Andrés Calamaro. “Estadio Azteca”

En 1986 se celebró en México la decimotercera edición de la Copa Mundial de Fútbol. La final (Argentina – Alemania Federal) tuvo lugar en el Estadio Azteca, ubicado en Ciudad de México, el segundo más grande de América y el único donde se han celebrado dos finales mundiales (México 1970 y 1986). Aquel fue el Mundial de Diego Armando Maradona; su juego, y sus goles, fueron decisivos para que Argentina se llevara la victoria final; en el recuerdo de todos está el primer gol (“la mano de Dios”) que marcó en los cuartos de final contra Inglaterra y, sobre todo, el segundo en este mismo partido, probablemente el gol más espectacular de la historia, en el que recorrió casi todo el campo driblando y superando a seis jugadores británicos antes de marcar. Maradona falleció el 25 de noviembre de 2020, después de haber llevado una vida llena de excesos, quien sabe si tuvo que ser el pago cobrado por el diablo al convertirlo en el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Nada más fallecer, su amigo Andrés Calamaro escribió en Twitter: “Espérame en el cielo, querido hermano”; a Carlos Herrera, en su programa de radio, le dijo: “Maradona nos dejó huérfanos a todos los argentinos y al fútbol”.

Las conexiones entre Maradona y Calamaro venían de más atrás. En 1991, cuando se publicó el primer disco de Los Rodríguez -banda creada por Andrés Calamaro y Ariel Roth-, se incorporó el tema “Mi enfermedad”, le gustó tanto a Maradona que incluso llegó a pensar que había sido escrito para él. Unos años más tarde, Maradona colaboró en el disco de Calamaro “Honestidad Brutal” (1999), uno de sus mejores trabajos discográficos, donde además se incluyó el tema titulado “Maradona”, un homenaje de Calamaro a su amigo: “Maradona no es una persona cualquiera, es un hombre pegado a una pelota de cuero. Tiene el don celestial de tratar muy bien al balón. Es un guerrero (…)” Quiero pensar que Calamaro también se acordó de Maradona -ese “gigante”, que menciona en la canción- en otro de sus himnos futboleros, “Estadio Azteca”, dedicado al escenario en el que Argentina fue campeona del Mundo de la mano de “El Pelusa”: Prendida a tu botella vacía, esa que antes siempre tuvo gusto a nada. Apretando los dedos, agarrándome, dándole mi vida, a ese para avalanchas. Cuando era niño y conocí el estadio azteca. Me quedé de duro, me aplastó ver al gigante. De grande, me volvió a pasar lo mismo. Pero ya estaba duro mucho antes (…)”.

“Estadio Azteca” fue uno de los tres nuevos temas de Calamaro que formaron parte de su octavo álbum de estudio (“El Cantante”, 2004), un disco en el que la mayor parte de las canciones son versiones del cancionero latinoamericano: “La Distancia”, “Alfonsina y el Mar”, “Volver”, Voy a perder la cabeza por tu amor”, etc. La letra de “Estadio Azteca” fue escrita por el también argentino Marcelo Scornik. Según nos cuenta el propio Andrés Calamaro, a través de un artículo de Toni Cerdá publicado en la web Panenka, “Estadio Azteca fue un momento de inspiración muy especial de Marcelo Scornik, y también de la música. Es una canción que dice mucho más de lo que parece. La letra es misteriosa, no se puede explicar. Cuenta la historia personal de Marcelo pero, a través de él, la de toda la Argentina. Habla del exilio, de la muerte, del fútbol, de los hinchas, de la droga, del corazón que tenemos y que no tenemos”. En este mismo artículo, también se recoge la opinión de Marcelo Scornik sobre la canción: “¡Se había terminado la botella! De allí en adelante todo fue una vorágine de recuerdos sanctos y non sanctos, de infancia de golosinas y de cancha de fútbol. Canchas que conocí al llegar a México con toda la carga del exilio a cuestas. Me saca de la Argentina y sólo me escapo para estar en el medio de una hinchada futbolera”. Para Toni Cerdá, “nunca se llegará a desvelar el significado real de su letra. Una metáfora referente a sus problemas con las drogas, el recuerdo pasado de una gran Selección Argentina que asustaba a todo el Mundo, que coronó la cima de la atmósfera fútbol –precisamente en el Estadio Azteca- y que queda muy lejos de lo que es hoy o simplemente, la inocencia de un niño que entra por primera vez a un campo de fútbol. O todo junto”.

Entre las numerosas versiones de esta canción, bastante ejecutadas por músicos argentinos, os dejo las debidas a artistas y grupos como Bicicletas, Los Animalitos, Calamaro & Bunbury, Calamaro & Lila Downs, Gustavo Nola y Sweet Little Band, ésta última especialmente pensada para bebés.

