Las Cinco Canciones de Vidal (V): «Clara» (Joan Baptista Humet)

Vidal ha querido dedicar la última canción a su hija y, de paso, también ha querido homenajear a Joan Baptista Humet, un cantautor valenciano no excesivamente conocido, fallecido a los cincuenta y ocho años víctima de un cáncer de estómago, y a todas las canciones con nombre de mujer. Aún conservo mi vieja cinta titulada «Los nombres de mujer», con canciones como «Jessica» (The Allman Brothers Band), «Alicia» (Danza Invisible), «Roxanne» (The Police), «Gloria» (Them y Manhattan Transfer) o «Rosie» (Jackson Browne), por mencionar algunas. Bien podría haber incluido el tema «Clara», de Joan Baptista Humet, una bellísima, triste y melancólica canción que nos habla de una mujer que acaba sucumbiendo ante el abismo de las drogas; si no la conocéis, no os la perdáis, ni tampoco el sentido y emotivo relato de Vidal. Esta noche, antes de acostarme, leía un comentario de nuestro invitado en el que aludía a lo difícil que es escribir cuando han muerto tantas personas en un terrible atentado; a mí me pasa lo mismo, por eso quiero aprovechar esta oportunidad, precisamente en un espacio dedicado a los recuerdos  y los sentimientos, para dar mi más sentido pésame a los familiares, amigos y personas allegadas a los fallecidos en Niza y, por supuesto, a todos los franceses; allí viví dos años, disfruté con ellos de los fuegos artificiales del 14 de julio y sé lo que significa para ese pueblo su fiesta nacional. Quiero, finalmente, despedirme de nuestro invitado y darle las gracias por haber querido compartir con nosotros estas cinco canciones, esas cinco porciones de su vida. Un fuerte abrazo, Vidal.

Os recuerdo que esta sección está abierta a todos los amigos/as que deseéis participar en ella; si queréis enviar vuestras cinco canciones, con sus recuerdos respectivos, lo podéis hacer mandando un correo a la siguiente dirección: raulrn@wanadoo.es.

https://www.youtube.com/watch?v=2QUBhhVfWdA

«Este disco se lo dedico a mi hija y a todos los cantautores que, a través de sus letras, han contribuido a mejorar los nombres de este país. Recuerdo que, cuando se puso de parto mi mujer, ese día yo estaba especialmente sensible, ya que sabía que mi hija estaba cerca. En la cadena SER comentaron que acababa de fallecer este mítico cantautor de los años setenta, que ya estaba en el olvido y joder, empecé a llorar como una magdalena sabiendo que uno de los nombres que había pensado para mi hija era el de Clara.
Después, cada vez que veía los ojos de mi hija y escuchaba esta canción como si se tratase de una nana, no podía parar de llorar pensando que aquel cantautor tan bueno había caído en el olvido y que esa letra hizo que muchas parejas pusiesen el nombre a sus hijas, pese a la historia tan brutal que refleja la canción.
Joder que llorera … espero que mi hija, cuando sea más mayor y esté tumbada en el sofá, aburrida escuchando esta canción, pueda leer estos homenajes».

 

Las Cinco Canciones de Raúl (IV): “Mediterráneo» (Serrat)

 

https://www.youtube.com/watch?v=juOtfbmcAgg

Un joven actual de dieciocho años, no sé si para bien o para mal, está mas cerca de la adolescencia que del estado adulto; por supuesto que hay de todo, pero he podido comprobar que buena parte de mis alumnos universitarios de primero no tienen mucha inquietud por la cultura, el conocimiento o la reflexión, y tampoco atesoran la responsabilidad que se les supone a los estudiantes que ingresan en la Universidad. No es mi intención entrar en un debate sobre las causas de esta situación de aparente hibernación o letargo, más que nada porque probablemente sea algo común a una sociedad donde los principales valores tienen que ver con el famoseo televisivo y la capacidad para amasar fortunas por la vía del fraude y el delito de guante blanco. Sea como fuere, ya digo, para bien o para mal, contar con dieciocho años a principios de los ochenta era como tener hoy día veintiuno o veintidós.

En 1981 ingresé en la Universidad después de haber cursado un buen bachillerato. Antes tuve que salvar el escollo de la Selectividad; lo cierto es que se me atragantó, tal vez porque tuve que enfrentarme a ella poco después de mi primera ruptura sentimental de importancia o, quizás, porque me confié en exceso. De hecho, recuerdo que, cuando mis compañeros repasaban en la jornada de descanso entre exámenes, yo no quise perderme el gran acontecimiento político-festivo de aquel verano: el festival Anti-OTAN que se celebró en Madrid, en el antiguo anfiteatro de la Casa de Campo (el «rockódromo»). Recuerdo aquel día con una mezcla de cariño y decepción, como una época en la que quería creer que aún existían las ideologías y el compromiso político. En medio de todo un maremágnum de mítines y actuaciones musicales emergió Serrat con una nueva versión de «Mediterráneo», arreglada por el gran maestro Josep Mas «Kitflus» (Iceberg, Pegasus), que me dejó pegado al duro asiento del «rockódromo». Ya conocía a Serrat y, por supuesto, esta canción pero, acostumbrado a la esquemática sobriedad musical de los cantautores, aquello sonaba a nuevo para mí; esa mezcla de rock progresivo catalán y de jazz autóctono hizo que prestara atención a la letra como nunca lo había hecho, a esa historia optimista sobre la vida, los sentimientos y algo por lo que perdemos la cabeza muchos madrileños: el mar.

