Los Toreros Muertos. «Mi agüita amarilla»

Cuando uno echa la vista atras se da cuenta de que, a pesar de lo que puedan dictar las leyes de la física, el tiempo pasa más lento con veintitantos que a partir de los cuarenta, cuando todo parece que se acelera y consumes años como si fueran cervezas en verano. Precisamente de cervezas, y de otras bebidas espirituosas, va la entrada de hoy, en recuerdo de aquellos años en los que te apuntabas a cualquier sarao al que te invitaran «¿Te acuerdas de aquel día en el que íbamos todos ‘pedo’?» Esta es una pregunta que, de vez en cuando, me hace mi amiga Mariola cuando queremos recordar aquella época de “Chema y los muerte”; entonces nos echamos unas risas y le recuerdo que, en realidad, era ella la que evidenciaba tal estado de embriaguez. Pero, en el fondo, los dos sabemos que aquellas fiestas eran tremendas y que íbamos todos muy perjudicados. La canción estrella de esas farras era “Mi agüita amarilla”, del grupo Los Toreros Muertos, toda una oda a la cerveza, la juerga y el buen humor. Pertenece a su primer álbum, publicado en 1986 con el jocoso título de “30 años de éxitos” y está lleno de canciones a cual más divertida: ”Yo no me llamo Javier”, “Twist’ as loca”, “Soy un animal” o “Necesito un avalista”; todas ellas muy representativas del estilo transgresor y gamberro de esta banda, con un sonido entre el pop, el rock, el punk, la new wave, incluso con algunos temas a ritmo de twist, cha cha cha o pasodoble. Los Toreros Muertos tuvieron actividad entre 1984 y 1992 aunque, a partir del año 2007, se reunieron y creo que aún continúan ofreciendo algunos conciertos con las viejas canciones de siempre. Su líder, Pablo Carbonell, es bien conocido en el mundo del cine, de la televisión y del espectáculo, casi siempre explotando sus cualidades cómicas y de showman. Una de las señas de identidad de Los Toreros Muertos eran sus letras; a menudo se les ha comparado con los gallegos Siniestro Total, también muy divertidos, aunque yo diría que el humor de Los Toreros es más elegante, tal vez más intelectual. De hecho, “Mi agüita amarilla” (aquí tenéis una curiosa versión en inglés), además de un homenaje a la cerveza, no es más que una inocente canción educativa sobre el ciclo de agua y sobre las consecuencias medioambientales de la diuresis cervecera.

Marianne Faithfull. «As Tears Go By»

En 1964 los Rolling Stones lanzaban su primer Lp al mercado («The Rolling Stones«), un álbum cargado de versiones de blues y rhythm & blues pero, a la vez, muy fresco y rockero. Cuentan algunas crónicas que su mánager, Andrew Loog Oldham, presionó a Keith Richards y Mick Jagger para que también escribieran sus propias canciones, al igual que hacían los Beatles; al parecer, los encerró en una cocina y no les dejó salir hasta que escribieron «As Time goes by». Oldham propuso cambiar la palabra «Time» por «Tears», para que no se llamara igual que la mítica canción incluida en la película Casablanca. Sin embargo, pensaron que era demasiado dulce y que no encajaba con su estilo, por lo que decidieron cederla a una amiga suya, Marianne Faithfull, una guapa joven de diecisiete años procedente de la aristocracia londinense. El tema fue todo un éxito y supuso el inicio en la carrera de esta intérprete; los prejuicios iniciales de los Stones saltaron entonces por los aires y también decidieron grabar este tema e incluirlo en su disco «December’s Children (And Everybody’s)» (1965). Del importante papel desempeñado por la inglesa como musa inspiradora en la carrera de los Rolling, de su relación con otras figuras del rock, de su carrera como cantante y actriz y del rol desempeñado como símbolo de la liberación femenina en los años sesenta, se ha ocupado la amiga Marta en su blog «We are Rock«. Marianne y Mick mantuvieron una relación sentimental entre 1966 y 1970, aunque ella ha manifestado en alguna ocasión que la noche que le fue infiel con Keith Richards resultó la mejor de su vida; según he podido leer en el diario El Mundo, el encontronazo entre Faithfull y Richards no fue casual y quizás estuvo propiciado por el guitarrista, al querer vengarse de su compañero por antes haberse acostado con Anita Pallenberg, novia de Richards entre 1967 y 1980. A punto estuvo de sorprenderlos Jagger, aunque Richards logró escapar perdiendo sus calcetines, una anécdota que siempre ha estado presente entre Marianne y Keith. Por si esto fuera poco para Jagger, Keith Richards llegó a insinuar, en su autobiografía publicada en 2010, que Marianne no se divertía en la cama con Mick porque tenía el pene pequeño, circunstancia que, al parecer, ha sido posteriormente corroborada por alguna de sus ex-parejas, para enojo y desesperación del cantante. Que conste que no se me ha ocurrido a mí, me limito a trasladar lo que otros ya han dicho antes; os dejo algunas noticias -entre las muchas existentes- relacionadas con este asunto, en concreto las publicadas en Minutouno, Terra, El Mundo, 20 Minutos, Efe Eme, El Intransigente y Rollingstone ¿Importa realmente el tamaño?