Vainica doble. “Habanera del primer amor”

Aloma Rodríguez, en el número 7 del periódico semanal Ahora (30/10/2015), recogió algunas opiniones de músicos, cineastas, artistas e intelectuales sobre el dúo español Vainica Doble, formado en 1971 por las inclasificables Gloria van Aerssen (1932-2015) y Carmen Santonja (1934-2000):

“[Vainica Doble] es una de esas rigurosas excepciones irrepetibles, un diamantino alucine que expandió vertiginosamente las posibilidades del lenguaje musical y lírico de la canción en castellano”

Abel Hernández -El Hijo-

“[La característica principal de Vainica Doble es] el uso magistral que hacen del castellano. Cuando oigo a alguien decir que el idioma natural del pop y el rock es el inglés pienso que no han escuchado a Vainica Doble. No solo me refiero al contenido de sus letras, sino a la métrica, la prosodia, las rimas, el léxico que utilizan. Los Beatles son geniales y han sido mil veces imitados, pero es que Vainica Doble son también geniales y no se las puede llegar a imitar”

Nacho Vegas

“[Vainica Doble] son algo así como un lujo que no nos merecemos, como tampoco nos merecemos a Quevedo o al Arcipreste de Hita”

Jaime de Armiñán

“[Fueron pioneras] en el descubrimiento de una modernidad que se basa en el ejercicio de la máxima libertad y en la recuperación de los elementos de toda época y estilo y la apropiación de géneros de fuera y su adaptación”

Abel Hernández -El Hijo-

“Eran imposibles de clasificar, más modernas que los modernos sin pretender serlo. Descolocaban a cualquiera, y aún siguen haciéndolo. Podían pasar de una habanera a un rocanrol con la misma frescura, buen humor y mala uva, porque también tenían mucha. Se habla mucho de su costumbrismo de clase acomodada, pero sus canciones siempre encerraban una visión muy ácida del mundo”

Nacho Vegas

“(…) nadie cantaba ni canta con la frescura de intenciones y la ternura crítica con que ellas lo hacen. Son unas canciones ingenuas, torpes, amables, despiadadas, melancólicas, conmovedoras, infantiles, maduras, perversas, meticulosas, anárquicas. Son hijas o nietas del franquismo y madres de la libertad”

José Manuel Caballero Bonald

Estas “madres de La Movida” o “abuelas del indie”, como así se las ha calificado, se conocieron por casualidad, en la Ciudad Universitaria de Madrid; así lo han contado los hijos de Gloria van Aerssen: “todo empezó cuando conoció a la tía Mari Carmen en una parada de autobús. Estaba silbando Tannhäuser y nuestra madre se acercó y se unió a ella silbando una segunda voz, y a partir de ese momento se hicieron inseparables” (La Fonoteca). Cuando se encontraron, Gloria van Aerssen cursaba Bellas Artes, mientras que Carmen Santonja estudiaba piano en el conservatorio. Juntas grabaron discos, pusieron música a programas de televisión y películas e inspiraron a artistas de todo tipo, algunos de ellos abanderados de lo que, poco tiempo después, acabaría conociéndose como “Movida”. Si queréis saber más de la vida y la obra de este creativo dúo, lo podéis hacer a través de los diferentes enlaces que he ido dejando a lo largo de esta entrada.

Si os apetece zambulliros en el universo Vainica Doble, podéis empezar con su segundo Lp de estudio, “Heliotropo” (1973); en este álbum se incluyó uno de sus temas más conocidos: “Habanera del primer amor”, una canción que inicialmente no contaba para el disco, quizás porque Gloria y Carmen la consideraron algo cursi. A mí me parece una maravilla; parafraseando la letra de esta composición, creo que no se puede expresar con mayor emoción y lucidez el sentimiento que acompaña a los primeros amores infantiles, los que se cocinan como flanes de arena, en los que se descubre el suspiro como un sentimiento extraño y, también, los que acaban debido al implacable paso del inclemente impertinente tiempo. En este directo de RNE las podéis escuchar (a partir del minuto 8:13). En cuanto a las versiones de “Habanera del primer amor”, ninguna con la magia del original, mencionaremos las de Marcela Morelo, Sisa y Suburbano y Los Fantasmas del Paraíso (Antonio Galvañ y Fernando Márquez -El Zurdo-).  

