Las Cinco Canciones de Vidal (I): «Entre dos aguas» (Paco de Lucía)

El poder evocador de las canciones nos lleva hoy al Territorio Sonoro de Vidal, uno de los más fieles seguidores de La Guitarra de las Musas; siempre tiene algo interesante que contarnos, sus comentarios son entretenidos, inteligentes, con sentido del humor y muy constructivos; es un placer leerle porque la sensación que uno tiene siempre es la de estar hablando con él, podría decirse que es una de las personas que mejor entiende la comunicación blogosférica. Es autor de Territorio Sonoro, un espacio muy personal, donde Vidal da cabida a sus inquietudes musicales, cinematográficas, culturales y, sobre todo, a sus recuerdos, opiniones y vivencias, el verdadero esqueleto de esta interesante web. Esta semana tendremos música bien diferente: flamenco con formato de rumba, rock progresivo limítrofe con el AOR o el art rock, música disco y canción melódica de autor. Vidal ha querido dedicar cada una de las canciones a alguien o algo: la primera a su padre; la segunda a las jukebox, los coches de choque y los recreativos; la tercera a su madre; la cuarta a su mujer; y la quinta a su hija. Estoy seguro que lo vamos a pasar muy bien; habrá anécdotas, momentos divertidos y, ante todo, muchos y emotivos recuerdos. Ha querido comenzar con la canción dedicada a su padre, «Entre Dos Aguas», incluida en su disco «Fuente y Caudal» (1973), un tema que ya apareció en este blog cuando quisimos conmemorar el primer aniversario de la muerte de Paco de Lucía; entonces decíamos que esta canción marcó un antes y un después en la música tradicional española, fue como el nexo de unión entre el flamenco ortodoxo y el nuevo flamenco, y todo gracias a la visionaria inclusión de elementos que invaden, estimulan, vigorizan y renuevan este estilo; flamenco grabado de manera improvisada, como si fuera una pieza de jazz, pero con aire latinoamericano y a ritmo de rumba. Es tu turno, Vidal.

«El primer disco se lo dedico a mi padre. Este disco fue el primero que empecé a poner en el viejo tocadiscos de maleta que tenía mi padre, que era un gran aficionado al flamenco, incluso empezó a enseñarme a tocar la guitarra flamenca, disciplina ésta que no llegue a desarrollar por su trágica muerte en 1980.
Así pues, y ya que no tenía hermanos mayores que escuchasen música, esta canción se convirtió en mi primer single, que llegue a que sonase rallado a más no poder; pero creo que, en el fondo, ha sido como una huella sonora (como diría Santiago Auserón) que se quedó impregnada en mi mente, haciendo que siempre busque ese carácter sorpresivo en la música que escucho».

Paco de Lucía. «Entre dos aguas»

Hoy hace un año Paco de Lucía fallecía en la ciudad mexicana de Playa del Carmen, a consecuencia de un infarto cardiaco. En mi opinión, ha sido el artista musical más importante que ha dado nuestro país, al menos en los últimos tiempos. Revolucionó el flamenco, lo fusionó con otros estilos (jazz, bossa nova, ritmos latinoamericanos, rumba, música clásica, etc.), dotó a la guitarra de un protagonismo hasta entonces reservado a los cantaores y colaboró con lo más granado del flamenco (Fosforito, El Lebrijano, Camarón de la Isla, Manolo Sanlúcar o Tomatito), del jazz (Al Dimeola, John McLaughlin, Larry Coryell, Pedro Iturralde, Chick Corea, Jorge Pardo o Carles Benavent) o del rock latino (Santana). Por no hablar de su impresionante manera de tocar la guitarra; era rápido como el que más, su técnica era depurada como la de un guitarrista de música clásica y su colección de recursos, giros y genialidades siempre me dejan impresionado. Lástima que fuera español, si hubiera nacido en Inglaterra o Estados Unidos no dudaríamos en situarlo en el Olimpo de los guitarristas, junto al mismísimo Jimi Hendrix. En 1973 publica «Fuente y Caudal», un disco de flamenco que comenzaba con la rumba titulada «Entre dos aguas»; el tema fue inicialmente compuesto por Paco de Lucía con el objetivo de completar o rellenar el álbum, aunque acabó catapultándolo a la fama. Esta canción marca un antes y un después en la música tradicional española, es el nexo de unión entre el flamenco ortodoxo y el nuevo flamenco y todo gracias a la visionaria inclusión de elementos (rumba, pop, estribillo pegadizo y ritmo fácil) que invaden, estimulan, vigorizan y renuevan este estilo. La canción se grabó con pocos instrumentos: bajo, que aporta solidez, un timbre eléctrico novedoso en el flamenco y una sensualidad que engancha desde la primera escucha; bongó, como sustitutivo de las palmas, que da a la canción un aire más latino; y, por supuesto, las guitarras de Ramón de Algeciras y Paco de Lucía, ésta última llena de recursos expresivos. El conjunto era algo bien novedoso: flamenco grabado de manera improvisada, como si fuera una pieza de jazz, pero con aire latinoamericano y a ritmo de rumba; aquí podéis ver un pequeño vídeo en el que Paco de Lucía cuenta cómo compuso esta canción. Ésta es la grabación original, sin embargo él cada vez la tocaba de una manera diferente, engrandeciendo así la leyenda; os voy a dejar dos de sus versiones en directo, mientras que la última es un tema de Al Dimeola interpretado por Larry Coryell y Paco de Lucía: «Mediterranean Sundance», donde se entremezclan algunos fragmentos de «Entre dos aguas».

