L. Armstrong / J. Ramone / K. Melua y E. Cassidy. «What a Wonderful World»

Hay canciones especialmente tristes, como «The End of the World» o «For the good times«, pero también las hay optimistas y alegres. A las primeras casi nadie las critica, cuanto más duras y pesimistas sean mejor; en cambio, cuando son como «What a Wonderful World» podemos caer en la tentación de etiquetarlas de cursis y empalagosas ¿Dónde está la frontera entre mirar a la vida con una sonrisa o que ésta peligre por un endulzamiento no apto para diabéticos? Lamentablemente no tengo una respuesta objetiva para ello. Esta canción habla sobre la belleza de las cosas que nos rodean: los árboles, las rosas, los cielos, las nubes, el arco iris, incluso los bebés, que crecerán y aprenderán en un mundo maravilloso. «What a Wonderful World» fue escrita, por Bob Thiele y George David Weiss, con la idea de que se convirtiera en un remedio contra el enrarecido clima bélico, político y racial que caracterizó la década de los sesenta. Fue estrenada por el trompetista y cantante de jazz Louis Armstrong, un artista enorme, dotado de una arrebatadora personalidad y portador de una sonrisa sinigual, factores que influyeron notablemente en el éxito que tuvo esta canción en países como Reino Unido (en EE.UU. tuvo un seguimiento más discreto). Estamos ante uno de los temas más versionados de la historia; sin embargo, aunque hay mucho y bueno donde elegir, a mi me cuesta encontrar una versión mejor que la de «Satchmo»; por ello, he optado dos versiones bien diferentes, singulares en su planteamiento y, paradójicamente, con un trasfondo triste; me refiero a la que nos regaló el que fuera vocalista de la banda Ramones, Joey Ramone, alegre y rockera, como no podía ser de otra manera, y la delicada versión de dos elegantes cantantes: Eva Cassidy y Katie Melua, en un tempo completamente diferente: mucho más lento y melancólico. La de Joey Ramone fue incluida en su álbum póstumo «Don’t worry about me», como si fuera una declaración de intenciones, un deseo desesperado de agarrarse a la vida; la segunda es una versión imposible, se incluyó en el álbum «The Katie Melua Collection» (2008), doce años después del fallecimiento de Eva Cassidy -murió a los treinta y tres años, víctima de un cáncer-, su última actuación fue en septiembre de 1996 frente a un grupo de amigos para quienes cantó «What a Wonderful World». Ambos, Joey Ramone y Eva Cassidy, quisieron apurar la vida hasta el último día y lo hicieron con este canto al optimismo y a los buenos deseos. Espero que os guste mi regalo de Navidad ¡Felices Fiestas para todos!

Jerry Lee Lewis / Iggy Pop / Eric Clapton. «Les feuilles mortes» / «Autumn leaves»

Es bien sabido que para triunfar en la Música hay que cantar en inglés; en anteriores ocasiones nos hemos ocupado de canciones, como «Sway» o «My Way«, que inicialmente fueron compuestas en otros idiomas; el tema conocido como «Autumn leaves» forma parte de este grupo de melodías adaptadas al idioma de Shakespeare. En este caso tiene su origen en «Les feuilles mortes», una canción de 1945 que fue escrita por el francés Jacques Prévert -autor de la letra- y el franco-húngaro Joseph Kosma -autor de la música- para la película «Les Portes de la nuit», ambientada en la París ocupada por los nazis; fue protagonizada por Yves Montand que, además, fue quien primero dio a conocer esta canción. En 1949, el compositor y cantante norteamericano Johnny Mercer adaptó la letra al inglés y cambió el título por el de «Autumn leaves»; a partir de aquel momento la canción empieza a incorporarse al repertorio de algunos artistas y, en 1956, recibe el espaldarazo definitivo con la versión que Nat King Cole hiciera para otra película, la dirigida por Robert Aldrich con el mismo título que la canción. Un año antes, el pianista Roger Williams ya la había convertido en todo un éxito en los Estados Unidos. «Autumn leaves» habla de un amor de verano al que se añora y se desea, especialmente en esos días de otoño, cuando se amontonan en la ventana las doradas hojas muertas. Las versiones que se han hecho de este tema son muchas y, a menudo, de calidad, por ejemplo las de Édith Piaf, Frank Sinatra, Eva Cassidy o las muy numerosas procedentes del jazz (Chet Baker, Bill Evans, Miles Davis, Eddie Higgins, Luigi Martinale, Gonzalo Rubalcaba, Keith Jarrett, David Shaw, Duke Ellington, Stéphane Grapppelli, Cannonball Adderley, Stanley Jordan, etc.) He ido dejando enlaces a las interpretaciones de Yves Montand, Nat King Cole y Roger Williams, muy importantes para poder entender la historia de esta canción, y os propongo estas tres: la de Jerry Lee Lewis, incluida en «The Jerry Lee Lewis Show» (2000); la de Iggy Pop, perteneciente a su álbum «Préliminaires» (2009), cantada en francés y bajo el título original de «Les feuilles mortes»; y la que nos regalara mi admirado Eric Clapton en su disco «Clapton» (2010) ¿Y a vosotros, cuál os gusta más?

