Celtas Cortos. «Haz turismo»

«La Mataré«, de Loquillo y los Trogloditas, o «Sí, sí», de Los Ronaldos, son algunas de las canciones españolas etiquetadas como polémicas por lo que algunos consideran que es incitacion a la violencia machista. Otro de los temas controvertidos del rock hispano de los ochenta y los noventa es «Haz turismo», del grupo pucelano Celtas Cortos. Esta formación tiene su origen en el Instituto Delicias de Valladolid y en los grupos Páramo y Almenara. En 1986, algunos miembros de estas dos bandas, bajo el nombre de «Colectivo Eurofolk», ganan un concurso organizado por la discoteca Sheraton de Valladolid, denominación que acabarían cambiando por la de Celtas Cortos, al parecer la marca de tabaco que consumía el batería Nacho Castro, quien propuso el nombre casi a modo de broma. En 1987 vuelven a ganar otro concurso, esta vez organizado por la Junta de Castilla y León en colaboración con Radio Nacional de España; el premio, la grabación de un disco, lo tuvieron que compartir con los grupos folk Ágora y Yedra, también ganadores de este certamen. En este álbum («Así es como suena») se incluyeron tres canciones, y ellos mismos lo consideran su disco cero. Dos de estos temas fueron incluidos en su primer álbum, «Salida de emergencia» (1989), totalmente instrumental y de un estilo folk-celta muy marcado. El éxito les empezó a llegar con el siguiente, «Gente impresentable» (1990), ya con una presencia importante de las letras y de otros estilos musicales, como el rock. Estas mismas premisas se mantuvieron con «Cuéntame un cuento», del que forman parte temas, como «20 de abril», que han sido versionados por grupos extrajeros, por ejemplo Oysterband. «Haz turismo», compuesta por Jesús Cifuentes («Cifu»), es una crítica sin tapujos al imperialismo militar de los Estados Unidos y, por qué no, también un irónico y humorístico alegato en favor de la paz y el entendimiento entre los pueblos. Al menos así lo interpretaron los pedagogos y docentes que utilizaron esta canción como recurso educativo para celebrar el Día de la Paz, al igual que hicieron con otras como «La Muralla», «Querida Milagros«, «Papá cuéntame otra vez» o «Sunday Bloody Sunday» (en la tesis doctoral de Gonzalo Trespaderne, en la pág. 66, lo podéis leer). Está claro que no lo vieron así los ideólogos de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), que han utilizado esta canción como ejemplo de antiamericanismo socialista; aquí lo podéis ver, en un artículo cuyo título es lo suficientemente explícito: «El catecismo del buen socialista ¿Educación para la ciudadanía? Lo que Zapatero obliga a enseñar a nuestros escolares».

Bruce Springsteen. «The River»

La juventud es un preciado tesoro; nos suele abandonar de manera agresiva, a golpe de presiones y empujones, generalmente de adultos que envidian una situación vital a la que ya nunca podrán regresar. La pérdida de la juventud sigue un proceso parecido al de las novatadas sufridas en el servicio militar, en los colegios mayores o en cualquier otro colectivo donde la veteranía es condición más que suficiente para justificar arbitrariedades, abusos y planteamientos unidireccionales de tipo fascista. Escribo esto porque es lo que me sugiere la canción «The River», un tema escrito por Bruce Springsteen para su quinto álbum de estudio, llamado igual que la canción y publicado en 1980; se trata de un disco doble con canciones de su primera época, algunas descartadas de su anterior trabajo («Darkness on the Edge of Town», 1978). «The River» fue todo un éxito y situó a este cantautor dentro del star system. El espaldarazo definitivo se produjo cuatro años después, con la publicación de «Born in the U.S.A.», aunque el prestigio del Boss se cimentó en la trilogía constituida por «Born to Run», «Darkness on the Edge of Town» y «The River». Bruce Springsteen es un autor comprometido, yo diría que lo más parecido que puede haber en los Estados Unidos a la canción protesta; nacido y criado en una familia humilde de Nueva Jersey, siempre se ha ocupado de retratar la vida cotidiana y los problemas de la América profunda, que tan bien conoce. Es el cronista-poeta de los estadounidenses más desfavorecidos, de aquellos que jamás lograrán alcanzar el anhelado «sueño americano». Sus palabras son descarnadas, melancólicas y tristes, envueltas en un folk-rock (también llamado «heartland rock») sincero, que ha sabido conquistar los corazones, tanto de los estadounidenses como los de otros lugares del Mundo. La canción «The River» es muy representativa de su estilo; nos habla de la pérdida de la juventud en un lugar cualquiera de la Norteamérica rural, donde se aprenden a hacer las cosas de la misma manera que siempre han hecho tus mayores: bodas tempranas, sobre todo si dejas embarazada a tu novia con diecisiete años; trabajos alienantes, precarios e inestables; y la certeza de que los mejores años de nuestra vida ya han pasado y nunca volverán, ni siquiera regresando a ese bello y lujurioso río donde fuimos tan felices, donde amamos, donde todo comenzó y todo acabó.

