“El más cubano de los españoles y el más español de los cubanos”. Esta frase célebre es la que acompañó al cantante Antonio Machín, cubano de nacimiento y español de corazón, durante toda su vida. Nació en Sagua la Grande, el 11 de febrero de 1903, en el seno de una familia pobre compuesta por una quincena de hermanos. De padre emigrante gallego y madre afrocubana, desde joven ya mostró interés por el cante, actividad que alternaba (en cines, teatros e iglesias) con el trabajo de albañil, incluso llegó a enrolarse con músicos ambulantes en más de una ocasión. Tras desechar la idea de formarse como barítono (comprendió que, siendo negro, apenas habría papeles para él), se trasladó a La Habana para actuar en cafés y locales hasta que le contrataron para cantar en la orquesta de Justo Ángel Azpiazu, lo que le llevó a ocupar espacios habitualmente reservados para la burguesía criolla, como el Casino Nacional de La Habana. Dejó Cuba en 1930 y no regresaría hasta 1958; primero estuvo en Nueva York y, con posterioridad, en Londres, París y Suecia, hasta que llegó a España tratando de huir de la II Guerra Mundial. En Sevilla vivía uno de sus hermanos; allí se casó, en 1943, y allí está enterrado, en el Cementerio de San Fernando. Sin embargo, falleció en Madrid (04/08/1977), ciudad que lo acogió y donde vivió la mayor parte del tiempo que estuvo en España. El éxito le llegó con el tema “Angelitos negros”, después vendrían otros como “Toda una vida”, “Dos gardenias” o “Corazón loco”, nuestra canción de hoy.
Este bolero fue compuesto por Richard Dannenberg y, si no estoy equivocado, grabado por primera vez por la orquesta de Bobby Capo (con Tito Puente), en 1968. Un poco más tarde (en 1969) vendría la conocida versión de Antonio Machín, y después otras, como las del Trío Los Antares, Los Tres del Río, La Vieja Trova Santiaguera o Mayte Martín, ésta en clave jazz. Para dar réplica a Antonio Machín, he optado por dos interpretaciones bien diferentes: la de la Orquesta Platería, incluida en el primer disco de los catalanes (“Orquesta Platería”, 1978); y la de Bebo & Cigala, que formó parte de su disco “Lágrimas negras” (2003), un excelente álbum, en el que confluyen el flamenco, el jazz y los ritmos latinos, al que ya nos hemos referido a propósito de la canción titulada igual que el disco. Por cierto, ésta no es la primera versión aflamencada de esta canción, ya lo hizo antes Bambino, en el año 1974. De su letra mejor no hablamos, aunque puede resultar divertido ver cómo se ponen de acuerdo (aunque con argumentos diferentes) los colectivos feministas y los defensores de la moral cristiana.




Benny Moré (1919-1963)