Gualberto. «Tarantos (para Jimi Hendrix)»

Gualberto es uno de los genios más brillantes que ha dado el rock patrio, sin embargo es poco conocido, tal vez algo más por los aficionados al rock progresivo. Nació en Sevilla y fue uno de los principales pioneros del rock andaluz, mucho antes de que fuera popularizado por grupos como Triana. Junto con Julio Matito, fundó el mítico grupo Smash en 1968, un arriesgado experimento en el que convivieron el rock psicodélico, el rock progresivo, el blues-rock y el flamenco; un ejemplo del derroche creativo de esta banda fue su tema titulado «El Garrotín«, tal vez el más exitoso en la trayectoria de esta formación. Tras su disolución, Gualberto viajó a Estados Unidos donde adquirió formación musical, contactó con diferentes músicos, asistió al Festival de Woodstock y casi llegó a tocar con Jefferson Airplane. Ya en España, firmó dos excelentes trabajos: «A la vida / Al dolor» (1974) y «Vericuetos» (1976), el primero más psicodélico y el segundo más progresivo, dos obras geniales plenas de atrevimiento y experimentalidad; os dejo estas palabras suyas, para que valoréis su irreprimible capacidad creativa: «En la época de Vericuetos mandé quitar el mástil de una Fender Stratocaster y poner el de mi guitarra flamenca, una Alhambra, con clavijas de palo y cuerdas de nailon para eléctrica. De este modo, podía arpegiar y tocar con los dedos usando las técnicas del flamenco, pero con un sonido eléctrico. Me ponía la púa en la boca y podía hacer rasgueos fuertes» (tomado del libro de Salvador Domínguez. Los Hijos del Rock. Los Grupos Hispanos 1975-1989. Madrid: SGAE, 2004; pág. 60). El tema que he seleccionado es «Tarantos (para Jimi Hendrix)», una pieza instrumental contenida en el primero de los discos comentados. En este álbum intervinieron dos cantantes, uno lo hacía en inglés (Todd Porcell) y el otro en español (el cantaor Enrique Morente). No os perdáis este homenaje a Jimi Hendrix, ejecutado con guitarra española, violín, palmas y la expresiva guitarra eléctrica de Gualberto (alucinante a partir del minuto dos). Su legado es variado y extenso: ha sido arreglista, productor y asesor musical, compositor y músico de piezas clásicas y de flamenco, pionero de la informática musical que utilizó en la grabación de piezas para cine y televisión, buen conocedor de diversos instrumentos (guitarras, sitar, sarod, dilruba, etc.) y aún hoy sigue en activo, siempre en proyectos variopintos y rodeado de los mejores talentos. Si queréis saber más sobre este músico, aquí os dejo una interesante entrevista realizada en el año 2006.