Peter Gabriel y Kate Bush. «Don’t give up»

Casi todos lo que amamos la música tenemos nuestras filias y nuestra fobias, géneros y artistas que nos apasionan y otros que evitamos a las primeras de cambio. Pero también es verdad que somos capaces de reconocer la calidad, las cosas bien hechas y respetamos enormemente el trabajo de los grandes, de aquellos que están fuera de categoría, como esos enormes puertos de montaña que aparecen en el Tour de Francia. Jimi Hendrix, Bob Dylan, Van Morrison, Sting, Tom Waits, Ian Anderson, Eric Clapton, Mark Knopfler, Neil Young o Paco de Lucía, por mencionar algunos de mis preferidos, pueden gustar más o menos pero lo cierto es que tienen un talento único. Desde mi punto de vista, a Peter Gabriel también habría que incluirlo en este selecto grupo; con él Génesis publicó cinco discos excepcionales (“Trespass”, “Nursery Cryme”, “Foxtrox”, “Selling England by the Pound” y «The Lamb Lies Down on Broadway»), cinco obras maestras del rock progresivo, y cuando abandonó esta formación, allá por 1975, se embarcó en una brillante y valiente travesía en solitario llena de nuevos sonidos y de planteamientos arriesgados, construidos a partir del pop, del rock y de melodías étnicas. Gabriel es, ante todo, un innovador capaz de experimentar con recursos altamente tecnificados, de sorprender con nuevos patrones melódicos y rítmicos, de proponer una “Música del Mundo” plagada de alusiones humanitarias y de compromiso social. Sus primeros discos en solitario se llamaron todos “Peter Gabriel” (I, II, III y IV), de aquella etapa me quedo con el que hacía el número III, habitualmente conocido como el “El derretido”, en alusión a la imagen de la portada. En 1986 publicó su quinto álbum, titulado “So” (los siguientes se llamaron “Us” y “Up”), una obra maestra, una magistral lección de cómo se puede elaborar un producto de calidad, innovador, étnico y, a la vez, sumamente comercial. “So” está lleno de buenos temas, como “Red Rain”, “Sledgehammer” y, por supuesto, “Don’t give up”, una preciosa balada cantada a dos voces en la que un desesperado perdedor es cariñosamente consolado y animado por alguien que lo quiere por encima de cualquier derrota o circunstancia adversa; la voz de Kate Bush es como una caricia, como un susurro optimista y tranquilizador: “No te rindas, tienes amigos. No te rindas, aún no estás derrotado. No te rindas, sé que puedes hacerlo bien (…) No te rindas, porque creo que existe un lugar … existe un lugar al que nosotros pertenecemos”.

Rulo y la Contrabanda. «A punto de colapsar»

