https://www.youtube.com/watch?v=WvB8ItcI2gw
Hay fechas que conviene tener siempre presentes en nuestra memoria, acontecimientos que jamás deberían ser arrinconados por el irremediable paso del tiempo. El 6 de agosto de 1945, finalizando la II Guerra Mundial, los Estados Unidos arrojaron a «Little Boy» sobre la ciudad japonesa de Hiroshima y, tres días después, a «Fat Man» sobre Nagasaki. «Little Boy» y «Fat Man» fueron los nombres con los que se bautizó a las primeras bombas atómicas lanzadas sobre territorios habitados; unos días antes se había realizado el primer ensayo atómico exitoso en el desierto de Alamogordo (Nuevo México), en el marco del Proyecto Manhattan, un ambicioso plan científico con el que, en poco más de dos años y gracias a un nutrido grupo investigadores del más alto nivel (Robert Oppenheimer, Enrico Fermi, Richard Feynman, etc.), se lograron canalizar los planteamientos de Einstein y la nueva Física del átomo (descubrimiento de las partículas subatómicas, Radiactividad y Mecánica Cuántica) hacia fines bélicos. Pocas veces en la Historia de la Ciencia se han conseguido unos resultados prácticos tan exitosos y contundentes como con el Proyecto Manhattan; está claro que entonces hubo el interés político, los científicos y el dinero necesario para ello. «Little Boy» fue lanzada, a las 8:15 horas, por un bombardero cuatrimotor de la clase Boeing B-29 Superfortress bautizado con el nombre de «Enola Gay», en honor de la madre de su piloto: Enola Gay Tibbets. La detonación provocó la muerte de unas ochenta mil personas, además de otros tantos heridos y destruyó la mayor parte de la ciudad. Treinta y cinco años después de esta masacre el grupo británico de synth pop, Orchestral Manoeuvres in the Dark (OMD), lanzaba su segundo álbum de estudio («Organisation», 1980), que comenzaba con el tema «Enola Gay» en recuerdo de aquel triste acontecimiento. La canción aparecía en un momento de controversia en el Reino Unido, en torno a la decisión de Margaret Thatcher de permitir en aquel país la presencia de misiles nucleares norteamericanos. En el vídeo podéis ver la letra, con claras alusiones a la hora del lanzamiento y con una irónica metáfora sobre una madre que se siente orgullosa de su hijo.
Etiqueta: Pop
Electric Light Orchestra. «Confusion»
¿Es Electric Light Orchestra un grupo de rock progresivo? Desde luego si nos limitamos a juzgar por esta canción, no. Pero lo cierto es que, cuando se crea esta banda, allá por 1970, su intención fue la de fusionar el pop y el rock con elementos e instrumentos procedentes de la música clásica, como violines, chelos e instrumentos de viento. Los líderes fundadores de ELO fueron Roy Wood y Jeff Lynne, quienes acometieron juntos los trabajos que dieron lugar a su primer álbum (“The Electric Light Orchestra / No Answer”) y, en parte también, los de su segundo trabajo (“ELO2”). Durante la grabación de este último disco, Roy Wood abandonó la formación dejándola en manos de Lynne que, poco a poco, fue reduciendo el peso de los instrumentos clásicos y acercando el sonido hacia posiciones más cercanas al pop. Puede decirse que los primeros discos de ELO tienen un cierto tono sinfónico pero, a pesar de lo que opinan algunos seguidores del rock progresivo, para mi gusto suenan algo raro; las guitarras, los violines y violonchelos juntos no llegan a empastar y el resultado final es un pastiche algo indigesto. Tiene gracia que con los estilos musicales ocurra como con los géneros cinematográficos; un drama, aunque sea un pestiño, siempre tiene mejor prensa que una película de acción o una comedia, aunque éstas sean excelsas. Con ELO ha pasado algo parecido; sus primeros trabajos suelen tener mejores críticas, tal vez por tener esa etiqueta de pop-rock sinfónico, mientras que su disco más pop, “Discovery” (1979), a menudo es tildado de producto comercial y de poca calidad. Yo no estoy de acuerdo, a mi me parece que es su mejor álbum; tiene un sonido propio, tal vez algo grandilocuente pero bien equilibrado y, lo que es más importante, incluye un puñado de interesantes canciones que se sitúan entre el pop-rock y la música disco, temas como “Shine a little love”, “Don’t bring me down”, “Last train to London”, “The Diary of Horace Wimp” o la que os propongo: “Confusion”, compuesta por Jeff Lynne y con una importante presencia de los teclados y el “vocoder” -o codificador de voz-, un artilugio inicialmente diseñado para las telecomunicaciones que acabó siendo utilizado como instrumento musical por grupos de klautrock, como los alemanes Kraftwerk.