Rodrigo y Gabriela. «Tamacun» / «Diablo Rojo» / «Stairway to Heaven»

En una entrada anterior reflexionaba sobre la influencia que han ejercido las censuras y los puritanismos en los procesos de creatividad artística; en este sentido, el instinto de supervivencia y el deseo de triunfar también pueden llegar a ser factores determinantes. Rodrigo Sánchez y Gabriela Quintero se conocieron en México, D.F. cuando eran muy jóvenes; tras su paso por el grupo de trash metal Tierra Ácida y ante el desalentador panorama musical que veían en su país natal, decidieron viajar a Europa en busca de nuevas oportunidades. Llegaron a Dublín con un par de guitarras y comenzaron a tocar en bodas y bautizos, en pubs y, por supuesto, en la calle, donde conocieron el rico ambiente musical de la capital irlandesa. Pronto comenzaron a actuar en festivales, tanto en Reino Unido como en otros países de Europa, hasta que en el año 2002 lanzan su primer disco, titulado «re-Foc». No es fácil describir su estilo, digamos que se sitúa entre los ritmos latinoamericanos, la rumba, el flamenco y el rock. Rodrigo asume el liderazgo y actúa como primera guitarra, mientras que Gabriela ejerce de guitarra rítmica y, lo que es más importante, lleva la voz cantante en la percusión. Él es increíble, buen guitarrista, pero ella es el alma del dúo, capaz de suplir con su guitarra, sus manos y su corazón a todos los instrumentos habitualmente implicados en los roles rítmicos. Cuando uno los ve no sale de su asombro; tocan a una velocidad endiablada y siguen conservando, y transmitiendo, su esencia metalera; creo que es mejor que lo veáis con vuestros propios ojos. Las tres canciones que he seleccionado (en realidad cuatro) forman parte de su segundo álbum («Rodrigo y Gabriela», 2006); las dos primeras están compuestas por ellos, tanto de «Tamacun» como de «Diablo Rojo» existen versiones alternativas, recogidas en su álbum «Área 52», que grabaron acompañados de la orquesta C.U.B.A. (también os he dejado enlaces a este experimento de fusión con los ritmos cubanos); el tercer vídeo corresponde a una singular versión del clásico «Stairway to Heaven», de Led Zeppelin. Por si os habéis quedado con ganas de más, aquí tenéis a este dúo de guitarristas haciendo frente al tema de Metallica «Orion», junto a su bajista, el estadounidense de origen mexicano Robert Trujillo.

Bebo & Cigala. «Lágrimas negras»

La fusión de estilos musicales está de moda desde hace ya bastantes años. He de decir que soy un firme partidario de ella, entre otras cosas porque estoy convencido de que, tarde o temprano, nos proporcionará un nuevo paradigma musical que renueve la vieja carga genética que ya evidencian algunas de las corrientes musicales más importantes, por el ejemplo el Rock. Precisamente de la mezcla y mutación de estilos nació el Rock & Roll, una propuesta mestiza, un ejemplo palmario de fusión cultural y musical procedente de comunidades a menudo antagónicas. Los estilos puros pueden llegar a ser como las razas puras: engreídos, insolentes y narcisistas y, en mi opinión, corren el riesgo de estancarse por su natural tendencia a la endogamia. También es verdad que no debería valer todo bajo el reclamo o el pretexto de la fusión musical; estamos acostumbrados a que, a menudo, nos quieran intoxicar con extraños mejunjes comerciales vendidos bajo la etiqueta del mestizaje. No es éste el caso de la versión que hoy nos ocupa: “Lágrimas negras” (Miguel Matamoros, 1929), incluida en el disco homónimo publicado en el año 2003. El flamenco y el jazz han compartido espacio con relativa frecuencia; sin ir más lejos, nuestro genial Paco de Lucía, junto a algunos de los mejores guitarristas que ha dado el jazz actual (Larry Coryell, Al Di Meola o John McLaughlin), nos ha regalado discos de una calidad sublime. “Lágrimas negras”, un proyecto producido y mimado por el cineasta Fernando Trueba, es un álbum único, donde la fusión de estilos como el jazz, el flamenco, el bolero e, incluso, los ritmos brasileños es ejemplar; cualquier canción de este disco es elegante, delicada y con nervio a la vez. Finalmente me he inclinado por el tema que da título a todo el trabajo, tal vez por la mágica compenetración que se paladea entre Bebo Valdés y Diego «el Cigala» y, también, por el invitado de excepción: el saxofonista Paquito de Rivera. Inicialmente pensé en este tema para un miércoles, cuando suelo hablar de versiones, pero habiéndolas muy buenas no he encontrado ninguna tan redonda como ésta (tal vez no esté muy de acuerdo el compañero del blog “Después de la Media Rueda”, espero que nos regale alguna de sus fantásticas versiones cubanas). No obstante, para aquellos interesados, dejo aquí un enlace a la original del Trío Matamoros.