Hoy cumple años alguien muy querido para mí y eso es motivo más que suficiente para hacer una excepción en los usos y costumbres de este blog, ayer no hubo entrada, más que nada para no restar protagonismo a la de hoy. No vayáis a pensar que me voy a arrancar con una poesía, ¡ya me gustaría!, lamentablemente no tengo talento para ello. Así que he optado por buscar ayuda en las historias que nos proporciona la música. Como en gustos musicales soy bastante ecléctico, no tengo problemas para adaptarme a las preferencias de las personas a las que quiero; de hecho, cuando viajamos en coche escuchamos algunos discos variados de esos que nos pueden gustar a los dos, entre ellos los de pop y pop-rock en español, de artistas como Los Secretos, Joaquín Sabina, El Último de la Fila, La Guardia, Loquillo y los Trogloditas, Bunbury o Los Rodríguez. El otro día me di cuenta que en ninguno de estos recopilatorios está mi tocayo Rulo (Raúl Gutiérrez Ánderez), el que fuera líder del grupo de rock La Fuga y, posteriormente, de Rulo y la Contrabanda. Éstos últimos tienen dos discos de estudio: «Señales de humo» (2010) y «Especies en extinción» (2012), donde se incluye «A punto de colapsar», un tema creo que muy de tu gusto: rockero sin estridencias y con una melodía sabrosona al estilo de Los Rodríguez. Hubiese querido escribir esta letra aunque no creo que Rulo se enfade conmigo si se la pido prestada: «Fijo que si te desnudas se acerca el cielo y se quedan cortos todos los adjetivos. Todos los dioses quisieron rozar tu pelo y les distes calabazas por ir conmigo. Y volamos a La Habana, navegamos a Estambul, mis ojos no vieron ojos como los que tienes tú (…) Y nos perdimos en Brooklyn, en Amsterdam te hice un blues. Sólo me gusta estar lejos si a mi vera vienes tú (…) Tengo miedo de perder aunque llegué primero, ahí afuera el mundo está muy feo a punto de colapsar. Mi objetivo es coleccionar años contigo, seguiré burlando este destino que nos quiso despegar». ¡Feliz cumpleaños, Eugenia! Como dice mi tocayo Rulo, mi objetivo no puede ser otro que el de coleccionar años contigo.

Peggy Lee / Renato Carosone / The Shadows. «Johnny Guitar»

El western es, en mi opinión, el género cinematográfico peor tratado por la intelectualidad del Séptimo Arte, y digo esto porque hay muchas películas del oeste que trascienden la aventura, la acción y el simple divertimento para adentrarse en el estudio psicológico de sus personajes, a menudo algo más que violentos pistoleros aficionados a las prostitutas y el alcohol. Para aquellos que os negáis, casi por principios estéticos y morales, a dar una opción a este género pero amáis los papeles atormentados, débiles en su aparente fortaleza y, en definitiva, complejos, os estáis perdiendo algo grande con largometrajes como “Centauros del Desierto”, “Solo ante el peligro”, “El hombre que mató a Liberty Valance”, “Pasión de los fuertes”, “Sin Perdón” o el protagonista de hoy: “Johnny Guitar” (1954), rodado durante el auge de la “Caza de Brujas” por un director, Nicholas Ray, que colaboró con perseguidos por el Macarthismo. Por varias razones lo tengo entre mis westerns preferidos: por el magistral uso que se hace del color, por su puesta en escena como si fuera una obra de teatro, por el drama psicológico que se plantea, por el hecho de que el duelo de “machitos” aquí se sustituya por un enfrentamiento entre dos mujeres y, por supuesto, por la omnipresente canción de Peggy Lee (letra) y Víctor Young (música), con el mismo título que la película y que, en opinión de algunas personas (yo no lo tengo tan claro), guarda ciertas similitudes melódicas con la «Danza española número 5 (‘Andaluza’)”, del maestro Enrique Granados. Vamos primero con la propuesta original de la norteamericana Peggy Lee, precisamente la que aparece en este atípico western donde las mujeres son protagonistas; a continuación, la versión del cantante napolitano Renato Carosone; y, para finalizar, la instrumental de los británicos The Shadows. Este año el día de San Valentín cae en sábado, un día poco frecuentado por este blog, por ello he decidido adelantar la efeméride a esta cita con las versiones (el viernes volveré con otra canción romántica). En “Johnny Guitar” encontraréis una de las escenas más rabiosamente románticas jamás rodada –aquí la podéis ver-; la primera parte del diálogo entre Johhny y Vienna es de los que no se olvidan:
Johnny: ¿A cuántos hombres has olvidado?
Vienna: A tantos como mujeres tú, me imagino.
Johnny: ¡No te vayas!
Vienna: ¡Pero si no me he movido!
Johnny: Dime algo bonito.
Vienna: Claro ¿Qué deseas oír?
Johnny: Miénteme. Dime que me has esperado estos cinco años.
Vienna: Todos estos años te he esperado.
Johnny: Y que habrías muerto si no hubiese venido.
Vienna: Habría muerto si tú no hubieras venido.
Johnny: Y que todavía me quieres como yo te quiero a ti.
Vienna: Te quiero como tú me quieres a mi.
Johnny: Gracias.

¡Espero que el sábado tengáis un bonito día de San Valentín!