo bendigo. Quiero que seas feliz, aunque no sea conmigo»; abro el debate: ¿quién se comportaría como dice la canción? ¿Quién asesinaría a su ex y, si se pone a tiro, a su nueva pareja? (metafóricamente hablando, claro)
Joaquín Sabina. «La bien pagá»
Lo prometido es deuda: aquí está la primera copla. Podría decirse que «La bien pagá», de Perelló y Mostazo, es la anti-copla franquista, lo cual es mucho decir para un género que ha sido vituperado, precisamente, por esa adscripción; fue escrita durante la II República, con una letra muy poco adecuada para los usos y costumbres de los años cuarenta y, para colmo, estaba interpretada por un homosexual (Miguel de Molina). No puede haber una copla más arrabalera y canalla que ésta, tal vez por ello la eligió Joaquín Sabina cuando le propusieron participar en el primer disco de «Tatuaje», un homenaje a la copla con nuevos ritmos y arreglos musicales. Esta versión es una copla con maneras de tango, la próxima que ponga será de reglamento: cantada por una mujer, vestida como mandan los cánones de este género y con «quejío» flamenco.