Dooley Wilson / Jane Monheit / ZZ Top / «As time goes by»

Para un aficionado a la música y al cine no hay mejor regalo que escuchar una buena canción mientras disfrutas de una obra maestra del Séptimo Arte. El buen amigo Antonio, en su excelente blog «Diccineario«, describía la película «Casablanca» (1942) como un «carrusel de ideales patrióticos, pasiones reprimidas y sentimientos heridos, esenciales y eternos»; un film inmortal, del que todos recordamos alguna escena, en mi caso siempre será esa en la que Ingrid Bergman le pedía al pianista Sam que tocara y cantara «As time goes by». Este tema fue compuesto por Herman Hupfeld, en 1931, para el musical de Broadway «Everybody’s Welcome» y, aunque se grabó por varios artistas, no fue internacionalmente conocido hasta una década después, cuando se estrenó la película de Michael Curtiz. «As time goes by» es una canción que habla del amor como fuerza capaz de trascender pasiones, celos y glorias mundanas porque, al fin y al cabo, las cosas importantes adquieren valor con el paso del tiempo. Seguro que todos recordaréis los primeros compases de esta canción: «You must remember this, a kiss is still a kiss …» Todas las adaptaciones que se han hecho de este popular tema empiezan así, sin embargo la partitura original tenía una estrofa inicial que fue suprimida cuando se incluyó en la película y que, finalmente se ha perdido, en ella se habla de lo incierto de aquellos tiempos, incluso hay una alusión un tanto ingenua a Einstein y a «la cuarta dimensión»; aquí enlazo a la versión de Ruddy Vallée (1931), donde podéis constatar esta circunstancia. Como acabo de comentar, existen muchas versiones; yo voy a reivindicar, en primer lugar, la que Dooley Wilson interpretó para la película «Casablanca», y voy a tratar de huir de las más clásicas (éstas os las dejo a vosotros, por si os animáis a sugerir alguna); la segunda es la de la vocalista norteamericana de jazz Jane Monheit, una propuesta dulce, sosegada y elegante; la tercera corre a cargo del trío texano ZZ Top, con ese marchamo guitarrero, aguardentoso y canalla que caracteriza a este grupo.

Getz & Gilberto / Nat King Cole / Peggy Lee. «Garota de Ipanema»