Kano y los Bulldogs / Los Secretos / Los Coronas. “Sobre un vidrio mojado”

Dicen que la década de 1980 fue la “edad de oro del pop español”, incluso han comercializado discos y eslóganes explicitando esta afirmación. Desde luego, el movimiento fue potente, tuvo el respaldo del gran público y un arranque coincidente en el tiempo con el movimiento contracultural conocido como “Movida”. Hubo muchos grupos, portadores de influencias musicales diversas: punk, glam rock, new wave, country-rock, synth pop, etc. Pero pocas veces se reconoce la influencia que tuvo en estos grupos (incluso en los más transgresores) la herencia del pop que se hizo en España (y Latinoamérica) durante los años sesenta; tuvo tal relevancia en su momento, tanto desde el punto de vista musical como social, cultural y para la modernización del país que, como mínimo, debería compartir con los ochenta ese título honorífico de “edad de oro del pop español”. Al igual que sucede con la copla, el flamenco o los boleros, el pop de los sesenta está con nosotros gracias a nuestros padres, a menudo grabado en un lugar recóndito de nuestra memoria, escondido y rechazado de manera consciente, como mecanismo reivindicativo de identidad generacional.

En casi todos los grupos de los ochenta, sobre todo los posteriores a la “Movida”, está presente la huella de aquellos pioneros españoles y latinoamericanos de los sesenta, ya sea de manera consciente o inconsciente. Uno de los grupos donde mejor se aprecian estas influencias es en Los Secretos, banda mítica del pop español –aún en activo-, de cuyos orígenes ya hablamos en una entrada anterior, dedicada a la versión de “Déjame” ejecutada por la malagueña Anni B Sweet. Es verdad que el sello distintivo de Los Secretos, en cuanto a sonido se refiere, es el country rock, prácticamente desde sus primeras maquetas, cuando se llamaban Tos, y especialmente visible en discos como “El primer cruce” (1986) o “La calle del olvido” (1989). Sin embargo, los primeros Lps son trabajos más entroncados en la vieja tradición española y latinoamericana del pop sesentero; prestad atención a temas como “Déjame”, “Ojos de perdida”, “Me aburro” o “Niño mimado”, todos del primer disco (“Los Secretos”, 1981), incluso la portada del álbum (al final de la entrada la podéis ver), en seguida os daréis cuenta de esta circunstancia. De ello se debió percatar el periodista musical Juan de Pablos, quien les sugirió que hicieran una versión, para su primer disco, de una canción que él pensaba se adaptaba muy bien a su estilo. Se trataba de un tema titulado “Sobre un vidrio mojado”, compuesto por el uruguayo Roberto Fernando Alonso y el argentino Mario Pierpaoli, que fue grabado en 1969 por el grupo uruguayo Kano y los Bulldogs, creado en 1964 y radicado, desde 1966, en Buenos Aires (Argentina).

Una vez escuchado el original de Kano y los Bulldogs y la archiconocida versión de Los Secretos, os propongo una tercera opción, la del grupo de surf rock madrileño Los Coronas (unos habituales de este blog); se trata de una interpretación instrumental, que formó parte del lanzamiento que se hizo con motivo del 35 aniversario del primer álbum de Los Secretos. Acabo con dos directos de Los Secretos interpretando esta canción para dos programas de televisión: “Popgrama” y “Qué noche la de aquel año”; dos versiones punk, una a cargo del grupo argentino Boom Boom Kid y otra de la banda uruguaya Trotsky Vengaran; una más en tono intimista, de Alejo Stivel; y, finalmente, la de Los Secretos y Alejo Stivel, recogida en el homenaje a Enrique Urquijo, celebrado en el año 2019.

El Último de la Fila. “Aviones plateados”

En 1983 el ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, anunciaba una serie de privilegios fiscales y aduaneros, dentro del marco de la CEE, para los territorios de Ceuta, Melilla y Canarias. Cuando me enteré que tenía que hacer el servicio militar obligatorio -allá por 1987- en Melilla, no lo dudé: tenía que comprarme un radiocasete de esos que tenían doble pletina para grabar de cinta a cinta, con el fin de escuchar mis casetes en el botiquín, mi nueva morada en el Regimiento de Caballería “Alcántara 10”; finalmente, en lo económico, el tiro me salió por la culata, cuando regresé a Madrid me hicieron pagar en la aduana aunque, bien es cierto, que pude disfrutar del aparato durante casi un año. Una de las cintas que más sonaban era la de El Último de la Fila, en la que había canciones de los dos primeros discos de este grupo, formado en Barcelona -hacia 1984- a partir de un grupo anterior llamado Los Rápidos -posteriormente denominado Los Burros-, integrado por los músicos Manolo García y Quimi Portet.

En una vieja entrada, publicada en 2017, aludíamos a la herencia musical que dejó el rock andaluz de los setenta en este dúo, y en sus poéticas y, en ocasiones, surrealistas letras, que alejaban así su propuesta del pop facilón sin pretensiones. Entonces dedicamos el post al tema antibelicista “Querida Milagros”, incluido en su primer álbum (“Cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana”, 1985). Para la entrada de hoy, he elegido el tema titulado “Aviones plateados”, que formó parte del segundo trabajo de estudio de esta formación (“Enemigos de lo ajeno”, 1986), uno de los mejores discos ochenteros del pop español, en el que también se incluyó la canción quizás más conocida de esta formación: “Insurrección”.

