El amor y la muerte ejercen una irresistible atracción para los poetas. “Dance me to the end of love” es la sublimación del amor eterno y del baile con la muerte, es una preciosa canción de amor y, a la vez, una manifestación sombría de la existencia que se esfuma. Tal y como ha manifestado su creador, Leonard Cohen, este bello y triste tema está inspirado en el Holocausto nazi, al tener conocimiento de que en algunos campos de concentración, junto a los crematorios, se hacía tocar música clásica a ciertos presos mientras sus compañeros eran exterminados. Explica Cohen, que “el verso ‘Llévame bailando hasta tu belleza con un violín en llamas’ alude a la belleza de la consumación de la vida al final de la existencia y al apasionado elemento de la consumación. Pero es el mismo lenguaje que usamos cuando nos rendimos al enamoramiento, de ahí la canción (…) no importa que todo el mundo conozca la génesis de la canción, porque si el lenguaje viene de ese recurso apasionado, éste será capaz de abarcar cualquiera actividad apasionada”. “Dance me to the end of love” fue incluida en el álbum “Various Positions”, publicado en 1984 después de cinco años sin editar ningún trabajo. Si os habéis recuperado de la sinceridad e intensidad que imprime Cohen a su canción, os propongo que os sumerjáis en otras dos fantásticas versiones; la interpretada por la cantante de jazz norteamericana Madeleine Peyroux, incluida en su segundo álbum (“Careless Love”, 2004), con un parecido tímbrico con Billie Holiday verdaderamente notorio; y la propuesta de la también estadounidense Thalia Zedek, publicada en “Been here and Gone” (2001), una cantante y guitarrista que enriquece la canción con un toque étnico-indie-rock muy atractivo. Disfrutad con este tema, tanto con su música como con su inigualable letra: “Llévame bailando hasta tu belleza con un violín en llamas. Llévame bailando a través del pánico hasta que consiga confinarlo. Álzame como una rama de olivo y sé para mí la paloma que me lleve a casa. Llévame bailando hasta el final del amor. Llévame bailando hasta el final del amor”.
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Al Stewart. «Year of the Cat»
Buena parte de los madrileños hemos sido asiduos al Rastro en algún momento de nuestra vida, mi padre lo ha sido siempre. Salía de casa muy temprano, para evitar la avalancha humana que se formaba a partir de las doce de la mañana, y venía con los objetos más insospechados: herramientas, aparatos de índole diversa y cintas de casete que, normalmente, eran de flamenco y copla aunque, de vez en cuando, venía con música de otros palos por si sonaba la flauta y daba con alguna de esas cosas raras que, a ojos de mi padre, yo escuchaba (en aquella época debía tener entre 14 y 16 años). Un día llegó con una cinta que tenía una preciosa portada, donde predominaba el amarillo y todo tipo de motivos gatunos; comencé a escucharla y rápidamente me di cuenta que había hecho un gran descubrimiento; «Lord Greenville», «On the border», «Broadway Hotel» y el resto de canciones eran magníficas, pero el plato fuerte era la última canción: «Year of the Cat», que también daba nombre al disco, un tema de casi siete minutos plagado de sorpresas instrumentales: piano, violín, saxofón, guitarra acústica y guitarra eléctrica. Más tarde me fui enterando que este álbum pertenecía al cantante y compositor escocés Al Stewart, portador de un estilo que fluctuaba entre el folk, el folk-rock y el jazz suave y melodioso. Fue grabado en 1976, en los estudios Abbey Road, por el conocidísimo músico e ingeniero de sonido Alan Parsons (cualquier día de estos me ocuparé de él) y es, junto con «Time Passages», el disco más conocido y de más éxito de este interesante artista. Disfrutad del Año del Gato, una canción inspirada en la película «Casablanca» y en otro tema anterior del propio Stewart, finalmente fallido: «Foot of the Stage» que, a su vez, estaba basado en una triste historia protagonizada por el cómico Tony Hancock.