Aprobé la Selectividad (por los pelos) y me fui de camping al Algarve portugués con mi familia de Badajoz; recuerdo aquellas largas conversaciones con mi tío Antonio, sobre la importancia de leer, de pensar y de tener juicio crítico, incluso del papel que podía desempeñar la política en aquella sociedad que se preparaba para el socialismo democrático. Sin embargo, no tardaron mucho en decepcionarme los políticos; los mismos que gritaban conmigo «OTAN no, bases fuera» acabaron metiéndonos en esta organización con una desvergonzada maniobra de prestidigitación, de esas a las que nos tienen tan acostumbrados. Siempre que me acuerdo de aquella época suena en mi cabeza «Mediterráneo» y añoro aquel día, en el anfiteatro de la Casa de Campo, en el que me preparaba para ser un adulto.

Luis Eduardo Aute / Barón Rojo / Rosendo. «Anda suelto Satanás»

En 1978 España estaba en pleno proceso de Transición, se iban recuperando derechos y libertades pero aún continuaban intactos los engranajes y el organigrama franquista. El mundo de la cultura y la intelecturalidad trató de acelerar este proceso de Dictadura a Democracia a través de propuestas atrevidas, imaginativas y, sobre todo, combativas. En este contexto, Luis Eduardo Aute publicó «Albanta» (1978), un disco cuyo título tenía que ver con un lugar mítico, un espacio para la imaginación en libertad. Para mi gusto, es uno de los mejores álbumes de Aute; en él se incluyeron canciones de temática variada aunque predominaban las que tenían que ver con la situación de aquella España y la vida en libertad; varias de ellas ya habían sido grabadas por otros intérpretes, como Ana Belén o Rosa León, de hecho, me acuerdo perfectamente de ver a ésta última cantando en televisión «Al Alba», un tema dedicado a los últimos condenados a muerte por el franquismo y, probablemente, el éxito más grande que ha tenido este cantautor a lo largo de su longeva carrera. Lo más novedoso e interesante de este álbum, además de las excelentes canciones que contiene, es que se abandonó el arreglo orquestal, presente en sus discos anteriores, en beneficio de un sonido más rockero liderado por músicos como Teddy Bautista, a cargo de la producción, los teclados y la armónica; o Armando de Castro, que se ocupó de la guitarra eléctrica. «Albanta» comenzaba con «Anda suelto Satanás», una canción que habla del Maligno, utilizando los nombres de Satanás, Lucifer y Belcebú, en un tono sexual, surrealista y algo sacrílego, con guiño incluido a Bob Dylan. Cuando, en 1980, los hermanos Armando y Carlos de Castro abandonaron Coz fundaron, junto con Jose Luis Campuzano («Sherpa») y Hermes Calabria, la mítica banda Barón Rojo; al año siguiente editaban su primer disco, «Larga Vida al Rock & Roll«, título pionero del heavy metal hispano; junto a las canciones compuestas por los miembros del grupo, se coló una versión de «Anda suelto Satanás», imagino que a petición de Armando de Castro. La tercera versión de hoy es la de otro rockero de tronío: Rosendo Mercado, que grabó este título para un disco homenaje a Luis Eduardo Aute («¡Mira que eres Canalla, Aute!«, 2000). Para finalizar, aquí tenéis un par de versiones más, una cargo de Teddy Bautista y la otra con Miguel Ríos y Barón Rojo.

Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. «Señora Azul»

Un año antes de que falleciera Franco se publicó «Señora Azul», del cuarteto Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, una de las obras más importantes que ha dado el pop-rock español; en aquella época casi ni le prestaron atención aunque, con el paso de los años, se ha convertido en un álbum de culto. El pasado mes de octubre, con motivo de su cuarenta aniversario, se reeditaba con los honores que esta obra merece. Los componentes de este grupo fueron Juan Robles Cánovas -ex batería de la banda progresiva Módulos-, Rodrigo García -procedente de Pequeniques-, Adolfo Rodríguez -vocalista y guitarrista de Los Iberos- y José María Guzmán -antiguo miembro del grupo Solera-. En una entrevista reciente, cuentan cómo -en el año 1974- eran una rara avis, una apuesta a contracorriente de lo que se escuchaba en la España de aquella época: «la canción del verano»; os animo a que los veáis en este vídeo (dura menos de dos minutos), su reivindicación del rock de siempre (ellos mencionan a Eric Clapton, The Rolling Stones, The Doobie Brothers o Eagles) creo que es algo que suscribimos muchos de los que nos movemos por la blogosfera. Hacían un rock sencillo, fundamentado en las letras y las armonías vocales, de hecho eran conocidos como los Crosby, Still & Nash (& Young) españoles. La canción más conocida de aquel disco fue «Señora Azul», que muchos críticos y aficionados a este cuarteto han interpretado como un canto de protesta ante la censura que aún se practicaba a principios de los setenta. Sin embargo, ellos mismos han reconocido que, tanto este tema como el resto del disco, lo dedicaron a ciertos críticos musicales que, movidos por la envidia y el desconocimiento, se comportaban de manera destructiva y corrosiva ante unos artistas a los que consideraban pretenciosos y vacíos; la ignorancia, la incultura y la envidia están, lamentablemente, atrincheradas en nuestra sociedad, por eso «Señora Azul» sigue tan viva como hace cuarenta años. No quiero terminar sin recomendar que escuchéis el disco completo (aquí lo podéis hacer); en él hay canciones fabulosas, como «Solo pienso en ti» que fue versionada por el tristemente fallecido Enrique Urquijo (ésta es su versión).