Al Stewart. «The Palace of Versailles»

El pasado mes de septiembre os contaba cómo conocí al escocés Al Stewart, gracias a mi padre y a su afición a buscar y rebuscar en El Rastro madrileño. Aquella cinta de casete contenía el trabajo más conocido de este cantautor, «The Year of the Cat«, publicado en 1976; sin embargo, la carrera de Al Stewart se remonta a los años sesenta, cuando se trasladó a Londres para actuar como cantante folk, influenciado por artistas como Donovan o John Lennon. En 1966 grabó su primer single y, un año después, su primer Lp: «Bedsitter images»; en algunos de los discos posteriores, como «Love Chronicles» (1969) u «Orange» (1972), llegó a contar con músicos tan destacados como Jimi Page, Brinsley Schwarz o Rick Wakeman. Su acercamiento al pop se produjo con «Modern Times» (1975) y su eclosión definitiva vino de la mano del ya mencionado «Year of the Cat». El éxito de Al Stewart se mantuvo con «Time Passages«, un álbum pleno de riqueza instrumental (guitarras, teclados, sintetizadores, pedal steel guitar, saxo, percusiones, etc.) al servicio de un folk-rock melódico en el que se incrustan elementos procedentes del pop y del jazz. La portada, al igual que ocurriera con otros de sus discos, fue diseñada por el colectivo británico Hipgnosis, conocido por su trabajo con grupos como Genesis, Pink Floyd, ELO, Wishbone Ash, Led Zeppelin, The Alan Parsons Project, etc. Se publicó en 1978 y, en 2004, se reeditó una versión remasterizada del mismo. El tema más conocido del álbum es el que da nombre al disco, «Time Passages» (aquí lo podéis escuchar), sin embargo yo os voy a proponer el corte número 6: «The Palace of Versailles», una canción que nos habla de algunas de las consecuencias de la Revolución Francesa; de la toma de La Bastilla, del terror de Robespierre y del posterior golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, todo ello desde la perspectiva del solitario Palacio de Versalles, el símbolo del Absolutismo francés. Si os apetece escuchar de nuevo este tema, os recomiendo que lo volváis a hacer con esta versión acústica en directo, libre de artificios instrumentales y construida sólo con guitarras; fue grabada en un disco titulado «Uncorked» (2009), que contó con la valiosísima colaboración de Dave Nachmanoff. A mi me gusta tanto o más que la original.

Crosby, Still & Nash. «Suite: Judy Blue Eyes»

Finalizando la década de los sesenta, las fronteras entre el folk, el country y el rock no estaban bien delimitadas; artistas como Bob Dylan, Gram Parsons, Neil Young, Chris Hillman, Roger McGuinn, Richie Furay o los protagonistas de hoy -David Crosby, Stephen Stills y Graham Nash- fueron capaces de estimular y revitalizar dos géneros tan tradicionales como el country y el folk, utilizando herramientas y recursos característicos del rock. David Crosby procedía de la banda The Byrds, Stephen Stills de Buffalo Springfield y Graham Nash de los británicos The Hollies. Aprovechando una estancia de éste último en California y, al parecer, con la inestimable colaboración como anfitriona de Judy Collins, en aquella época novia de Stephen Stills, se creó el trío Crosby, Stills & Nash que, en 1969, publicaba su primer trabajo con el mismo título que el grupo. En mi opinión estamos ante un disco único, de esos que deben ser escuchados con calma y todos los sentidos puestos en él, dejándonos llevar por su exquisitez, dulzura e inmensa calidad. Los egos, las voces y las guitarras de Crosby, Stills y Nash se ensamblan de manera milagrosa, como si fuera un encaje de bolillos o un castillo de naipes de inestabilidad amenazante. Los dos mayores éxitos de este Lp fueron «Marrakesh Express«, obra de Graham Nash, y «Suite: Judy Blue Eyes», con ese característico final en español y a ritmo cubano, que fue escrito por Stephen Stills pensando en Judy Collins. Con este tema abrieron su participación en el Festival de Woodstock (aquí podéis escucharlo), ya como cuarteto al que se había incorporado Neil Young -ex-compañero de Stills en Buffalo Springfield-, que aportó mayor presencia eléctrica y una voz diferente. Crosby, Stills, Nash & Young publicaron otro disco maravilloso: «Dejà vu», más rockero que el anterior e igualmente imprescindible. Su historia posterior está llena de idas y venidas, encuentros y desencuentros, aunque quienes les han visto en directo aseguran haber participado de una experiencia sinigual.

Al Stewart. «Year of the Cat»

Buena parte de los madrileños hemos sido asiduos al Rastro en algún momento de nuestra vida, mi padre lo ha sido siempre. Salía de casa muy temprano, para evitar la avalancha humana que se formaba a partir de las doce de la mañana, y venía con los objetos más insospechados: herramientas, aparatos de índole diversa y cintas de casete que, normalmente, eran de flamenco y copla aunque, de vez en cuando, venía con música de otros palos por si sonaba la flauta y daba con alguna de esas cosas raras que, a ojos de mi padre, yo escuchaba (en aquella época debía tener entre 14 y 16 años). Un día llegó con una cinta que tenía una preciosa portada, donde predominaba el amarillo y todo tipo de motivos gatunos; comencé a escucharla y rápidamente me di cuenta que había hecho un gran descubrimiento; «Lord Greenville», «On the border», «Broadway Hotel» y el resto de canciones eran magníficas, pero el plato fuerte era la última canción: «Year of the Cat», que también daba nombre al disco, un tema de casi siete minutos plagado de sorpresas instrumentales: piano, violín, saxofón, guitarra acústica y guitarra eléctrica. Más tarde me fui enterando que este álbum pertenecía al cantante y compositor escocés Al Stewart, portador de un estilo que fluctuaba entre el folk, el folk-rock y el jazz suave y melodioso. Fue grabado en 1976, en los estudios Abbey Road, por el conocidísimo músico e ingeniero de sonido Alan Parsons (cualquier día de estos me ocuparé de él) y es, junto con «Time Passages», el disco más conocido y de más éxito de este interesante artista. Disfrutad del Año del Gato, una canción inspirada en la película «Casablanca» y en otro tema anterior del propio Stewart, finalmente fallido: «Foot of the Stage» que, a su vez, estaba basado en una triste historia protagonizada por el cómico Tony Hancock.