“Aviones plateados” habla de celos que abrasan, de comportamientos depresivos y nos recuerda que las “credenciales de posesión” de nada sirven en asuntos que atañen al corazón. Era el tema preferido en el botiquín de Caballería, el que más poníamos y el que más nos pedían los compañeros que nos visitaban. Tal vez fuera por ese “me voy consumiendo” explicitado en la canción, que expresaba muy bien lo que sentíamos en aquel encierro forzado; quizás por el inicio de la canción (“Veo tu casa desde mi balcón. Chimeneas y tu ropa al sol. Aviones plateados rozando los tejados …”), un contemplativo relato que nos recordaba lo que veíamos (o  queríamos ver) desde las garitas durante nuestras guardias; puede que fuera por el amor que estábamos perdiendo mientras cumplíamos con la Patria o, sencillamente, porque el protagonista de la canción, “libre ante el espejo”, hacía lo contrario de los que nosotros podíamos hacer, incluso de lo que querríamos hacer cuando fuéramos de nuevo civiles: no salía cuando podía, tenía “barba de quince días”, se permitía el lujo de no comer y se jactaba del desorden en el que se encontraba su habitación (“to’ por ahí tirao’”).

Finalizo con una actuación para televisión española, con un directo de 1995 (el sonido no es muy bueno) y con un vídeo de 2021 en el que Ángel Casas entrevistaba a Los Burros para la televisión catalana y, después, se recogía una interpretación de “Aviones plateados” a cargo de Manolo y Quimi.

Jimmy Cliff / The Animals / Joe Cocker. “Many Rivers to Cross”

Jimmy Cliff es un artista jamaicano aún en activo, actualmente es el único músico de reggae vivo que está en posesión de la “Order of Merit”, la más alta distinción que otorga Jamaica en el ámbito científico y artístico. Nacido en julio de 1944 como James Chambers, escribía canciones cuando apenas era un niño; a los catorce años, después de participar en algunos concursos para talentos, ya había grabado sus primeros sencillos. A los veinte años era bastante conocido en Jamaica, incluso fue uno de los representantes de su país en la Feria Mundial de Nueva York de 1964-1965. Poco después firmaría con Island Records, y se mudaría al Reino Unido en busca de fama y reconocimiento internacional. Aquellos primeros años en Europa no debieron ser fáciles para él, aunque poco a poco lograría hacerse un hueco dentro de la difícil industria discográfica británica. En 1967 publicó su primer álbum (“Hard Road to Travel”), después vendrían los titulados “Jimmy Cliff in Brazil” (1968) y Jimmy Cliff (1969 -posteriormente retitulado como “Wonderful World, Beatiful People”-).

En este último disco se incluyó “Many Rivers to Cross”, una canción en la que quiso plasmar su estado de ánimo durante aquellos primeros años en Reino Unido, adonde llegó cargado de energía e ilusiones para compartir la gloria con los Rolling Stones o los Beatles. La frustración que le provocó el anonimato, acostumbrado a la fama que tenía en Jamaica, y el tener que ganarse la vida en clubs nocturnos, motivó esta canción, que habla de abandonos, soledad, pérdida de identidad y desesperación; todo ello mientras el protagonista de la canción vagabundea por los acantilados de Dover, precisamente el lugar que comunica Inglaterra con el continente, un camino que recorrió muchas veces Jimmy Cliff cuando viajaba a Francia o Alemania en busca de trabajo como músico.

“Many Rivers to Cross” es una balada pop, con un órgano que se enseñorea de la canción hasta prácticamente transformarla en una pieza de soul (los coros también ayudan). La impresionante voz de Jimmy es el otro aspecto destacado de esta conocida melodía, que probablemente cuente con un centenar de versiones. Os animo a que escuchéis las interpretaciones de Percy Sledge, Little Milton, Martha Reeves, Harry Nilsson, Linda Rondstadt, Jimmy Barnes, John Lennon, Marcia Hines, Desmond Dekker, Bryan Adams, Annie Lennox, Elvis Costello, UB40, Cher, Zuchero & Toni Childs, Oleta Adams, Monty Alexander y, por supuesto, las dos versiones que hoy acompañan al original de Jimmy Cliff; la del grupo de Eric Burdon -The Animals-, publicada en el álbum “Before We Were So Rudely Interrupted” (1977), con el que esta banda volvió a reunirse -de hecho, el nombre del grupo que aparece en el álbum es del de The Original Animals-, y la de Joe Cocker, incluida en su disco “Sheffield Steel” (1982).

Jimmy Cliff