Neil Young / Johnny Cash. «Four Strong Winds»
“Four Strong Winds” es una bellísima canción escrita por el compositor y cantante country canadiense Ian Tyson, que fue grabada -por primera vez- por el dúo Ian and Sylvia, integrado por él mismo y su mujer. En 1978 Neil Young la incluyó en su álbum “Comes a Time”, enriqueciéndola y dotándola de matices folk-rock como sólo el genio canadiense sabe hacer. El primer vídeo de hoy está tomado del documental “Heart of Gold” (2006), dirigido por el cineasta Jonathan Demme (Philadelphia, El Silencio de los Corderos, El Mensajero del Miedo, etc.), un acercamiento al cantautor canadiense con ocasión de la presentación del disco “Prairie Wind” en el Ryman Auditorium de Nashville, para la que se rodeó de viejos amigos y colegas, como su propia esposa (Pegi Young), Emmylou Harris o el guitarrista Ben Keith. “Prairie Wind”, uno de los álbumes más emotivos de su carrera, fue concebido y grabado en vísperas de una delicadísima operación de aneurisma cerebral de la que finalmente salió victorioso; tal y como manifestó el propio Young, se trataba de plasmar lo que pasaba por su cabeza y su corazón en aquellos momentos difíciles: la familia, la pérdida de los seres queridos y la necesidad que tenía de contar historias cotidianas como parte fundamental de su vida. La otra versión que os propongo es la del gran Johnny Cash, más pausada y con esa irresistible voz grave y profunda que lo caracteriza. Despues de escuchar a Neil Young y a Johny Cash desisto de incluir una tercera versión, aunque entiendo que a vosotros os puedan gustar otras, algunas debidas a artistas de primerísima fila, como Marianne Faithfull, Judy Collins, Bob Dylan o John Denver, entre otros; al fin y al cabo sobre gustos no debe haber disputas.
The Byrds / Bob Dylan. «Mr. Tambourine Man»
A comienzos de 1965 el grupo norteamericano The Byrds publicaba su primer disco, “Mr. Tambourine Man”, con el que la industria discográfica estadounidense trató de mitigar y combatir el aluvión Beatle procedente de Europa. En este trabajo se incluyó el tema homónimo de Bob Dylan que, apenas dos meses después, él mismo acabaría grabando en su disco “Bringing it all back home” (aunque existe alguna actuación en directo anterior, como la que proponemos en el segundo video). Sin ánimo de entrar en polémica sobre qué versión es mejor, lo cierto es que la propuesta de The Byrds fue un triunfo rotundo y que tuvo una importancia capital como creadora de estilo; es cierto que muchos aficionados y críticos musicales prefieren la de Dylan y tal vez tengan razón, al menos desde el punto de vista artístico; sin embargo, “El hombre de la pandereta” de The Byrds fue la primera canción de éxito que fusionó estilos como el folk, el pop, el country y el rock, y suele ser considerada como el punto de partida del folk-rock. De hecho, no puede entenderse el country-rock de Gram Parsons, de The Flyin’ Burrito Brothers o de los propios Eagles sin antes entender la labor pionera desarrollada por The Byrds. Como es habitual en Bob Dylan, estamos ante una bella obra, críptica y poética, en la que muchos identifican al hombre de la pandereta con el camello que surtía al propio Dylan (hace poco, el blog Rockologia la incluía en su antología de mejores canciones sobre vendedores de droga).
Alan Stivell. «Marv Pontkalleg»
Hace unos meses me ocupaba del músico gallego Carlos Núñez, al que calificaba como el Paco de Lucía de la gaita, y lo hacía con un clásico de la canción popular («Lela«) cantado por la portuguesa Dulce Pontes. Alan Stivell es otro de los grandes de la música folk celta, responsable -junto a su padre- de haber revitalizado el arpa como instrumento de la música tradicional bretona. Partidario de la autodeterminación de esta región francesa y del panceltismo, es portador de una propuesta musical comprometida con sus raíces e ideología y, sobre todo, francamente innovadora, en la que se mezclan elementos populares con ritmos rock y new age. En 1971 publicó «Renaissance de la Harpe Celtique»; tal y como ha comentado el propio Alan Stivell , como homenaje y reconocimiento a los creadores de este instrumento, con unos arreglos a medio camino entre el folk y la música clásica antigua, con el ánimo de no asustar a quienes huyen de los sonidos eléctricos. El tema que he elegido de este álbum es «Marv Pontkalleg», una canción tradicional que cuenta con otras interpretaciones aunque, desde mi punto de vista, ninguna tan mágica y cristalina como ésta.