Mis primeros contactos con la música brasileña fueron a través del cantautor y guitarrista Jayme Marques -que ha hecho gran parte de su carrera en España-, al que conocí gracias al disco que tenía un amigo y, sobre todo, por sus conciertos en los colegios mayores de la Ciudad Universitaria de Madrid y en la mítica «Sala Clamores», en el barrio de Chamberí. La primera vez que escuché «Garota de Ipanema» fue gracias a la voz y la guitarra de este gran artista del jazz y de la bossa nova. Esta canción fue compuesta, en 1962, por dos renombradas figuras de la cultura brasileña: Vinicius de Moraes (letra) y Antonio Carlos Jobim (música); inicialmente se llamó «Menina que passa» y estaba pensada para la comedia musical «Dirigible». La letra inicial de esta canción fue modificada por sus autores inspirándose en una muchacha a la que solían ver rumbo a la playa: «Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça. É ela a menina que vem e que passa. Num doce balanço caminho do mar». La musa que inspiró esta melodía se llama Helô Pinheiro que, según he podido leer, es dueña de una cadena de tiendas de bikinis llamada «Garota de Ipanema». La primera interpretación de la que se guarda registro, en este caso audio, es una sesión en el club Au Bon Gourmet, de Copacabana, en la que participaron Tom Jobim, Vinicius de Moraes, Joâo Gilberto, Os Cariocas, Otávio Bailly y Milton Banana. Aquello fue el 1 de agosto de 1962; la primera grabación de estudio fue la de Pery Ribeiro, en 1963. Un año más tarde se publicaba el álbum «Getz/Gilberto», un disco absolutamente genial, una de las cumbres de la bossa nova, en el que intervinieron, nada más y nada menos, que Stan Getz, Joâo Gilberto, Antonio Carlos Jobim y Astrud Gilberto, que prestó su voz para cantar casi toda la canción en inglés, a partir de entonces rebautizada como «The girl from Ipanema». Esta es la primera versión de hoy, aunque enlazo también a la primera interpretación en el club de Copacabana y la primera grabación a cargo de Pery Ribeiro. Como habitualmente ocurre con estos temas tan conocidos, existen muchísimas versiones; yo he optado por las de Nat King Cole y Peggy Lee, ésta última bajo el título de «The boy from Ipanema».

Norah Jones. «Don’t know why»

En nuestra sociedad actual la música es un objeto de consumo más y, como tal, está sujeta a todo tipo de maltratos, desconsideraciones y arbitrariedades; gracias a Dios aún siguen quedando aficionados que tratan de poner en valor a artistas y grupos, alejados del Star system, que si no fuera por el esfuerzo de blogs y foros especializados no nos enteraríamos ni de que existen. Lamentablemente, muy a menudo, la calidad está reñida con el buen gusto; la industria de la música no hace otra cosa que empaquetar productos sencillos, elaborados de tal forma que sean capaces de abarcar un mercado cuanto más grande mejor. Para quienes nos negamos a formar parte de esta cultura borreguil, el hecho de oír que un disco ha vendido veintidós millones de copias, ha obtenido ocho premios Grammy y es conocido por gente que ni tú mismo hubieras pensado que escucha música, no suele ser un buen presagio. Sin embargo existen excepciones, hay buenísimos trabajos que, además, tienen la virtud de llegar a la gente y, por si fuera poco, incluso pueden gozar del favor de las multinacionales. Las cifras que acabo de dar corresponden al primer álbum de la cantante y pianista norteamericana Norah Jones, titulado «Come away with me» (2002). Formada en el gospel y en los clásicos del jazz y del blues, estudió canto y piano y, a los veinte años, ya estaba luchando por hacerse un hueco en el mundo de la música, en clubs de jazz y en auditorios de lo más diverso, donde apenas se congregaban un puñado de aficionados. Un buen día, en uno de esos locales, tuvo la suerte de que la escuchará un miembro de la discográfica EMI, quien le ofreció una oportunidad. Tras grabar un EP en el año 2001 («First Sessions») y, sin apenas promoción de ningún tipo, salió a la luz el mencionado «Come away with me» que rápidamente se convirtió en un éxito de crítica y público. El jazz, un estilo minoritario, se abría a las masas gracias a la delicada, sensual y melancólica voz de Norah Jones y, también, por el protagonismo del pop y el soul como elementos indispensables de este cóctel sabroso y estimulante. El disco se abría con «Don’t know why», una canción compuesta por Jesse Harris, muy representativa del estilo susurrante y relajado con el que nos cautivó Norah Jones.

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