Els Pets. «Jo vull ser Rei»
Quien haya vivido algún tiempo fuera de su Hogar, sin el abrigo de su familia, amigos, costumbres, incluso de su idioma, sabrá que lo más importante para llevarlo bien y que aquello no se convierta en una experiencia antipática y hostil, es no sentirse solo, buscar la complicidad y la compañía de otros que están en la misma situación que tú. Al menos a mí siempre me ha dado muy buen resultado. Recuerdo con mucho cariño la etapa de mi vida en la que viví en Poitiers (Francia); la experiencia profesional fue muy interesante, pero lo verdaderamente enriquecedor tuvo que ver con las relaciones personales, el contacto humano y la amistad. Llegué a Francia sin apenas conocer el idioma, más allá de unos rudimentos básicos adquiridos en un apresurado curso de francés realizado meses antes; mis primeras horas en Poitiers transcurrieron en la Oficina de Relaciones Internacionales donde, a duras penas, logré enterarme de la residencia que me habían adjudicado, y con mi tutor, una de las mejores personas que conocí allí. Me presentó a un colega, nos fuimos a comer y, finalmente, llegué a mi alojamiento. Éste era el momento clave, sabía que no podía quedarme solo, así que no lo dudé: me quedé sentado en la puerta hasta que escuchara a alguien hablar español. Y así fue, mi estrategia dio resultado, aunque no fue castellano lo que oí sino catalán; era un grupito de erasmus de la Universidad de Girona, a quienes me pegué inmediatamente. En dos o tres días ya éramos unos cuantos, pronto empezó a sumarse gente de Valladolid, Madrid, Zaragoza y de otras zonas de España, además de franceses y estudiantes de otras nacionalidades. Aquello sucedió en 1994, en plena efervescencia del pop-rock español. De hecho, la música siempre estaba con nosotros: en las habitaciones, en la cantina de la residencia, incluso en las fiestas. Así fue como conocí a Els Pets, gracias a mis amigos catalanes, mientras que ellos aprendieron un juego tan poco habitual en su Tierra como el Mus, al que se engancharon igual que yo a su música. De todas las canciones que escuchábamos siempre recordaré, de manera especial, «Jo vull ser Rei», un pegadizo tema de pop-rock con una letra políticamente incorrecta para aquella España, en la que aún se reverenciaba a la Monarquía y todo lo que ella representaba. Os recomiendo que prestéis atención a su estimulante, irónica y demoledora letra (aquí lo podéis hacer, en catalán y en castellano). No quiero acabar sin dedicar esta canción a todos los amigos y amigas que hice en Poitiers, siempre os llevaré en mi corazón.
L. Armstrong / J. Ramone / K. Melua y E. Cassidy. «What a Wonderful World»
https://www.youtube.com/watch?v=CWzrABouyeE
Hay canciones especialmente tristes, como «The End of the World» o «For the good times«, pero también las hay optimistas y alegres. A las primeras casi nadie las critica, cuanto más duras y pesimistas sean mejor; en cambio, cuando son como «What a Wonderful World» podemos caer en la tentación de etiquetarlas de cursis y empalagosas ¿Dónde está la frontera entre mirar a la vida con una sonrisa o que ésta peligre por un endulzamiento no apto para diabéticos? Lamentablemente no tengo una respuesta objetiva para ello. Esta canción habla sobre la belleza de las cosas que nos rodean: los árboles, las rosas, los cielos, las nubes, el arco iris, incluso los bebés, que crecerán y aprenderán en un mundo maravilloso. «What a Wonderful World» fue escrita, por Bob Thiele y George David Weiss, con la idea de que se convirtiera en un remedio contra el enrarecido clima bélico, político y racial que caracterizó la década de los sesenta. Fue estrenada por el trompetista y cantante de jazz Louis Armstrong, un artista enorme, dotado de una arrebatadora personalidad y portador de una sonrisa sinigual, factores que influyeron notablemente en el éxito que tuvo esta canción en países como Reino Unido (en EE.UU. tuvo un seguimiento más discreto). Estamos ante uno de los temas más versionados de la historia; sin embargo, aunque hay mucho y bueno donde elegir, a mi me cuesta encontrar una versión mejor que la de «Satchmo»; por ello, he optado dos versiones bien diferentes, singulares en su planteamiento y, paradójicamente, con un trasfondo triste; me refiero a la que nos regaló el que fuera vocalista de la banda Ramones, Joey Ramone, alegre y rockera, como no podía ser de otra manera, y la delicada versión de dos elegantes cantantes: Eva Cassidy y Katie Melua, en un tempo completamente diferente: mucho más lento y melancólico. La de Joey Ramone fue incluida en su álbum póstumo «Don’t worry about me», como si fuera una declaración de intenciones, un deseo desesperado de agarrarse a la vida; la segunda es una versión imposible, se incluyó en el álbum «The Katie Melua Collection» (2008), doce años después del fallecimiento de Eva Cassidy -murió a los treinta y tres años, víctima de un cáncer-, su última actuación fue en septiembre de 1996 frente a un grupo de amigos para quienes cantó «What a Wonderful World». Ambos, Joey Ramone y Eva Cassidy, quisieron apurar la vida hasta el último día y lo hicieron con este canto al optimismo y a los buenos deseos. Espero que os guste mi regalo de Navidad ¡Felices Fiestas para todos!
Radio Futura. «La estatua del jardín botánico»
En el año 2006 la revista Rolling Stone realizó una encuesta, entre ciento cincuenta y seis músicos, en la que se preguntaba por las mejores canciones que ha dado el pop-rock español; de la lista final, compuesta por doscientos títulos, siete eran de Radio Futura, el único grupo que fue capaz de llegar a una cifra tan elevada. En 2012, el periodista y crítico musical Jesús Ordovás los definió como «el grupo de rock más importante e influyente de la reciente historia de la música pop española». Sea como fuere, en mi opinión, fueron los portadores de la máxima creatividad que nos dejó «La Movida» y, después, uno de los grupos de referencia durante los mágicos años ochenta. Podría decirse que la historia de Radio Futura tiene dos etapas bien diferenciadas, con un punto de inflexión identificado en la canción «La estatua del jardín botánico»; el propio Luis Auserón ha llegado a decir que no se sintieron responsables del grupo hasta que no apareció este single. La primera etapa, iniciada allá por 1979, se identifica con el estilo pop y desenfadado de aquellos años, incluso con el fenómeno «fan» (la discográfica Hispavox ya se cuidó de ello); fruto de esta estrategia fue su primer LP, titulado «Música Moderna» (1980), en el que se incluyeron éxitos como «Enamorado de la moda juvenil» o «Divina» (de éste tema nos ocuparemos otro día). La segunda etapa arranca con la edición de su segundo álbum: «La Ley del desierto / la Ley del mar» (1984), uno de sus mejores trabajos, plagado de influencias punk y de rock latino. Antes de este disco se había publicado, en formato single, «La estatua del jardín botánico» (1982); según ha manifestado su autor -Santiago Auserón- a la revista Rolling Stone: «La canción se me ocurrió mientras escuchaba Another Green World, de Brian Eno, y leía la Monadología, del filósofo alemán Leibniz. Ese librito tiene unas imágenes muy misteriosas que hablan de que dentro de cada estanque hay nuevos estanques y nuevos jardines, en el que siempre encontraremos nuevos peces y nuevas plantas. Esa imagen de mundos dentro de mundos me impresionó mucho» ¿Alucinación? ¿Paranoia? ¿Poesía?, sea como fuere estamos ante una obra única, un golpe de inspiración irrepetible, como ha manifestado S. Auserón, que le condujo a concebir una obra singular, probablemente la mejor de toda su carrera.